El primer laboratorio científico de la historia

Hoy como siempre



Si de muros divisorios se trata, el ejemplo más notable es quizá el de la Gran Muralla China. Fue durante la dinastía Ming, que gobernó a China entre los años 1368 y 1644, cuando fue construida la Gran Muralla tal como la conocemos ahora. Se sabe, sin embargo, que ésta fue antecedida por otras murallas de diferentes extensiones, que en algunos casos se remontan hasta el siglo III antes de nuestra era. Las versiones que antecedieron a la Gran Muralla fueron construidas con tierra apisonada u otros materiales relativamente poco duraderos; esto, en contraste con la Gran Muralla de la dinastía Ming, en la que se emplearon piedra y ladrillo.

Aunque el propósito de la Gran Muralla fue la defensa del imperio ante el embate de las tribus nómadas del norte, China fue invadida y conquistada por los manchúes en el siglo XVII –anteriormente, en el siglo XIII, lo había sido por los mongoles– los cuales establecieron una dinastía que prevaleció hasta el siglo XX. Así, la Gran Muralla, si bien a la vista es una construcción sólida, impresionante y vistosa –mucho más vistosa que lo que podría llegar a ser el muro “impenetrable, físico, alto, poderoso y bello”, que se planea construir en la frontera norte de nuestro país–, como defensa para el imperio chino fue poco efectiva.

Según los historiadores, además, la Gran Muralla no solo no resistió a los embates militares de los bárbaros del norte, sino que, aun en tiempos menos violentos, lejos de ser impenetrable fue considerablemente porosa. Así, tal parece que los soldados de las guarniciones que custodiaban la frontera norte de China –los cuales estaban en un aislamiento considerable y tenían incluso que buscar por ellos mismos lo indispensable para sobrevivir– mantenían contacto y hacían tratos amistosos con los bárbaros, sus supuestos enemigos, en el otro lado de la muralla.

Por otro lado, lo que es poroso en algunos casos no lo es tanto en otros. Así, la Gran Muralla, al establecer una barrera física entre dos áreas geográficas, dificultó el flujo genético entre poblaciones de plantas con hábitats aislados por dicha barrera. Esto, al menos de acuerdo con un artículo publicado en el año 2003 en la revista “Heredity” por un grupo de investigadores de la Universidad de Pekin en China, encabezado por H. Gu. Gu y colaboradores estudiaron especies de plantas encontradas en las inmediaciones de la Gran Muralla en su tramo de Juyongguan, a unos 60-70 kilómetros al norte de Beijing, y encontraron que dicha muralla afectó la evolución de plantas viviendo en su entorno.

Para su estudio, Gu y colaboradores recolectaron, en dos sitios cerca de la muralla y a ambos lados de la misma, seis especies de plantas. En los puntos de recolección la muralla tiene una altura de 6 metros y un ancho de 5.8 metros en promedio. Como muestras de control, recolectaron también cinco especies de plantas en ambos lados de un camino en un sitio alejado de la muralla. Al final de su investigación, Gu y colaboradores encontraron una diferencia significativa entre plantas de la misma especie viviendo en uno y otro lados de la muralla, diferencia que fue mayor que aquella encontrada entre las muestras de control.

Adicionalmente, el estudio arrojó que las diferencias genéticas son mayores para plantas cuya polinización ocurre a través de insectos, que para aquellas que son polinizadas por el viento. Así, la altura de la muralla sería un obstáculo más severo para los insectos, que tendrían que volar por arriba de la misma, que para los fuertes vientos que soplan en Juyongguan.

Y para animales que no vuelan, por supuesto, una barrera física de seis metros o más de altura es todavía más severo y en esto se asientan muchas de las críticas que se han hecho al muro que se construiría a todo lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos. En particular, se alerta sobre la pérdida de diversidad genética en especies animales por la interrupción del flujo de genes a través de la frontera, tal como ocurrió a las plantas divididas por la Gran Muralla en Juyongguan.

Un obstáculo físico, además, restringe el flujo de animales y puede impedir el acceso a fuentes de agua y alimento, lo mismo que a sus rutas de migración. De acuerdo con el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos, la construcción del muro fronterizo –que tendría una altura entre 10 y 20 metros– impactaría negativamente a 111 especies en peligro.

Ciertamente, las especies animales tienen pocos recursos para defenderse de una agresión a su hábitat como lo sería la construcción del muro de marras –o de manera más precisa, su terminación, pues ya está parcialmente construido–. No es necesariamente el caso de nosotros, los humanos, que de una manera u otra posiblemente nos las arreglaríamos para convertir en poroso un muro supuestamente impenetrable. Y en caso de duda, favor de consultarlo con los chinos.

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