El primer laboratorio científico de la historia

La nueva era de las exploraciones



Masahiro Ono, científico del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA, hace la siguiente reflexión en una entrevista publicada esta semana por la Universidad de Texas en Austin. “Imagine que usted es un extraterrestre que sabe casi nada acerca de la Tierra, y que aterriza en siete u ocho puntos de la superficie de nuestro planeta y se mueve sobre la misma por unos pocos cientos de kilómetros. ¿Sabría usted suficiente acerca de la Tierra?” Obviamente la respuesta es no: con una exploración tan superficial –en sentido literal y figurado- se obtendría una visión muy limitada de nuestro planeta.

Ono hace sus comentarios en referencia a la exploración de la superficie del planeta Marte por medio de robots exploradores y concluye: “Si queremos representar la enorme diversidad de Marte necesitamos más mediciones de su superficie y la clave para esto son las exploraciones a lo largo de distancias sustancialmente mayores, con suerte cubriendo miles de millas”.

Como sabemos, los sucesivos exploradores que la NASA ha colocado sobre la superficie marciana han tenido movilidades cada vez más extendidas. En diciembre de 1971, la Unión Soviética fue el primer país en lograr posar suavemente una sonda sobre la superficie de Marte. Cuatro años más tarde, la NASA colocó en Marte las sondas Viking 1 y Viking 2 que nos proporcionaron las primeras imágenes panorámicas y a color de la superficie del planeta.

Las primeras sondas de exploración en Marte, sin embargo, no tenían movilidad y solamente nos proporcionaron información desde un punto de vista fijo. Misiones posteriores de la NASA enviaron a Marte robots exploradores que pudieron moverse a lo largo de su superficie y nos hicieron llegar imágenes e informaciones más variadas. El primero de ellos, el “Sojourner” arribó a Marte en julio de 1997 y recorrió aproximadamente 100 metros a lo largo de 91 días marcianos. Posteriormente, en enero de 2004, los exploradores “Spirit” y “Opportunity” se posaron sobre la superficie marciana. El primero viajó 4.8 millas y el segundo 28 millas, a lo largo de cinco y quince años, en forma respectiva. En la actualidad, el explorador “Curiosity” está activo en Marte y ha recorrido 12 millas desde su arribo en agosto de 2012.

Por otro lado, como explica Masahiro Ono, si queremos tener un conocimiento más preciso de Marte es necesario extender la movilidad de los futuros exploradores. Hacer esto, sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. En efecto, para moverse sobre la superficie marciana los robots deben sortear múltiples obstáculos y para esto toman decisiones en las que intervienen los operadores desde la Tierra. Idealmente, los exploradores deberían ser autónomos y tomar sus propias decisiones sin necesidad de comunicarse con los operadores en la Tierra.

Como sabemos, en principio la navegación autónoma en Marte sería posible tal como lo hacen los vehículos autónomos aquí en la Tierra. En la práctica, dicha navegación ha sido difícil de alcanzar por la limitada capacidad de cómputo de la que han dispuesto en Marte los exploradores –inferior a la de un teléfono iPhone- y también por limitada disponibilidad de energía –proporcionada por el Sol.

En el futuro cercano, según explica Ono, los exploradores incrementarán su capacidad de cómputo sin elevar el consumo de energía mediante el desarrollo de nuevos procesadores, y se espera que alcancen un cierto nivel de inteligencia, si bien no al nivel de los vehículos autónomos que conocemos. Una estrategia para aumentar la movilidad de los exploradores combinará la capacidad de cómputo de la que se dispone aquí en la Tierra para el desarrollo de planes de movimiento empleando sofisticadas técnicas de inteligencia artificial, que indiquen los pasos a seguir dadas las condiciones del terreno. Estos planes se harán llegar al explorador en la superficie de Marte que hará uso de su capacidad de cómputo incrementada para ejecutarlos.

Por lo demás, las fotografías que los exploradores nos han enviado desde la superficie de Marte muestran un paisaje seco y pedregoso, de alguna manera similar a algunos lugares de nuestro planeta. No tendríamos que engañarnos, sin embargo, pues los dos planetas son muy diferentes en cuanto a su capacidad de albergar vida tal como la conocemos. En estas condiciones, y por el momento, no habría razón alguna para viajar hasta Marte en persona. Pero sí para explorarlo por medio de robots que cada vez se sentirán más a sus anchas en Marte, sin sufrir de nuestras limitaciones como seres vivos.

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