Hogar, dulce hogar

La pandemia y los acuerdos de París



En un comunicado de prensa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente del pasado 26 de noviembre, se puede leer: “En la víspera de un año en que las naciones deben fortalecer sus compromisos climáticos de París, un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advierte que, a menos que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero disminuyan un 7.6 por ciento cada año entre 2020 y 2030, el mundo perderá la oportunidad de encaminarse hacia el objetivo de temperatura de 1.5 grados centígrados del Acuerdo de París”.

Como sabemos, en el Acuerdo Climático de París de 2016 se establece como una meta limitar el incremento de la temperatura global al final del presente siglo, a un valor muy por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a su nivel preindustrial. Igualmente, plantea realizar esfuerzos para que dicho aumento no sobrepase los 1.5 grados centígrados.

La pandemia de coronavirus actualmente en desarrollo nos proporciona una medida de lo que significaría una reducción anual de 7.6 por ciento en la emisión de gases de invernadero como lo quiere el PNUMA. En efecto, un reporte de la Agencia Internacional de Energía, hecho público el pasado mes de abril, estima que, como resultado del freno económico provocado por la pandemia, habrá una reducción de un 8 por ciento en la emisión de dichos gases a lo largo del presente año. Como resultado, algunos lugares del mundo muestran ya una reducción sustancial de la contaminación atmosférica. Esto es evidente, por ejemplo, en imágenes satelitales del noroeste de China o del norte de Italia, tomadas antes y después de la contingencia.

En algún sentido, la epidemia de coronavirus podría de este modo concebirse como un experimento llevado a cabo por la naturaleza que nos muestra fehacientemente que la contaminación atmosférica -y el consecuente calentamiento global- es producto de nuestras actividades económicas.

Es interesante hacer notar que la cifra de 8 por ciento en reducción de gases de invernadero citada por la Agencia Internacional de Energía coincide aproximadamente con la cifra de 7.6 por ciento de reducción de emisiones fijada por el PNUMA como meta para los próximos diez años. Esto demuestra lo difícil que sería alcanzar las metas que persigue el Acuerdo de París.

Ciertamente –como el experimento actualmente en desarrollo lo demuestra-, podríamos alcanzar dichas metas frenando la economía a los niveles de 2020. Esta opción, por supuesto, no es algo que de manera alguna podamos contemplar, so pena de morir, no por efectos de la contaminación, sino de inanición. El PNUMA, por otro lado, está urgiendo a empezar el programa de reducción de emisión de gases de invernadero a la brevedad, y al respecto apunta que si dicho programa se hubiera implementado hace diez años, habría sido necesaria una reducción de solamente el 3.3 por ciento anual. Sí, por otro lado, demoramos el inicio del programa hasta el año 2025, según la misma fuente, habrá necesidad de llevar a cabo reducciones anuales del 15.5 por ciento.

Un programa sostenible para reducir la emisión de gases de invernadero implica entonces una sustitución acelerada de fuentes de energía basadas en combustibles fósiles por fuentes menos contaminantes, incluyendo las energías eólica y la solar.

Con todas sus consecuencias devastadoras, la epidemia de coronavirus nos ha traído al menos un punto positivo: nos ha mostrado un mundo menos contaminado hacia el que deberíamos transitar. Una vez superada la contingencia, sin embargo, la contaminación regresará a su normalidad. Y esta normalidad nos podría llevar a un incremento de temperatura global al final del siglo muy por encima de los 2 grados centígrados, pues en los últimos años las emisiones de gases de invernadero, lejos de disminuir, han aumentado.

Por lo demás, vale la pena recordar que, según la Organización Mundial de la Salud, 4 millones de personas mueren anualmente por enfermedades asociadas a la contaminación atmosférica. Y que esto no produce, ni de lejos, el mismo nivel de ansiedad que la pandemia en curso.

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