El primer laboratorio científico de la historia

Un futuro incierto



¿Considera usted que ha cambiado el clima en la ciudad de San Luis Potosí en las últimas décadas? En particular, ¿considera que hoy en día hay más días calientes que los que había hace veinte años? Si así piensa estaría de acuerdo con el Climate Impact Lab, una organización que agrupa a especialistas en la ciencia del clima de la Universidad de California, Berkeley, la Universidad de Chicago y la Universidad Rutgers.

En efecto, de acuerdo con un análisis del Climate Impact Lab, mientras que en 1985 esperaríamos que hubiera en San Luis Potosí unos 2 días al año en los que la temperatura ambiente alcanzara o superara los 32 grados centígrados, en la actualidad debemos esperar que haya unos 12 días al año con estas temperaturas. Además, el número de días calientes en San Luis Potosí continuará en aumento por el resto del siglo, de modo que en 80 años podemos esperar unos 40 días con temperaturas de al menos 32 grados centígrados. Toda esta información está disponible en una página interactiva de internet del periódico New York Times.

El crecimiento progresivo del número de días calientes es, por supuesto, consecuencia del cambio climático que está sufriendo el planeta por la emisión de gases de invernadero a la atmósfera. Además, de crecer dichas emisiones los números podrían ser peores y todo apunta a que esto último será el caso.

Así, por ejemplo, los Estados Unidos, el segundo mayor emisor de gases de invernadero después de China, se retiró el pasado año del acuerdo alcanzado por 196 países en la cumbre climática de París de 2015. El acuerdo busca limitar el incremento de la temperatura global en 1.5 grados centígrados con respecto a sus valores pre-industriales de hace doscientos años. Cabe hacer notar, no obstante, que dicho aumento hoy en día alcanza casi un grado centígrado y podría alcanzar el límite de 1.5 grados pretendido por el acuerdo de París en los próximos 5 años. Esto, de acuerdo a la oficina meteorológica del Reino Unido.

La actitud del gobierno federal de los Estados Unidos con respecto al cambio climático, por otro lado, contrasta con la del estado de California que ha emitido leyes que buscan limitar de manera drástica la emisión de gases de invernadero. En este respecto, la legislatura de California aprobó el pasado martes una ley que obliga a que para el año 2045 el 100% de la electricidad que se genere en el estado sea por fuentes que no emitan contaminantes atmosféricos. En un horizonte temporal más cercano, para el año 2026 el 50% de la electricidad debe ser obtenida por este tipo de fuentes.

El calentamiento global es, ciertamente, un problema cuya solución debe encontrarse con el concurso de todos los países del mundo, particularmente los industrializados. El ejemplo de California, sin embargo, es importante porque es la quinta economía del mundo –sólo superada por los Estados Unidos, China, Japón y Alemania– y es un terreno fértil para el desarrollo de tecnologías y estrategias de trascendencia global.

En California la electricidad es generada en un 43% por plantas termoeléctricas que consumen gas natural, mientras que las energías renovables generan alrededor de un 30%. El porcentaje restante se genera fundamentalmente en centrales nucleares y grandes centrales hidroeléctricas. Las energías renovables incluyen las pequeñas centrales hidroeléctricas, la biomasa, la geotérmica, la eólica y la solar.

La energía eólica contribuye con poco más del 6% de la electricidad generada en California. La energía solar, por su parte, si bien su contribución era prácticamente inexistente en 2008, a partir de esa fecha creció de manera sostenida hasta alcanzar un 12%.

Dado que los paneles solares y las turbinas eólicas no generan gases de invernadero durante su operación, resultan fuentes de energía muy atractivas para atacar el problema climático. En particular, los paneles fotovoltaicos generan electricidad de manera directa a partir de la energía del sol por lo que resultan ser quizá la una opción más natural.

Las energías solar y eólica, sin embargo, tienen el inconveniente de su intermitencia. Así, la energía solar no está disponible durante la noche y su intensidad puede disminuir sustancialmente en días nublados, además de que varía de manera importante a lo largo del año dependiendo de la latitud. De este modo, para proporcionar un flujo estable de energía eléctrica es necesario complementar a los paneles solares y a las turbinas eólicas con medios de almacenamiento de energía. Las baterías eléctricas son el medio natural para este propósito. Dichas baterías, sin embargo, son costosas y tienen una corta vida de operación.

En estas circunstancias, las plantas fotovoltaicas y eólicas tienen que ser complementadas con medios tradicionales de generación de energía eléctrica con el fin de proporcionar electricidad cuando los paneles solares o las turbinas eólicas no pueden hacerlo. De este modo, los expertos auguran que alcanzar un 100% de generación de energía eléctrica por fuentes libres de contaminación ambiental será excesivamente costoso, al menos con las tecnologías actuales de almacenamiento de energía.

Por lo demás, posiblemente todas estas consideraciones serían intrascendentes en las décadas por venir de no tomar el mundo el ejemplo de California e implementar acuerdos globales efectivos para combatir el cambio climático. Y dados los peores augurios, nuestros descendientes tendrían que acostumbrarse a vivir entre olas de calor. Lo mismo que de frío, pues el calentamiento global provoca eventos climáticos extremos en múltiples direcciones.

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