El primer laboratorio científico de la historia

Imagen de un pasado remoto



La noticia científica de la semana fue sin duda la publicación en la revista “Nature” de dos artículos coordinados en los que se reporta el descubrimiento de un cráneo fósil, casi completo, de un primate bípedo con una antigüedad de 3.8 millones de años. Dicho cráneo -llamado, de manera poco atractiva MRD—VP-1/1- corresponde a la especie “Australopithecus anamensis”, que es la más antigua del género australopitecus y que precedió a la especie “Australopithecus afarensis”. Esta última es la especie del famoso fósil conocido como Lucy, descubierto en Etiopía en 1974 y que tiene una antigüedad de 3.2 millones de años.

Uno de los artículos, en el que se reporta el descubrimiento propiamente dicho, fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por Yohannes Haile-Selassie del Cleveland Museum of Natural History, en Cleveland, Ohio, y Stephanie Melillo del Max Planck Institute for Evolutionary Antropology en Leipzig, Alemania. El segundo artículo reporta las técnicas empleadas para datar el cráneo y fue publicado también por un grupo internacional de investigadores, encabezado por Beverly Saylor de la Case Western Reserve University en Cleveland, Ohio.

El descubrimiento de Haile-Selassie y colaboradores provocó un gran entusiasmo entre los especialistas pues ayuda a esclarecer detalles de la evolución de los primates bípedos del género austrolopitecus, particularmente, sobre la transición entre las especies “A. anamensis” y “A. afarensis”. Como sabemos, el género australopitecus dio origen al género homo al que pertenece nuestra especie hace unos dos millones de años, de modo que su evolución es parte de la evolución nuestra.

De acuerdo con algunas opiniones, habría ocurrido una evolución lineal según la cual la especie “A. afarensis” surgió de la “A. anamensis”, al mismo tiempo que ésta se extinguía. Los fósiles descubiertos por Haile-Selassie y colaboradores, sin embargo, indican que ambas, habrían coexistido por cuando menos 100,000 años. La evolución habría de este modo producido dos ramas, una de las cuales, no obstante, terminó por extinguirse.

Al margen de las interpretaciones y controversias científicas, el descubrimiento de Haile-Selassie y colaboradores del cráneo con 3.8 millones de años de antigüedad permite reconstruir el aspecto que tuvo un antecesor muy lejano nuestro, que no perteneció al género homo, no manejaba herramientas y tenía un cerebro del tamaño del de un chimpancé, pero que ya caminaba en posición erguida. De hecho, una reconstrucción artística del aspecto que habría tenido en vida MRD—VP-1/1 puede, por ejemplo, encontrarse en el número de esta semana de la revista “Science”.

Por otro lado, si bien es posible saber con cierta precisión el aspecto que habría tenido el “A. anamensis”, otros detalles de su vida no son tan fáciles de deducir. Esto no es sorprendente, por supuesto, dada la enorme distancia temporal que nos separa de esta especie y los pocos fósiles de que disponemos para estudiarla. Sabemos, no obstante, que sí existió, en un remoto pasado, y que de un modo u otro es nuestro antecesor.

Esto último es difícil de poner en duda hoy en día, lo que hasta hace muy poco tiempo no era necesariamente cierto. Así, había quien sostenía que nuestra especie de alguna manera ocupaba un lugar especial en el mundo, y argumentar que somos descendientes de una especie con un aspecto de simio y un cerebro del tamaño del de un chimpancé habría sido complicado.

La pérdida de nuestra supuesta posición privilegiada entre las demás especies del mundo -por el avance del conocimiento paleontológico- de alguna manera evoca a la pérdida de nuestra supuesta posición privilegiada como centro de universo que ocurrió en los siglos XVI y XVII, cuando, por avances en la astronomía, quedó claro que el mundo se explica de una mejor manera si consideramos que es el Sol y no la Tierra el cuerpo celeste alrededor del cual giran los planetas, incluyendo el nuestro. Así, negar la evidencia que nos entregan los seres vivos fosilizados en tiempos remotos, para en su lugar sostener que ocupamos una posición privilegiada entre los demás seres vivos, complica en demasía el que podamos elaborar una explicación racional del mundo.

En el futuro, en la medida en que avance la paleontología y todas las técnicas analíticas de las que se auxilia, y se descubran más restos fósiles, podemos esperar que tendremos una visión más clara de lo que ocurrió en el pasado remoto en cuanto a la evolución de las especies vivientes. Por lo pronto, nos conformamos con el maravilloso cráneo MRD—VP-1/1 y la fabulosa imagen del pasado remoto que nos trasmite. Lo que no es poco, a pesar del poco sexy nombre que alguien decidió imponerle.

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