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Energía de más



El cambio climático y calentamiento global que está sufriendo nuestro planeta es un tema de preocupación tanto para especialistas como para legos en la materia. Es el caso, por ejemplo, de Jessie Diggins, miembro de equipo de ski de los Estados Unidos que está compitiendo en los juegos olímpicos de invierno que se inauguraron el pasado viernes en Corea del Sur. En una entrevista aparecida hace unos días en el periódico “New York Times”, Diggins se queja de que la temporada de nieve en las pistas de ski en los Estados Unidos en cada vez más corta en la medida en que avanza el cambio climático. Habiendo crecido en Afton, un pueblo del estado de Minnesota, Diggins aprendió a esquiar desde niña y está preocupada por la posibilidad de que sus hijos no tengan la misma oportunidad.

Hay también expertos preocupados por el proceso de calentamiento global que podría tener, en su opinión, efectos desastrosos sobre el clima del planeta. Como sabemos, el calentamiento global es resultado de la emisión creciente de gases de invernadero a la atmósfera por el uso de combustibles fósiles. Dada esta situación, es entonces imperativo moderar el uso de dichos combustibles e incentivar el uso de las energías renovables no contaminantes.

Se ha propuesto que una vía para lograr lo anterior es la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles –que se aplican tanto en su producción como en su consumo– cuyo precio quedará así determinado por su valor de mercado. El razonamiento en que se apoya dicha propuesta es muy simple: si se eliminan los subsidios a los combustibles fósiles –por ejemplo, a la gasolina – se encarecerán y por tanto se reducirá su consumo.

Un artículo aparecido el pasado 8 de febrero en la revista “Nature”, sin embargo, concluye que las cosas no son así de simples. Dicho artículo fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezados por Jessica Jewell del “International Institute for Applied System Analysis”, con sede en Laxenburg, Austria.

Según Jewell y colaboradores, si bien desaparecer los subsidios a los combustibles fósiles podría resultar en una reducción de su demanda neta a nivel global, y a una consecuente reducción en la emisión de contaminantes atmosféricos, el éxito sería sólo modesto. En efecto, según los investigadores, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles resultaría en una reducción a nivel global entre el 0.5% y el 2% del total de dióxido de carbono emitido a la atmósfera, y esto queda lejos de los compromisos establecidos en la cumbre climática de París de 2015.

La reducción en la demanda de energía, además, dependerá de la región del mundo que se considere. Será mayor en los países de Medio Oriente, el norte de África y América Latina, que tienen altos niveles de subsidios, pero mucho menor en Europa y los Estados Unidos. Por otro lado, habrá países, particularmente de África, en los que podría haber incluso un incremento en la emisión de contaminantes atmosféricos por la sustitución del petróleo o el gas por carbón, que actualmente goza de menores subsidios y cuya combustión produce una mayor contaminación atmosférica.

De estar Jewell y colaboradores en lo correcto, la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles no constituye por sí sola una solución para limitar la emisión de contaminantes atmosféricos. Los investigadores apuntan, además, que en los países no desarrollados dicha eliminación debería de ir acompañada por medidas adicionales para proteger a la población de menores recursos que resultaría particularmente afectada.

Por otro lado, en un artículo de opinión publicado en “Nature” juntamente con el artículo de Jewell y colaboradores, Ian Parry del Fondo Monetario Internacional argumenta que los precios de los combustibles no solamente deben atender a sus costos de producción, sino que deben también reflejar las consecuencias de su uso, incluyendo el calentamiento global y otras consideraciones medioambientales como las muertes por contaminación, las congestiones de tráfico y las muertes por accidentes en las carreteras.

Ciertamente, dados los problemas que han resultado del uso que le hemos dado a los combustibles fósiles, su precio debería en principio reflejar todas las calamidades que ha causado, desde poner en peligro los campos de esquí –que por lo demás, estaríamos de acuerdo, no sería de las más graves–, hasta provocar caos viales en los centros urbanos y afectar gravemente el clima de planeta. En la práctica, sin embargo, no es claro cómo dar a los combustibles un precio justo en este contexto, al mismo tiempo que brindamos protección a la población de menores recursos en países como el nuestro. Asumiendo, por supuesto, que la demanda de combustibles puede ser controlada por el precio que le asignemos, suposición que debe ser evaluada a la luz de los resultados de Jewell y colaboradores.

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