El primer laboratorio científico de la historia

Una ojeada al pasado



En 1962 se descubrieron cerca de la ciudad de Niederstotzingen en el sur de Alemania, 12 tumbas que contenían esqueletos humanos y restos de caballos y objetos de origen geográfico diverso, incluyendo armas y armaduras, joyería y equipo para montar. El cementerio funcionó como tal entre los años 580 a 630 de nuestra era, en una región que en esa época estaba ocupada por tribus alamanas. Dichas tribus se encuentran entre las tribus germánicas que entraron en conflicto con los romanos en los siglos III y IV d.C.

En el año 496 d.C. los alamanes fueron derrotados por Clodoveo I, rey de los francos, e incorporados al reino franco. Y es en este contexto que los expertos interpretan el hallazgo de Niederstotzingen.

Para mayor explicación y según los especialistas, bajo la influencia franca los alamanes llevaron a la práctica la construcción de tumbas ostentosas en las que se enterraba no solamente a los miembros de una familia directamente emparentados entre sí, sino también a individuos con una relación cercana pero no consanguínea. Y esto es lo que reflejan los resultados de una investigación publicados esta semana en la revista Science Advances por un grupo internacional de investigadores encabezado por Niall O’Sullivan del instituto de investigación privado EURAC Research, con sede en Bozen-Bolzano en el norte de Italia.

Según O’Sullivan y colaboradores, la serie de tumbas descubiertas en Niederstotzingen contiene un total de trece esqueletos humanos –diez adultos y tres infantes– distribuidos en 7 tumbas individuales y 2 tumbas colectivas con tres esqueletos cada una. Todas las tumbas están distribuidas en un área de aproximadamente 15x15 metros cuadrados y de esto se infiere que los restos humanos que contienen corresponden a individuos que en vida tuvieron una relación cercana. Esto sería, por supuesto, particularmente cierto de las tumbas colectivas.

El análisis genético llevado a cabo por O’Sullivan y colaboradores muestra que de los ocho individuos para los cuales se pudo obtener suficiente información genética cinco estaban emparentados al menos en segundo grado. En contraste, dos individuos de una de las tumbas colectivas y un tercero de la otra no tenían ninguna relación de parentesco con el grupo. Esto implica que la posición de un individuo dentro de la familia a la que pertenecía dicho cementerio no dependía del grado de consanguinidad que guardara con los demás miembros de la familia.

Esto último, y de acuerdo con O’sullivan y colaboradores, está en concordancia con la peculiar estructura de una sociedad alamana según la cual la posición social de un individuo dependía del número de seguidores que lograba reclutar, fueran o no fueran éstos familiares suyos. El concepto de familia resulta así extendido y un individuo para fortalecerse buscaba reclutar a tantos seguidores como le fuera posible.

O’Sullivan y colaboradores, por otro lado, se preguntan por la manera de cómo se habrían integrado a la familia del cementerio de Niederstotzingen los miembros no emparentados y especulan que podría haberse tratado de rehenes incorporados al grupo cuando niños para ser entrenados como guerreros. Esto, sin embargo, esto es sólo una mera conjetura pues no existen suficientes evidencias que lo prueben.

Desde un punto de vista genético, los investigadores encuentran de los individuos enterrados en el cementerio de Niederstotzingen se dividen en dos grupos. Un primer grupo con un genoma que se acerca al de las poblaciones modernas del norte y este de Europa, y un segundo grupo que se acerca más a las poblaciones mediterráneas.

Por otro lado, a partir de estudios de la concentración de isótopos en los dientes O’Sullivan y colaboradores pudieron determinar el lugar en donde crecieron los individuos cuyos restos fueron encontrados en Niederstotzingen. Así, se determinó que todos crecieron en la localidad, con la excepción de dos cuya concentración de isótopos indica que crecieron en una región de mayor altitud.

De manera interesante, uno de estos dos individuos fue enterrado en una de las tumbas comunes, juntamente con individuos que sí crecieron en la localidad. Es decir, el ser extranjero no era impedimento para pertenecer a una familia con todas las prerrogativas de los otros miembros, incluso la de ser enterrado en una tumba común.

La apertura de las familias para incorporar miembros al margen de consideraciones de sangre y de bagaje cultural que se desprende del estudio del cementerio Niederstotzingen resulta sin duda sorprendente en estos días de cerrazón e intolerancia hacia personas culturalmente diferentes. Y en este respecto, podríamos quizá afirmar que como sociedad hemos retrocedido con respecto a la situación prevaleciente hace 1,400 años. Aunque, por supuesto, hay de males a males y con toda seguridad, de dársele la opción, nadie escogería vivir en los tiempos del cementerio de Niederstotzingen.

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