Hogar, dulce hogar

Dos lecciones



Aunque de todo hay en la viña del Señor, quizá estaríamos de acuerdo en que el clima que sufrimos en los días pasados estuvo lejos del que habríamos escogido de habérsenos dado la oportunidad. Afortunadamente, la onda gélida se ha retirado, aunque con seguridad habremos de sufrir más episodios de frío en lo que resta de la temporada invernal que apenas empieza.

En esta perspectiva, tenemos la esperanza de que algo de consuelo nos traerá saber que si bien de aquí a la llegada de la primavera nos esperan algunos días fríos, posiblemente no lo serán más que otros que ocurrieron en tiempos pasados. En particular, en el año 536 de nuestra era, que es considerado por Michael McCormick, del Departamento de Historia de la Universidad de Harvard, como “el inicio de uno de los peores periodos para estar vivo, si no el peor año”. Esto, de acuerdo a un artículo de divulgación aparecido esta semana en la revista “Science”.

¿Se justifica la opinión de McCormick? Juzgue usted. De acuerdo con “Science”, en el año 536 una misteriosa niebla sumergió en la oscuridad a Europa, el Medio Oriente y partes de Asia por 18 meses. Como consecuencia, las temperaturas en el verano de ese año cayeron entre 1.5 y 2.5 grados centígrados, iniciando la década más fría en los pasados 2,300 años. Entre otras cosas, esto trajo nevadas en China durante el verano, y afectaciones a la agricultura en Europa con las hambrunas consecuentes. Y, para complementar el desastre climático, se desató en el año 541 la epidemia de peste bubónica conocida como Plaga de Justiniano, que diezmó –en realidad, estrictamente más que eso– a la población del Imperio bizantino.

La niebla que oscureció a Europa en el año 536 ha sido atribuida a una erupción volcánica de gran magnitud ocurrida en Islandia. A esta conclusión llegó un equipo de investigadores encabezado por McCormick y Paul Majewski, este último de la Universidad de Maine, mediante un estudio de muestras de hielo recogidas del glaciar Colle Gnifetti en los Alpes suizos.

¿Cómo pueden los glaciares darnos cuenta de acontecimientos ocurridos siglos atrás? Es posible dado que los glaciares acumulan hielo a lo largo del tiempo, el cual atrapa partículas y sustancias químicas suspendidas en la atmósfera –generadas, por ejemplo, por una erupción volcánica–, que son llevadas hasta ahí por las corrientes atmosféricas. La presencia de dichas sustancias a una determinada profundidad en el hielo revela entonces su presencia en un tiempo pasado.

Así, el estudio del hielo de los glaciares puede revelar acontecimientos ocurridos en tiempos remotos en la medida que éstos hayan generado sustancias que a su vez hayan sido expelidas a la atmósfera y transportadas hacia un glaciar. Los expertos pueden fechar un determinado acontecimiento por la profundidad en la capa de hielo en la cual aparecen sus huellas; esto, a partir de conocer la velocidad con la que dicha capa se formó a lo largo de los siglos.

McCormick y colaboradores estudiaron muestras de hielo del glaciar Colle Gnifetti con una técnica de gran precisión que les permitió concluir que en los primeros meses de 536 ocurrió un erupción volcánica que dispersó cenizas hasta dicho glaciar. Dicha erupción sería entonces el principal sospechoso de causar la oscuridad que asoló a Europa por 18 meses con las catastróficas consecuencias descritas.

Por otro lado, y a pesar de la magnitud del desastre climático, sus consecuencias fueron superadas en un lapso de cien años de acuerdo con McCormick y colaboradores. Esto también está escrito en los hielos del glaciar Colle Gnifetti. En este caso, no por huellas de cenizas volcánicas, sino por evidencias de contaminación atmosférica por plomo.

La anterior se discute en un artículo publicado en la revista “Antiquity” por McCormick y colaboradores, en el que se reporta un estudio llevado a cabo con muestras de hielo del glaciar Colle Gnifetti. Entre otros resultados, los investigadores encontraron que la contaminación atmosférica por plomo se incrementó sustancialmente en el año 640 de nuestra era.

McCormick y colaboradores atribuyen el incremento en la contaminación atmosférica por plomo a un aumento sustancial en las actividades mineras para la extracción de plata a partir de minerales de galena que contienen plomo. La plata era destinada a la fabricación de moneda y el aumento en su producción revela un incremento en las actividades mercantiles. Indica por tanto una recuperación de la economía europea de la calamidad climática.

Lo aquí relatado nos enseña dos cosas. En primer lugar, que la historia del mundo puede leerse en sitios sorprendentes y hasta hace poco tiempo insospechados. Nos enseña también que nuestros antepasados sufrieron de fríos y rigores climáticos considerablemente más severos que los que nosotros podemos padecer en esta ciudad, y que a pesar de esto sobrevivieron como civilización y como especie. Aunque, pensándolo mejor, esto último posiblemente no nos sirva de gran consuelo en medio de una onda gélida.

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