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El 2 de octubre de 2017, un laboratorio italiano, parte de la red de laboratorios europeos para el monitoreo de isótopos radiactivos, detectó la presencia del isótopo rutenio-106 en la atmósfera, aunque en concentraciones que no amenazaban la salud de la población italiana. Más tarde, ese mismo día, se reportaron hallazgos similares por otros laboratorios en Austria, Noruega y la República Checa, y en los siguientes días en otros países europeos.
El rutenio-106 es un isótopo radiactivo que tiene una vida media de poco más de un año -lo que significa que en este lapso su actividad radioactiva se reduce a la mitad-. Se produce durante la desintegración artificial del uranio-235 y su presencia en la atmósfera europea era una indicación de que en algún lugar -en esos momentos no identificado- se había liberado una cantidad considerable de dicho isótopo.
Se aventuraba que la liberación de rutenio-106 podría haberse producido en la instalación nuclear rusa de Mayak, localizada en el sur de los Montes Urales. Esto fue negado por las autoridades rusas sobre la base de que no se habían medido niveles altos de contaminación alrededor de dicha instalación. En su lugar, sugirieron que la contaminación radioactiva podría obedecer a la desintegración, al reentrar a la atmósfera, de un satélite equipado con un generador de energía nuclear basado en rutenio-106. Por falta de suficientes datos, sin embargo, no se estableció de manera concluyente el origen de la nube de rutenio-106 detectada sobre los cielos europeos, misma que permaneció en el misterio.
Hasta ahora, si hemos de creer a un artículo aparecido el pasado 26 de julio en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” de los Estados Unidos, el cual pretende haberlo desvelado. Dicho artículo fue publicado por un equipo internacional de investigadores encabezado por Oliver Masson y Georg Steinhauser, del Instituto de Radioecología y Protección Radiológica en Francia y de la Universidad Leibniz Hannover en Alemania, de manera respectiva.
En su artículo, Masson y Steinhauser hacen una recopilación de información de la red europea de monitoreo de isótopos radiactivos y de bancos de datos de diferente origen, incluyendo bancos de la Federación Rusa. En su análisis, los investigadores consideraron más de 1,100 mediciones de contaminación atmosférica y 200 mediciones de contaminación a nivel del suelo. Todo esto, en 330 localidades de muestreo y cubriendo un periodo de tiempo desde finales de septiembre de 2017 hasta mediados de octubre del mismo año.
Sobre la base de su análisis, Masson y colaboradores, descartan que la contaminación de rutenio-106 pudiera haberse debido a la mezcla accidental de material radiactivo en una fundición de metales. Esto ya ha ocurrido en ocasiones anteriores, incluyendo el recordado caso de contaminación de varilla de construcción con cobalto-60 que ocurrió en México a finales de 1983. En el caso de contaminación con rutenio-106 resulta poco probable, concluyen los investigadores, pues por la extensión territorial que abarcó el fenómeno, la fundición del material radiactivo tendría que haberse dado en diferentes localidades de manera simultánea.
Masson y colaboradores descartan también que la nube radioactiva proviniese de la reentrada de un satélite a la atmósfera, pues el corto tiempo de desintegración de este isótopo -poco más de una año- hacen poco atractiva la construcción de un generador de energía basado en rutenio-106. Además de que la potencia que se obtendría sería muy baja. La distribución de contaminantes que se observó a diferentes alturas, tampoco avala que haya sido producto de la desintegración de un satélite, señalando, por el contrario, que la liberación de rutenio-106 ocurrió a nivel del suelo.
Basados en el análisis de los datos de dispersión de la nube de rutenio-106 que tuvieron a su disposición, Masson y colaboradores concluyen que es probable que la liberación de isótopos ocurriera durante un mal manejo del isótopo cerio-144 en una planta de reprocesamiento de combustible nuclear que estaría localizada en el sur de los Montes Urales. Los investigadores fueron incluso capaces de precisar la fecha, 26 de septiembre de 2017, cuando habría ocurrido el accidente. Los resultados apuntan a la planta de rusa de Mayak como posible fuente de la contaminación con rutenio-106.
Si bien la contaminación radioactiva que se observó en Europa a finales de 2017 fue débil y no tuvo consecuencias para la población, la atención que atrajo es una medida de la peligrosidad de la radiación nuclear. Además, al no ser un suceso poco frecuente -a inicios de 2017 se detectó, por ejemplo, otra nube radiactiva, esta de de yodo-131, sobre Europa- es una evidencia de la relativa facilidad con la que puede ocurrir un accidente nuclear. Incluso con graves consecuencias, como sucedió en Chernóbil, la Isla de la Tres Millas y Fukushima.
Aun así, a veces se presenta a la energía nuclear como una energía limpia, que no deja huella de carbono y por tanto no contribuye al calentamiento global. Si bien esto es verdad en cierta medida, el riesgo de contaminación del planeta con radiaciones de alta energía incompatibles con la vida, dificulta catalogar a la energía nuclear como “limpia” en un sentido estricto. Para esto, ciertamente, hay que tener una manga particularmente ancha.
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