El primer laboratorio científico de la historia

Una luz en el camino



En estos días de Internet y teléfonos inteligentes muchas personas han hecho rutina el uso del servicio que proporciona el Sistema de Posicionamiento Global o GPS para localizar y llegar a una dirección determinada. Si bien la irrupción del GPS para estos propósitos ha sido repentina, su adopción ha resultado natural entre los nativos digitales. No ha sido el caso, en cambio, para muchos de los que no nacimos rodeados de computadoras.

Y mucho menos lo sería para aquellos que pasaron por este mundo hace siglos cuando el GPS hubiera sido algo inconcebible. Pensemos en los navegantes trasatlánticos – por ejemplo, Cristóbal Colón– que mantuvieron el rumbo en el mar mediante observaciones de la posición del sol y haciendo uso de la brújula.

Al respecto, un caso interesante –y sorprendente como veremos en lo que sigue– es el de los vikingos, que viajaron regularmente por el Atlántico norte en los siglos X-XII, desde Noruega hasta Islandia y Groenlandia. Llegaron incluso hasta a la isla de Terranova en el norte del Canadá 500 años antes que Colón. Por esto último, según algunos autores, los vikingos serían los verdaderos descubridores de América –con permiso, por supuesto, de los ocupantes originales del continente americano, que cruzaron desde Siberia a Alaska bastante tiempo antes y que podrían protestar con toda justicia.

Un aspecto notable de los viajes de los vikingos es que los hicieron sin emplear la brújula, que no apareció en Europa sino hasta el siglo XIII. Así, se habrían orientado por medio de la posición del sol. No queda claro, sin embargo, cómo habrían procedido en los días nublados.

Con respecto a esto último, una hipótesis que se ha manejado desde hace algunas décadas es que los vikingos habrían orientado sus viajes por medio de ciertas rocas o cristales que tienen una propiedad conocida como birrefringencia. Esta propiedad hace que dichos cristales –por ejemplo, la calcita, de la cual existen depósitos en Islandia y por tanto estuvo al alcance de los vikingos– produzcan una imagen doble de un objeto visto a través de los mismos. Esta imagen doble está asociada a lo que se conoce como polarización de la luz para la cual existen dos posibilidades.

Para mayor explicación, debemos primero mencionar que la luz es un cierto tipo de onda, tal como la que se produce en una cuerda a la que fijamos un extremo y agitamos el otro de arriba a abajo de manera periódica. La onda generada de esta manera tiene una polarización vertical. Podríamos, igualmente, agitar el extremo de la cuerda de izquierda a derecha, de donde resultaría una onda con polarización horizontal. Las dos imágenes que produce un cristal de calcita están asociadas a las dos polarizaciones de la luz. Es decir, la calcita tiene la habilidad de separar estas dos polarizaciones y por tanto se puede emplear como un detector de polarización.

¿Cómo se conecta todo esto con los viajes de los vikingos? La conexión resulta por el hecho que la luz del cielo está polarizada en forma de círculos con el sol en el centro. De este modo, midiendo la polarización de la luz del cielo es posible en principio determinar la posición del sol oculto por la nubes. De este hecho es de lo que, según la hipótesis, se habrían valido los vikingos para orientar su navegación. Para determinar la polarización de la luz del cielo habrían empleado cristales de calcita o alguno equivalente. La hipótesis, sin embargo, tiene detractores que consideran que la precisión con que los vikingos pudieron haber hecho sus mediciones de polarización no era lo suficientemente buena para que tuvieran utilidad práctica.

No fue necesariamente el caso, según un artículo publicado esta semana en la revista Royal Society Open Science por Dénez Száz y Gabor Horváth de Loránd University en Hungría. Para evaluar las posibilidades reales de que los vikingos hubieran podido viajar entre Noruega y Groenlandia sin una brújula, Száz y Horváth simularon por medio de una computadora viajes entre estos dos destinos, con diferentes grados de nubosidad y durante el solsticio de verano y el equinoccio de primavera. Simularon un total de 1,000 viajes con una duración de tres semanas cada uno. Asumieron que los navegantes fijaron la dirección norte a intervalos regulares de 1 a 6 horas, determinando la posición del sol invisible por medio de varios tipos de cristales birrefringentes, incluyendo cristales de calcita.

De sus simulaciones, Száz y Horváth encuentran que con determinaciones de la posición del sol a intervalos de 1 a 3 horas los vikingos habrían alcanzado éxito en el 90-100% de los casos. En otras ocasiones se desviaron hacia el sur sin alcanzar Groenlandia. Habrían, sin embargo, arribado a la isla de Terranova y en este respecto los autores especulan si no fue esta la razón por las que los vikingos llegaron a tierras americanas. Los investigadores son, sin embargo, cautos y apuntan que sus estudio debe ser complementado por otros de mayor amplitud.

Por lo pronto, Száz y Horváth apoyan con sus resultados la hipótesis según la cual los vikingos usaron técnicas sofisticadas para determinar la posición del sol cuando está oculto por la nubes. Esto, ciertamente, no está nada mal para haber sido hecho hace mil años. Y resulta, sin duda, sorprendente incluso para los nativos digitales.

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