El primer laboratorio científico de la historia

Consecuencias inesperadas



Según predicciones de la compañía CISCO de San José, California, en el año 2020 habrá 5.5 miles de millones de usuarios de teléfonos móviles, lo que representa el 70% de la población del mundo. Este dato, de por si impresionante, adquiere una dimensión adicional si lo contrastamos con el número de personas que tendrán acceso a otros servicios básicos, algunos sin duda más básicos que el de las telecomunicaciones.  En efecto, de acuerdo con CISCO, el número de personas que en el año 2020 tendrán acceso a la energía eléctrica y al agua corriente será de 5.3 miles de millones y de 3.5 miles de millones, de manera respectiva. Es decir, en 2020 habrá más propietarios de teléfonos móviles que usuarios de la energía eléctrica. Y lo más llamativo: dos mil millones de personas tendrán un teléfono móvil pero no agua corriente en sus casas.

Hemos sido testigos en las últimas décadas de la irrupción de los teléfonos celulares en nuestras vidas. Hoy en día, utilizamos a los teléfonos inteligentes en una gran variedad de aplicaciones. Según el “Pew Research Center”, la actividad más común entre los usuarios de estos teléfonos en los Estados Unidos es el envío de mensajes de texto, seguida de las comunicaciones por voz o video. Actividades comunes lo son también la navegación en Internet, la consulta del correo electrónico, la participación en redes sociales, la grabación de videos y fotografías –con los resultados de todos conocidos–, los juegos y la consulta de mapas, entre otras.

Los usos de los teléfonos inteligentes han de este modo sobrepasado por mucho el papel para el cual fueron originalmente concebidos y de ahí resulta el un gran impacto que han tenido en nuestro estilo de vida. Los teléfonos inteligentes han incluso modificado nuestro comportamiento. En este sentido, basta considerar que algunas veces los usamos para aislarnos e ignorar a las personas a nuestro alrededor.

Otra consecuencia inesperada de la irrupción de los teléfonos inteligentes se convirtió en el tópico de un artículo publicado esta semana en la revista en línea “Plos One” por un grupo de investigadores de instituciones británicas encabezado por Matthew Timmis de la Universidad Anglia Rusking. En dicho artículo, Timmis y colaboradores reportan los resultados de un estudio dirigido a averiguar cómo se las arreglaría una persona que camina por la calle para sortear obstáculos que encuentra y no tener un accidente, si al mismo tiempo hace uso de un teléfono inteligente,.

Según Timmis en parte la idea para llevar a cabo dicho estudio le surgió cuando una mañana observó que una persona que caminaba enfrente de él lo hacía demasiado despacio y haciendo eses. En un principio pensó que se encontraba en un estado inconveniente –a pesar de la hora temprana–, hasta que se cruzaron y se dio cuenta que estaba haciendo uso de un teléfono inteligente.

Para llevar a cabo su estudio, Timmins y colaboradores contaron con la ayuda de 21 voluntarios, 16 hombres y 5 mujeres con edades alrededor de los 25 años y sin ninguna enfermedad motora. A los voluntarios se les pidió caminar a lo largo de un pasillo de 5.3 metros de largo. Algunas veces el pasillo estuvo libre de obstáculos, mientras que en otras ocasiones se colocó un obstáculo hecho de cartón y madera y un escalón de 7.5 centímetros de altura. Se hicieron pruebas tanto sin teléfono móvil, como con los voluntarios hablando, leyendo un texto o escribiendo un texto con un teléfono inteligente en las manos. A los participantes se les colocaron sensores para determinar la dirección hacia donde dirigían la vista a lo largo de la prueba y se instalaron sensores para grabar sus movimientos.

Encontraron los investigadores que al hacer uso los participantes de un teléfono para leer o editar un texto, fijaban la vista en los obstáculos menos frecuentemente y por menos tiempo que cuando caminaban sin usar un teléfono. El efecto fue más marcado al escribir un texto que al leerlo. Además, aun aquellos que sólo hablaban por teléfono, no necesariamente dirigían la vista hacia el obstáculo sino que a veces lo hacían hacia cualquier otro lugar.

De este modo, al usar un teléfono móvil al caminar nos hacemos más dependientes de la visión periférica –rabillo del ojo– para la evaluación de los obstáculos. Esto, sin embargo, y de acuerdo con Timmins y colaboradores, no hace más inseguro nuestro paso, pues automáticamente tomamos una estrategia cautelosa haciendo movimientos más pausados y seguros. Al acometer un escalón, por ejemplo, lo hacemos de forma más lenta y elevando el pie más allá de lo estrictamente necesario.

Esto, sin embargo, no significa, advierten los investigadores, que el uso de un teléfono celular mientras caminamos por la calle esté libre de peligros, pues para evitar una amenaza que aparece ante nosotros de manera rápida e inesperada bien pudiéramos necesitar de toda nuestra atención para evitarla.

De un modo u otro, la investigación de Timmins pone en el escenario –por si lo necesitara– al teléfono móvil, posiblemente el dispositivo que más rápida y radicalmente ha transformado nuestro estilo de vida. Tanto, que hasta nos ha cambiado el modo de andar.

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