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Otro efecto colateral de la pandemia, quizá más sorprendente, al menos para los legos en la materia, ha sido la reducción en los movimientos sísmicos que las actividades humanas producen en la corteza terrestre. Esta reducción está documentada en un artículo aparecido el pasado 23 de julio en la revista “Science”. Dicho artículo fue publicado por un numeroso grupo de investigadores adscritos a instituciones de investigación a lo largo de todo el mundo, incluyendo México, encabezado por Thomas Lecocq, del Observatorio Real de Bélgica.
De acuerdo con Lecocq y colaboradores, de manera continua se producen ondas sísmicas de muy pequeña amplitud por la interacción de la corteza terrestre con diversas fuerzas naturales; por ejemplo, por las fuerzas que las olas marinas producen sobre la superficie de la Tierra. De la misma manera, hay actividades humanas que generan ondas sísmicas. Este es, ciertamente, el caso de las explosiones nucleares, pero también de actividades ordinarias como el transporte y la manufactura industrial.
Para llevar a cabo su estudio, los investigadores hicieron uso de datos de sismicidad reportados a lo largo del presente año por 268 estaciones de medición en 155 países, incluyendo, tanto zonas urbanas como zonas aisladas con poca concentración de personas. De estas estaciones, 185 reportaron una baja en la actividad sísmica por efecto de la pandemia por hasta un 50 por ciento a lo largo de meses. Además, sin bien las bajas de sismicidad más acusadas se dieron en las zonas urbanas -de manera entendible-, éstas también se observaron en zonas con densidades poblacionales menores a una persona por kilómetro cuadrados. Lecocq y colaboradores hacen notar que el periodo de quietud sísmica que ha provocado la pandemia es el más largo y más prominente del que se tenga memoria.
Normalmente, los movimientos sísmicos naturales se mezclan con los antropogénicos -es decir, producidos por las actividades humanas- dificultando su identificación. Como hacen notar Lecocq y colaboradores, durante la pandemia ha sido posible capturar movimientos sísmicos sutiles de origen natural que en condiciones normales hubieran estado mezclados con la sismicidad antropogénica. También señalan que el mayor conocimiento de la sismicidad natural de la Tierra obtenida durante el periodo de quietud sísmica -bautizado como antropopausa- podría ayudar a distinguir de mejor manera la actividad sísmica natural de la Tierra de aquella antropogénica y contribuir así a la predicción de sismos y desastres naturales.
Igualmente, los investigadores hacen notar que un mayor conocimiento de la actividad sísmica natural de la Tierra permitirá, una vez que superemos la contingencia sanitaria, identificar más fácilmente las componentes antropogénicas de sismicidad terrestre y utilizarlas como un monitor para nuestra actividad sobre la superficie de la Tierra.
Así, la pandemia de coronavirus nos ha proporcionado herramientas que podrían ser de gran utilidad futura. Por un lado, el periodo de quietud sísmica que ha provocado nos ha permitido escuchar las vibraciones naturales de la Tierra sin la interferencia antropogénica y con esto contribuir de manera potencial a la prevención de sismos en el futuro. Por otro lado, ha puesto en la palestra a la sismicidad antropogénica como un monitor para nuestras actividades de movilidad.
Por lo demás, si bien como dice el dicho, de los males el menos, con seguridad cualquiera de nosotros -de haber tenido la opción- hubiéramos gustosamente renunciado a las herramientas de marras si con ello nos hubiésemos evitado la pandemia. A la que no se le ve un fin en el corto plazo.
Interesante
Contaminación
Gas de efecto invernadero
Investigación
Materia
Onda sísmica
Terremoto
Tierra
Location:
San Luis Potosí
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