El primer laboratorio científico de la historia

De vergel a desierto



Las imágenes nocturnas de la Tierra vistas desde el espacio muestran regiones profusamente iluminadas que indican en donde se encuentran las mayores concentraciones de población del planeta. Así, podemos ver áreas de gran brillantez alrededor de las grandes ciudades californianas y de la costa este de los Estados Unidos, lo mismo que alrededor de las grandes ciudades europeas, japonesas y chinas. Esto contrasta con la iluminación de la región del desierto de Sahara en el norte de África, indicativa de su bajísima densidad de población.

La baja población del desierto del Sahara, por supuesto, es resultado de su clima excesivamente seco que ha resultado en un territorio árido y hostil, poco atractivo para echar raíces. De hecho, la imagen popular del desierto del Sahara es la de un páramo con poco más que dunas y tormentas de arena. Esto, sin embargo y aunque resulte difícil de creer, no fue siempre así y hubo una época en la que el desierto de Sahara era un lugar con abundante vegetación y fauna que hoy solo se encuentra en regiones más al sur del continente africano.

En efecto, si bien durante el último periodo glacial el Sahara era un desierto tal como lo es hoy, al final del mismo, hace unos 11,000 años, un monzón africano fortalecido llevó humedad y lluvia desde el Océano Atlántico hacia el desierto y lo transformó en un exuberante vergel.

El transporte de humedad desde el océano hacia el continente ocurrió cuando la tierra se calentó más que el agua del mar por efecto de la radiación solar. En estas condiciones, el aire en contacto con la tierra elevó su temperatura y ascendió generando una región de baja presión, la que, a su vez provocó una corriente de aire húmedo desde el mar hacia el continente. Adicionalmente, al ascender el aire húmedo y disminuir su temperatura tuvo menos capacidad para retener el vapor de agua que se precipitó en forma de lluvia.

De esta manera, el Sahara se convirtió de un territorio seco y yermo en uno con abundante vida vegetal y animal que incluía cocodrilos, elefantes y jirafas, lo mismo que con una red de ríos y lagos; estos últimos de una dimensión tal que fueron capaces de albergar peces de hasta 150 kilogramos de peso. El periodo verde del Sahara se prolongó hasta hace unos 5,000 años cuando regresó a la condición de desierto que hoy ostenta al declinar la fuerza de los monzones.

El nacimiento del Sahara Verde ha sido tradicionalmente explicado en función de un incremento de la intensidad de la radiación solar que incidió sobre el desierto. Esto, a su vez, habría sido producto de cambios en la órbita de la Tierra alrededor al Sol y de la inclinación de su eje de rotación, los cuales se habrían alineado hace 11,000 años de tal manera que incrementaron el calentamiento del Sahara durante el verano. Con el tiempo, hace unos 5,000 años, la alineación de nuestro planeta en relación al Sol cambió nuevamente y con esto disminuyó la cantidad de radiación solar incidiendo sobre el Sahara. En estas condiciones disminuyó la fuerza de los monzones y con esto el Sahara regresó a su condición original.

Esta explicación, sin embargo, fue puesta en duda por un artículo aparecido el pasado mes de enero en la revista “Frontiers in Earth Science”, publicado por David Wright de la Universidad Nacional de Seul en Corea del Sur. De acuerdo con Wright, es posible que la desaparición del Sahara verde no haya sido debido a causas por completo naturales sino que las actividades humanas hayan contribuido de manera decisiva

Wright encuentra que hace unos 8,000 años, cuando habría iniciado el declive del Sahara Verde, aparecieron poblaciones dedicadas al pastoreo en la región del Nilo que empezaron a emigrar hacia el oeste. Esto coincidió con una sustitución de la vegetación del Sahara con matorrales, lo que es indicativo del inicio de la desertificación. La pérdida de la vegetación del Sahara Verde –por causas naturales, o artificiales en beneficio del pastoreo– incrementó la reflexión de la luz solar y con esto se calentó menos la tierra y en consecuencia se debilitaron los monzones. Así, disminuyó aun más el área cubierta por la vegetación y la fuerza de los monzones, hasta que, siguiendo una cadena de auto reforzamiento, terminamos con el desierto del que somos testigos.

Tenemos de este modo que el inicio de ambas, las actividades de pastoreo y el proceso de desertificación del Sahara, habrían coincidido en el tiempo. No podemos decir mucho más, sin embargo, pues como lo señala Wright, nos encontramos en este punto con el problema del huevo y la gallina. Es decir, no es posible concluir si la desertificación es producto del pastoreo, o bien si el pastoreo fue la práctica de una población de cazadores-recolectores que fueron obligados a cambiar de modo de subsistencia por la desertificación de su hábitat.

Queda, no obstante, abierta la posibilidad de que prácticas nuestras hayan contribuido de manera decisiva a modificar un vergel con una rica vegetación, con cocodrilos, elefantes y jirafas y una red de ríos y lagos, en un desierto en extremo seco y desolado de 9 millones de kilómetros cuadrados.

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