Hogar, dulce hogar

Sorpresas que da la ciencia



En un artículo publicado en 1864 en la revista The Quarterly Journal of Science, William King, profesor de Queens University en Irlanda, describe las características de los restos fósiles encontrados en 1857 en una cueva del Valle de Neander en Alemania, y concluye que el individuo al que pertenecieron tenía un cráneo, más cercano al de los simios que al de los humanos. Basado en esto sugiere que probablemente la capacidad intelectual del individuo en cuestión era similar a la de los simios. En particular, afirma que no habría tenido el intelecto suficiente para concebir la existencia de Dios ni para asumir obligaciones morales.

Para remachar sus argumentos, King apunta que sería difícil concebir humanos con una capacidad inferior al de los aborígenes de la islas Andamán, que clasifican todavía como humanos por la forma de su cráneo pero que en cuanto a intelecto están apenas por encima de los animales. No habría de este modo ninguna posibilidad de que los neandertales y su cráneo deforme alcancen la categoría humana.

Hoy, a 150 años de distancia, sabemos mucho más que King acerca de los fósiles del Valle de Neander. Para empezar, sabemos que pertenecen al llamado Hombre de Neandertal, que divergió de nuestra especie hace un medio millón de años y que hace unos 300,000 años emigró desde África hacia Europa y Asia. Físicamente, los neandertales eran de menor estatura, más fornidos y fuertes, y con extremidades más cortas en comparación con nuestra especie. Así, mismo, tenían un mentón reducido, una frente huidiza y huesos de las cejas prominentes.

Sin lugar a dudas los neandertales tenían un aspecto físico que los distinguía de nuestra especie –y seguramente escogeríamos no encontrarnos con alguno de ellos por la noche en un callejón sin salida–. No está claro, sin embargo, si en inteligencia se acercaban más a los simios a los humanos como sostenía King, pues su volumen craneal era igual o superior al nuestro –lo que seguramente lo habría sorprendido–. De hecho, los neandertales usaban herramientas, empleaban el fuego, eran cazadores y se cubrían con ropa. Incluso, algunos especialistas sostienen que enterraban a sus muertos y de que eran capaces de pensar en forma simbólica.

Los neandertales subsistieron en Europa hasta hace unos 30,000 años cuando se extinguieron como especie por razones que no son claras. Una hipótesis que se ha aventurado al respecto es que los neandertales no sobrevivieron al contacto con poblaciones de humanos, que llegaron de África a Europa hace unos 100,000 años, por su supuesta inferioridad intelectual. Una hipótesis alternativa, sin embargo, es que los neandertales no habrían podido sobrevivir al cambio climático que afectó a Europa durante la glaciación.

Cualquiera que haya sido la causa de la extinción de los neandertales, los especialistas tienen ahora pruebas de que, cuando menos en algunos casos, los encuentros entre éstos y los humanos fueron amistosos –o bien no con una intención puramente destructiva–. En efecto, sabemos ahora que las dos especies se cruzaron durante el tiempo en que coincidieron y que de esta cruza, el genoma de aquellos con ascendencia europea contiene un 2% de genes neandertales.

Aún más, un artículo publicado esta semana en la revista The American Journal of Human Genetics, por Michael Dannemann y Janet Kelso del Instituto Max Planck en Leipzig, Alemania, encuentra que hay rasgos humanos en la actualidad que están influenciados por ADN neandertal. Para su estudio Dannemann y Kelso emplearon datos de más de 100,000 individuos proporcionados por el UK Biobank Dicho banco de datos fue configurado mediante análisis genéticos y un cuestionario aplicado a voluntarios acerca de ellos mismos y que han llevado registro de su salud por tiempo largo.

Entre los rasgos que los investigadores encontraron asociados al ADN neandertal se encuentran el color de la piel, el color del pelo, los patrones de sueño, los estados de desánimo y el tabaquismo. El color de la piel y los patrones de sueño de los neandertales habrían estado determinados por su adaptación al clima de Europa con grandes cambios de iluminación solar a lo largo del año. En otros casos como el tabaquismo, dado que los neandertales presumiblemente no fumaban, la asociación es más difícil de explicar. Dannemann y Kelso, por otro lado, no encontraron una asociación entre el ADN neandertal y el color rojo del pelo, indicando que no habría habido neandertales pelirrojos.

De resucitar William King encontraría un mundo completamente diferente de aquel en el que le tocó vivir. Esto no solamente por el apabullante progreso tecnológico que ha alcanzado la civilización occidental –y ahora también la civilización oriental no europea– desde su muerte ocurrida en 1886, sino también por lo fuera de época que resultan los comentarios, supuestamente científicos pero marcadamente prejuiciados, expresados en su artículo sobre los fósiles neandertales. Y, por supuesto, habría que ver su reacción de sorpresa al enterarse que él mismo es 2% neandertal.

Comentarios