El primer laboratorio científico de la historia

Hace quinientos años



Un artículo aparecido el pasado 30 de abril en la revista “Current Biology” nos trasporta 500 años hacia el pasado; de manera precisa, al inicio del periodo colonial de México, cuando se desataron una serie de epidemias que llevaron a la muerte al 90% de la población indígena indefensa ante los patógenos traídos por los conquistadores. Y al transportarnos hacia el pasado, el artículo nos ilustra sobre algo que ha permanecido en buena medida en la oscuridad: que la población de nuestro país tiene una apreciable herencia genética africana, producto de la importación de esclavos africanos a nuestro país durante el periodo colonial. El artículo en cuestión fue publicado por un grupo de investigadores de Alemania y México, encabezado por Rodrigo Barquera del Instituto Max Planck y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

En su artículo, los investigadores  reportan los resultados de un estudio llevado a cabo con restos humanos descubiertos en el centro de la ciudad de México, durante la construcción de la línea 8 del metro en los primeros años de la década de los noventa. De manera precisa, los restos fueron desenterrados en el sitio en el que estuvo localizado el Hospital Real de San José de los Naturales y que actualmente ocupa la estación San Juan de Letrán.

El Hospital Real de San José de los Naturales fue fundado por Fray Pedro de Gante en 1531, apenas diez años después de la caída de Tenochtitlan. Como su nombre lo indica, el hospital fue fundado para atender a la población indígena. No de manera exclusiva, sin embargo, pues durante las excavaciones fueron desenterrados los restos de 600 personas, 20 de los cuales aparentaban tener un origen africano. Esto último, a juzgar por la forma de sus dientes, tallados en cono según la usanza de algunos lugares de África, y por sus características craneales. Aquí hay que hacer notar que el hospital incluía un cementerio, entre otras instalaciones.   

Barquera y colaboradores dirigieron sus esfuerzos a confirmar el origen africano de tres de las personas cuyos restos fueron desenterrados en el sitio que ocupó el hospital.  Para esto, diseñaron una estrategia multidisciplinaria, empleando técnicas genéticas, osteológicas, e isotópicas para caracterizar los restos.

Por medio de sus estudios genéticos, los investigadores confirmaron el origen africano, subsahariano, de los restos estudiados. Dichos restos habrían pertenecido a individuos muertos al inicio del periodo colonial a una edad alrededor de los 30 años. Además, habrían sido presumiblemente esclavos, a juzgar por el evidente maltrato físico que presentaban, incluyendo heridas de bala y una fractura de pierna mal soldada. Los investigadores encontraron también evidencias de las enfermedades que sufrieron en vida. Un individuo sufría de hepatitis B y otro de una enfermedad cercana a la sífilis, enfermedades que los investigadores concluyeron fueron contraídas antes de su llegada al continente americano.

Esto último da una indicación del papel que el tráfico de esclavos africanos habría tenido en la introducción de patógenos desconocidos en el Nuevo Mundo, y que llevó a la casi extinción de la población indígena en la Nueva España. Con relación a esto, Barquera y colaboradores hacen notar que hasta 1779, año en el que fue prohibida la importación de esclavos, habían entrado a la Nueva España entre 130,000 y 150,000 esclavos africanos, que sin duda se mezclaron entre la población en general.

Los investigadores, además, aventuran que la muerte de los individuos estudiados podría haber sido precisamente por una epidemia, si bien no tienen evidencias al respecto. Basan su hipótesis en que los individuos bajo estudio fueron desenterrados de una fosa común.

Los resultados publicados por Barquera y colaboradores, empleando un enfoque multidisciplinario, son sólidos desde un punto de vista científico y arrojan luz sobre un hecho ocurrido hace cinco siglos: el tráfico de esclavos africano hacia nuestro país, que ha dejado una huella genética indeleble entre nosotros. Tráfico que, además de moralmente indefendible aun en época en que ocurrió, habría contribuido a disparar las epidemias que devastaron a una población indígena sin defensas ante los nuevos patógenos.

       

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