El primer laboratorio científico de la historia

Treinta y dos años después



La tarde del domingo 22 de mayo de 1960 se produjo en el sur de Chile el mayor sismo del que se tiene registro y que ha llegado a ser conocido como el terremoto de Valdivia. Este sismo alcanzó una magnitud de 9.5 y, en conjunción con el maremoto que le siguió, destruyó gran parte del sur de Chile. De manera afortunada, a pesar de su magnitud, el terremoto de Valdivia sólo produjo alrededor de 2,000 personas fallecidas.

¿Qué tan grande es un sismo de magnitud 9.5. Para responder a esta pregunta hay que notar primeramente que la escala en la que se mide la magnitud de un terremoto puede resultar engañosa, pues dicha escala no es directamente proporcional a la energía liberada por el sismo. Lejos de esto, tenemos que un terremoto de magnitud 9 libera 32 veces más energía que un sismo de magnitud 8 y 1,000 veces más que uno de magnitud 7. Así, el terremoto de Valdivia fue unas 130 veces más potente que el sismo de magnitud 8.1 que devastó la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985 con un saldo de más de 10,000 personas muertas.

De este modo, la devastación que puede producir un terremoto depende no solamente de su magnitud sino de situaciones y circunstancias particulares. En el caso del terremoto de Valdivia, por ejemplo, éste fue precedido minutos antes por otro de menor magnitud, lo que alertó a la población que se puso a salvo fuera de las edificaciones que terminaron por colapsar. En el caso de la Ciudad de México, además de la gran concentración urbana que padece, el subsuelo de la ciudad, que alguna vez fue parte de un lago, amplificó las ondas sísmicas y provocó el colapso selectivo de edificios con alturas alrededor de los 20 pisos.

Otro ejemplo más cercano lo constituyen los sismos del 7 y el 19 de septiembre pasados, con magnitudes respectivas de 8.1 y 7.1. Como sabemos, el impacto que tuvo sobre la Ciudad de México el sismo de 7 de septiembre fue mucho menor que el del 19 de mismo mes, a pesar de ser 30 veces más potente. Esto fue producto de la diferencia de distancias entre la ciudad y los epicentros de ambos terremotos. En efecto, el sismo del 19 de septiembre fue particularmente destructivo debido a que su epicentro se localizó apenas a 100 kilómetros de Ciudad de México, en contraste con el sismo de 7 de septiembre que tuvo su epicentro en el Océano Pacífico, cerca de la frontera de Chiapas y Oaxaca.

Al margen de lo anterior, el hecho es han ocurrido dos sismos de gran magnitud en un lapso de apenas doce días y esto ha llamado la atención de algunos expertos que se preguntan si habría habido alguna una relación entre ambos. Un estudio preliminar llevado a cabo por científicos de la compañía Temblor Inc., que puede consultarse en Internet, sin embargo, concluye que la distancia entre los epicentros de los sismos de los pasados 7 y 19 de septiembre es demasiado grande para que se hubiera dado esta relación. Fueron, pues, dos eventos independientes, si bien como resultado de la interacción de las mismas placas tectónicas.

Hay que recordar, por otro lado, que los sismos se producen al liberarse los esfuerzos que se generan por la interacción entre dos placas tectónicas. En el sureste de México esta interacción ocurre a lo largo de la costa del Océano Pacífico, desde Michoacán hasta Chiapas, entre la placa continental de Norteamérica y la placa de Cocos en el Océano Pacífico. Esta última está moviéndose hacia el este a razón de unos 6 centímetros por año, penetrando por debajo de la placa continental. Los expertos saben, además, que la placa de Cocos, después de un descenso inicial, penetra horizontalmente hacia el continente por unos 300 kilómetros y a partir de ahí desciende rápidamente.

Una característica que distingue al sismo del pasado 19 de septiembre es que su epicentro se localizó alejado de la costa del Océano Pacífico, en el punto en donde la placa de Cocos inicia su descenso rápido a una profundidad de 50 kilómetros, según los especialistas. Es decir, a cientos de kilómetros del punto en el Océano Pacífico en donde se encuentran las placas de Cocos y de Norteamérica en el Océano Pacífico, y a tiro de piedra del mayor centro urbano del país.

La Ciudad de México es así una ciudad atípica que concentra a una de las poblaciones más grandes del mundo y buena parte de la población de México. Una ciudad que se encuentra localizada a 2,000 metros de altura lejos del mar, y en un valle rodeado de montañas que agravan el problema de contaminación ambiental. Y, por si fuera poco, en un área de gran sismicidad y con un subsuelo que amplifica las ondas sísmicas, peligro del que la ciudad aparentemente no se hace cargo con el suficiente rigor. De otro modo, como es posible que después de la experiencia del sismo de 1985, después del pasado 19 de septiembre encontremos edificios completamente colapsados y rodeados de construcciones que sí lograron permanecer en pie.

Por cierto, después del sismo de Valdivia estuvo en peligro la organización de la copa mundial de futbol programada para llevarse a cabo en Chile dos años después. Afortunadamente, y de manera sorprendente, Chile logró superponerse a sus desventuras y organizó una copa memorable en la que incluso alcanzó el tercer lugar.

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