El primer laboratorio científico de la historia

Noticias falsas



El día primero de septiembre de 1923 fue un mal día para el Japón: a las 11:58 a.m. un terremoto de magnitud 7.9 seguido de un tsunami con olas de 10 metros de altura golpearon a las ciudades de Tokio y Yokohama. Según el sitio de internet del Instituto Smithsoniano, alrededor de 140,000 personas murieron, tanto en los primeros momentos del terremoto como por los incendios y tormentas de fuego que le siguieron.

Durante la confusión que provocó el terremoto de Tokio se esparcieron rumores falsos según los cuales los coreanos residentes en la ciudad estaban realizando actos de pillaje y provocando incendios de manera intencionada. Entre otras falsedades, los coreanos fueron también acusados de envenenar los pozos de agua potable que abastecían a la ciudad. Como resultado, más de 6,000 coreanos fueron asesinados por la policía, los soldados, o por grupos organizados de civiles japoneses. Con la circunstancia, además, de que algunos japoneses corrieron con la misma suerte al ser confundidos con coreanos.

Como sabemos, la difusión de noticias falsas, por ignorancia o con propósitos definidos, ha sido una constante a lo largo de la historia de la civilización. Y lo sigue siendo en la actualidad –aunque no necesariamente con consecuencias tan dramáticas en pérdidas de vidas como las de Tokio en 1923– con la ayuda, además, de las nuevas tecnologías de comunicación vía internet que, entre otras cosas, permiten la diseminación de noticias falsas desde sitios que aparentan tener la misma seriedad que otros sitios de medios de comunicación reputados.

Con el objeto de investigar cómo difiere la dinámica de la difusión de información verdadera de aquella que es falsa, tres investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts encabezados por Sinan Aral, llevaron a cabo un estudio con alrededor de 126,000 mensajes retrasmitidos en Twitter por 3 millones de personas un total de 4.5 millones de veces, durante los años 2006 y 2017. Las noticias incluidas en el estudio fueron clasificadas con verdaderas o falsas empleando la información proporcionada por 6 empresas dedicadas a la comprobación de hechos. Dichas empresas estuvieron de acuerdo en sus apreciaciones en un 95-98% de casos. Los resultados de este estudio fueron publicados esta semana en la revista “Science”.

Aral y colaboradores investigaron el número de veces que un tuit es retrasmitido y el número de personas que lo reciben. De manera interesante, encontraron que las noticias falsas se diseminan con una mayor amplitud y rapidez que las noticias verdaderas. Así, mientras que menos de un 0.1% de las noticias verdaderas alcanzaron a llegar a 1,000 usuarios, alrededor de un 1% de las noticias falsas alcanzaron el mismo número de personas. Igualmente, una noticia verdadera tardó seis veces más tiempo que una noticia falsa en alcanzar a 1,500 usuarios.

Con el objeto de determinar si los bots –o sitios en los que de manera automática se reproduce un mensaje– son responsables de la velocidad de difusión y penetración de las noticias falsas, Aral y colaboradores eliminaron los tuits originados en sitios bot empleando sofisticadas técnicas de detección. Los resultados obtenidos, sin embargo, no se modificaron, lo que implica que los culpables de la mayor diseminación de noticias falsas no son las computadoras sino los humanos.

Todo lo anterior es particularmente cierto de las noticias falsas con contenido político, que Aral y colaboradores encuentran viajan más rápido y alcanzan más usuarios de Twitter que cualquier otra categoría de noticias falsas. En efecto, los investigadores encuentran que las noticias políticas falsas llegan a 20,000 usuarios seis veces más rápido que lo que les toma a otras noticias falsas alcanzar a 10,000 receptores.

¿Cuál es la razón por la que las informaciones falsas viajan más rápido que las verdaderas? Aral y colaboradores descartan que la explicación resida en que los tuiteros proclives a diseminar falsedades tengan más seguidores, pues encuentran que sucede justamente lo contrario. En lugar de esto, basan su explicación en la novedad de la noticia a trasmitir, que hacen notar es mayor para las noticias falsas que para las verdaderas, y que provoca emociones de sorpresa y disgusto que impulsan al tuitero a compartirlas.

La novedad de la información y las emociones que provocan serán entonces las impulsoras de las noticias falsas, al menos según Aral y colaboradores. Por otro lado, si bien por si mismas las noticias falsas no son ninguna novedad, en los tiempos actuales de mundos virtuales, redes sociales y comunicación instantánea adquieren una nueva dimensión que apenas se está empezando a explorar. Pasará así algún tiempo antes de que se clarifique cómo se propagan las falsedades y se desarrollen métodos para combatirlas. En tanto esto sucede, lo más prudente es aplicar el sentido común y pensarlo dos veces antes de retransmitir un mensaje hacia el ciberespacio. Sobre todo si el mensaje en cuestión tiene una carga política.
























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