Hogar, dulce hogar

Oscuras motivaciones



Es sin duda sorprendente enterarnos que del total de cráneos humanos del periodo Neolítico que han sido descubiertos, de un 5% a un 10% muestran trepanaciones llevadas a cabo con pacientes vivos. ¿Qué motivos tuvieron nuestros ancestros hace miles de años para llevar a cabo este tipo de prácticas? Con un notable éxito, además, pues lograron que el paciente sobreviviera en un porcentaje significativo de casos.

Una posible respuesta a la pregunta anterior nos la ofrece Plinio Prioreschi en su obra “A History of Medicine”. De acuerdo con Prioreschi, el hombre del Neolítico no tenía de ninguna manera los conocimientos suficientes para entender los beneficios médicos que una trepanación podría haber tenido. Además, no concebía a la muerte como parte de la condición humana sino como producto de un hecho de violencia. Así, la muerte podría sobrevenir por un flechazo en el abdomen o un garrotazo en la cabeza.

A las heridas en la cabeza, sin embargo, el hombre del Neolítico las habría puesto en una categoría diferente a la de las heridas en otras partes del cuerpo. La razón para esto es que, dependiendo de su magnitud, un golpe en la cabeza podría provocar sólo una pérdida temporal del conocimiento que el hombre primitivo no distinguía de la muerte. De este modo, ante la recuperación de la conciencia del desmayado, a los ojos del hombre del Neolítico la muerte por un golpe en la cabeza podía ser reversible, que no era ciertamente el caso de otro tipo de heridas. Vista así, la cabeza ocupa un lugar especial en el cuerpo.

De manera adicional, la muerte podría sobrevenir por una enfermedad que era concebida como debida a la influencia de malos espíritus o la ausencia de los benignos, mismos que habría que expulsar o admitir al cuerpo según fuera el caso. Y dada su posición especial en el cuerpo, la cabeza era el canal natural para lograrlo. De este modo, concluye Plinio Prioreschi, las trepanaciones en la cabeza en el periodo Neolítico tenían el propósito de expulsar a los malos espíritus del cuerpo –o permitir la entrada de los buenos– con el fin de curar una enfermedad.

En cualquier caso, y al margen de las especulaciones de Prioreschi, lo que sí es un hecho es que desde hace miles de años se practican trepanaciones de cráneos. Con notable éxito, además, como lo discute un artículo aparecido esta semana en la revista World Neurosurgery, publicado por un grupo de tres investigadores encabezado por David Kushner de la University of Miami. En dicho artículo, se reporta el resultado de una investigación de cráneos prehistóricos con trepanaciones, descubiertos en regiones costeras y montañosas de Perú.

Kushner y colaboradores estudiaron más de 800 cráneos que corresponden a un periodo de casi 2,000 años, desde al año 400 antes de la era cristiana hasta el año 1,500 de nuestra era. Entre otros aspectos, los investigadores buscaron determinar si las operaciones de trepanación estuvieron asociadas a la existencia de traumas craneanos previos, así como determinar los porcentajes de supervivencia de los pacientes basados en la sanación de los cortes de hueso.

Para este último propósito dividieron los cráneos estudiados en tres grupos. En un primer grupo se incluyeron aquellos que no mostraron ninguna evidencia de evolución del corte de hueso, indicando que el paciente murió durante la operación o pocos días después. En un segundo grupo se incluyeron los casos de recuperación moderada con una supervivencia del paciente por algunas semanas. Finalmente, en un tercer grupo se incluyeron las trepanaciones en las que los bordes de los cortes presentan una remodelación extensiva y son estos los que se consideran los casos de éxito y supervivencia a largo plazo.

Como resultado de su estudio, Kushner y colaboradores encontraron que en la costa peruana, entre los años 400-200 antes de nuestra era, el 10.3% de los casos estuvieron asociados a una fractura por traumatismo craneal y tuvieron una supervivencia a largo plazo del 40%. En las montañas centrales de Perú, entre los años 1,000-1,400 de nuestra era, el 26% de casos estuvieron asociados a fracturas craneales y la supervivencia fue del 53%. Finalmente, en la región de Cuzco durante el imperio Inca, entre los años 1,400 y mediados de 1,500, se tuvo una supervivencia del 75-83% y sólo el 11.9% de las trepanaciones se hicieron asociadas a una fractura craneal previa.

De la investigación de Kushner y colaboradores se concluye que solamente un porcentaje minoritario de trepanaciones se hicieron por fracturas craneales previas y que la supervivencia de dichas operaciones alcanzó valores asombrosos para la época, dando fe de la habilidad y conocimientos anatómicos de los cirujanos incas. ºDe hecho, como lo discuten Kushner y colaboradores, los porcentajes de supervivencia que alcanzaron los incas en las operaciones de trepanación en los siglos XV y XVI es el doble de los correspondientes porcentajes durante la guerra civil norteamericana en el siglo XIX.

No queda claro, sin embargo, cuáles fueron las motivaciones principales de los incas para practicar las trepanaciones. ¿Buscaban facilitar la entrada al cuerpo de los espíritus benignos o expulsar a los malignos? Si este fuera el caso, la habilidad de los cirujanos peruanos no fue empleada de la mejor manera y a más de un inca le tocó arreglárselas con una innecesaria perforación en el cráneo. Lo cual, por supuesto, no habría sido culpa de los cirujanos sino resultado de la época que les tocó vivir.

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