El primer laboratorio científico de la historia

Ventajas y desventajas



La semana que hoy termina la prensa dio cuenta del transporte de una carga de gas natural por el navío ruso Christopher Margerie de 300 metros de eslora entre los puertos de Hammerfest en Noruega y Boryeong en Corea del Sur. Dicho acontecimiento no tendría nada en particular si no fuera porque el viaje del navío ruso se llevó a cabo por el llamado Paso del Noreste, que corre desde el norte de Europa a lo largo de la costa ártica rusa y cruza hacia el Océano Pacífico a través del estrecho de Bering. El viaje, además, se realizó sin la ayuda de barcos rompehielos, pues el Christopher Margerie es un barco de construcción especial para la navegación en mares helados .

La ruta por el Paso del Noreste representa un ahorro de 30% en la duración del viaje entre Europa y Asia en comparación con la ruta a través del canal de Suez y por tanto resulta de gran atractivo comercial. Con anterioridad el Paso del Noreste no era practicable por los hielos árticos que lo obstruían. Esta situación está cambiando, sin embargo, por efecto del calentamiento global, que ha reducido los hielos árticos, tanto en volumen como en extensión, permitiendo la navegación durante los meses de mayor deshielo.

En una situación similar –si bien menos favorable en términos de navegabilidad– está el Paso del Noroeste que une a Europa con el océano Pacífico a través del ártico canadiense. Así, por ejemplo, el pasado año nos enteramos que el crucero turístico “Crystal Serenity” pudo realizar un viaje entre Alaska y Nueva York navegando a través del Paso del Noroeste aprovechando el deshielo de verano.

El Paso del Noroeste fue afanosamente buscado por los europeos desde el siglo XVI. De hecho, para algunos países como Inglaterra dicho paso era esencial en virtud de que las rutas por el sur, ya sea rodeando África o América del Sur, estaban monopolizadas por portugueses y españoles. El Paso del Noroeste fue finalmente descubierto en el siglo XIX, mucho más al norte de lo inicialmente esperado y bloqueado por los hielos árticos.

Una expedición de búsqueda de una vía navegable por el Paso del Noroeste que es históricamente notable fue la comandada por el inglés John Franklin que terminó en desastre. La expedición al mando de Franklin, que contaba con dos barcos, el HSM Erebus y el HSM Terror, y 105 hombres al mando de 24 oficiales, partió de la costa oeste de Groenlandia en el verano de 1845 y enfiló hacia el oeste con rumbo al estrecho de Lancaster. Las dificultades para avanzar, no obstante, forzaron a los expedicionarios a invernar en la isla de Beechey en donde murieron tres hombres de la tripulación.

Al fin del invierno la expedición enfiló hacia el sur. Con muy poca suerte, sin embargo, pues en septiembre de 1846 el Erebus y el Terror fueron atrapados por el hielo cerca de la isla Príncipe Guillermo, forzando a la tripulación a invernar por segunda ocasión. A partir de aquí no es claro cual fue el curso que siguieron los expedicionarios que habrían tenido que abandonar los barcos atrapados en el hielo y caminar hacia el sur para buscar salvarse. Desafortunadamente, no tuvieron éxito y todos murieron en el intento.

En septiembre del año pasado, un equipo de la fundación privada “Artic Research Foundation” descubrió los restos de “HMS Terror” sumergidos unos 24 metros en el agua, a unos 100 kilómetros al sur de donde se pensaba había quedado atrapado en el hielo. Dos años antes se habían encontrado también los restos del “HMS Erebus” sumergidos 11 metros en una posición todavía más al sur. Estos descubrimientos han puesto en duda la versión del abandono de los barcos una vez que fueron atrapados por el hielo y abre la posibilidad de que los tripulantes o parte de ellos hubieran intentado dirigirse hacia el sur a bordo de los mismos.

La historia de la desafortunada expedición de John Franklin pone en perspectiva la situación del Paso del Noroeste –y por extensión, el Paso del Noreste– hace apenas 150 años cuando era, si no inexpugnable, si con mucho comercialmente inviable para las condiciones ambientales y posibilidades tecnológicas de la época. Hoy en día la situación ha cambiado en forma marcada, no solamente porque la tecnología actual permite el tránsito de navíos en el ártico en condiciones ambientales que eran intransitables en el siglo XIX, sino porque las mismas condiciones ambientales se han modificado por el calentamiento global.

De este modo, en la medida en que se incremente la temperatura del planeta, las vías árticas del transporte se harán cada vez más atractivas y por tanto más congestionadas. Los expertos anticipan también que conforme se libere el Océano Ártico de los hielos y se expandan las vías de transporte marítimo se abrirán a la explotación recursos minerales de la región que hoy no son comercialmente viables. Se generarán así condiciones para incrementar la actividad industrial y en consecuencia generar una mayor contaminación ambiental y deshielo ártico.

Así, desde el punto de vista de la calidad de vida, el siglo XXI tiene ciertamente muchas ventajas sobre el siglo XIX. El libre tránsito por los pasos del noroeste y del noreste, sin embargo, no es una de ellas.

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