Hogar, dulce hogar

Medicina amarga



En un inicio, en la medida en que eran pocos, los automóviles mantuvieron entre nosotros una discreta presencia. Conforme creció su número, sin embargo, dicha presencia, lejos de discreta se ha vuelto avasalladora. Particularmente, aunque no de manera exclusiva, en países como México y en ciudades como la nuestra, en donde el número de vehículos ha crecido de manera espectacular en las últimas décadas. A manera de ejemplo, en la ciudad de San Luis Potosí, que no constituye caso único, el número de vehículos automotores se duplica cada ocho años y ha pasado de poco menos de cincuenta mil en 1980 a casi medio millón en 2015. Esto, de acuerdo a datos del INEGI.

Los automóviles, que nos han traído tanto beneficios como problemas, tienen un papel protagónico y una constante presencia en nuestra vida. La semana que hoy termina, por ejemplo, hicieron noticia de primera plana debido a la iniciativa del gobierno de la Ciudad de México para poner una cota máxima al área destinada a estacionamientos en la construcción de nuevos inmuebles. El objetivo de esta reforma es desincentivar el uso del automóvil.

Esta medida ha causado polémica. Ciertamente, el número de automóviles circulando en el área metropolitana de la Ciudad de México es excesivo y genera multitud de problemas. Quienes han criticado la reforma, sin embargo, aducen que es inadecuada en función del deficiente sistema de transporte público de la ciudad que no constituye una alternativa al automóvil particular. Se puede igualmente argumentar que, en el mejor de los casos la reforma es insuficiente. En efecto, siguiendo una misma línea de razonamiento, se podría aducir que, además de limitar estacionamientos, se debería limitar la construcción de nuevas vialidades.

Para apoyar esto último se puede hacer notar –con cifras del INEGI– que con la construcción de los segundos pisos en el periférico de la Ciudad de México se observó en los años 2004-2008 un aumento significativo en el ritmo de crecimiento del número de automotores circulando en la ciudad, mismo que retomó su ritmo normal a partir de 2008. Esto indicaría que dicho crecimiento está limitado en cierta medida por la dificultad para circular por las calles de la ciudad. Esto estaría de acuerdo con el hecho que el ritmo de crecimiento del número de automóviles en la Ciudad de México es sensiblemente menor al de otras ciudades del país.

Por lo demás, los problemas de tráfico no son exclusivos de países como el nuestro sino que también existen en países con mayores grados de desarrollo. En este respecto, son legendarios los problemas de tráfico que sufre la ciudad de Los Ángeles en el estado de California. Una medida que se ha implantado para mitigar dichos problemas son los carriles exclusivos para automóviles en los que viaja más de un pasajero y que buscan incentivar el uso compartido del automóvil. Esta medida ha sido también blanco de críticos que argumentan que los carriles exclusivos terminan siendo subutilizados, dejando de este modo menos carriles para el tráfico normal.

Por otro lado, críticos aparte, un artículo publicado el pasado 7 de julio en la revista “Science” ofrece argumentos sólidos que apoyan la efectividad de los carriles exclusivos para automóviles compartidos. Dicho artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Benjamin Olken del Instituto de Tecnología de Massachusetts. En el mismo se demuestran las bondades de las políticas para incentivar el uso compartido del automóvil, al menos para el caso particular que ellos estudiaron: la ciudad de Yakarta, capital de Indonesia.

Yakarta tiene uno de los mayores problemas de tráfico del mundo, y para intentar mitigarlos el gobierno estableció en 1992 normas para incentivar el uso compartido del automóvil en una versión extrema: prohibió la circulación en algunas de las principales arterias de la ciudad en las horas pico de automóviles con menos de tres pasajeros. Posteriormente, en marzo de 2016 y de manera repentina, el gobierno levantó la prohibición. Esto dio oportunidad a Olken y colaboradores de estudiar en un caso real el efecto de imponer una regla para el uso compartido del automóvil.

En su estudio, los investigadores hicieron uso de datos de Google Maps para determinar en tiempo real, cada diez minutos, las velocidades de circulación por las arterias de la ciudad, antes y después de la remoción de la norma. Encontraron que, después de esta remoción, los tiempos de traslado aumentaron 46 por ciento en las horas pico de la mañana y 87 por ciento en las de la tarde.

Encontraron, además, algo sorprendente: la circulación en avenidas secundarias para las cuales no se aplicaba la norma también empeoró. Olken y colaboradores consideran que este último efecto debe ser motivo de un estudio posterior pero adelantan que la afectación de las calles secundarias puede simplemente reflejar el aumento repentino en el número de automóviles en circulación. Podría ser también resultado de un congestionamiento de las arterias principales que desvió el trafico hacia las secundarias.

En todo caso, los resultados de Olken y colaboradores son sólidos y demuestran que incentivar el uso compartido del automóvil podría constituir una vía –una medicina amarga– para aliviar el congestionamiento de tráfico de nuestras ciudades, que al paso que va no tardará en sufrir una crisis mayor. Esta vía tendría un sustento más sólido que el que parece tener desincentivar la construcción de estacionamientos; o bien la de construir más arterias de circulación que no deja de ser una solución de fuerza bruta.

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