Hogar, dulce hogar

Minería de asteroides



Después de que llegó a su fin el proyecto Apollo que llevó a los estadounidenses a la superficie de la Luna, la carrera espacial entró en un periodo de relativa calma. La actividad espacial no cesó por completo, por supuesto, y en el último medio siglo fuimos testigos de numerosos acontecimientos espaciales, incluyendo el nacimiento y muerte de los transbordadores espaciales, y el envío de sondas para explorar los planetas del sistema solar con resultados espectaculares. En el presente siglo, en contraste con el periodo de calma relativa, somos testigos de un renovado interés en el espacio, por parte no solamente de los protagonistas originales, los Estados Unidos y la ahora Rusia, sino también de la Unión Europea, Japón, China, la India, e incluso Israel.

El interés en el espacio, además, se ha extendido al capital privado, que ve la posibilidad de hacer negocios más allá de nuestras fronteras planetarias. Esto, con la complacencia de la NASA, que propició el nacimiento de empresas privadas espaciales al suspender el programa de transbordadores espaciales, lo cual eliminó su capacidad para colocar astronautas en órbita.

La actividad espacial está así en plena ebullición, con planes para establecer bases lunares y viajar hasta el planeta Marte, con el fin de extender nuestra presencia más allá de los confines del planeta. Para esta expansión, sin embargo, las misiones espaciales necesitarían de recursos materiales, incluyendo metales y agua, que no podrían llevar consigo desde Tierra por lo oneroso que resultaría -llevar al espacio una botella de agua, por ejemplo, podría costar decenas de miles de dólares-. El alto costo para enviar materiales al espacio está asociado con la necesidad de vencer la gravedad de nuestro planeta, lo que requiere de una gran cantidad de energía. Las misiones espaciales tendrían de este modo que hacerse de recursos en el espacio.

Los asteroides, localizados entre las órbitas de Marte y Júpiter, serían candidatos para obtener materiales en el espacio, dada su pequeña masa y gravedad también pequeña. La minería de asteroides, sin embargo, requeriría de maquinaría pesada que habría que llevar desde la Tierra. En estas circunstancias, la NASA ha planteado como alternativa el uso de las técnicas de biominería.

La biominería emplea bacterias para extraer materiales valiosos, por ejemplo, cobre u oro, de los depósitos minerales. Dado que no implica el uso de maquinaria pesada, la biominería sería entonces, en principio, adecuada para la extracción de minerales en el espacio. En el caso, por supuesto, de que las bacterias no se vean afectadas en su funcionamiento por las condiciones de microgravedad que ahí imperan.

Para evaluar este funcionamiento, un grupo internacional de investigadores encabezado por Charles Cokell de la Universidad de Edinburgo, Escocia, llevó a cabo un estudio de biominería en condiciones de microgravedad en la Estación Espacial Internacional. Los resultados de dicho estudio aparecieron publicados esta semana en la revista Nature Communications.

De manera específica, Cokell y colaboradores estudiaron la extracción de materiales conocidos como tierras raras, de rocas basálticas empleando microorganismos. Encontraron que dichos microorganismos no fueron afectados en su desempeño por las condiciones de microgravedad imperantes en la Estación Espacial Internacional, concluyendo que la biominería es posible en el espacio.

En realidad, los resultados de Cokell y colaboradores van más allá de sus implicaciones meramente para la exploración espacial y demuestran que la biominería de tierras raras es técnicamente posible en el espacio. Y dicho esto, habría que señalar que las tierras raras son materiales de una gran importancia tecnológica, que podemos encontrar en numerosos dispositivos, incluyendo memorias de computadora, lámparas LED, y pantallas de computadora y teléfonos celulares, entre muchos otros. Y que, además, se plantea que la demanda de las tierras raras pronto superará a la oferta. Así, en este contexto, la minería de asteroides se presenta como una opción para obtener tierras raras, que, según los expertos, sería económicamente viable en un futuro cercano.

¿Veremos en los años por venir una expansión de nuestra especie a otros confines del sistema solar como augura la ebullición presente de la actividad espacial? Y de ocurrir esta expansión ¿de quién serían propiedad los recursos que se obtengan de la probable minería, por microorganismos o por otros medios, de asteroides? No es quizá descabellado concluir que serán propiedad del primero que los alcance. Por más que, en principio, se supone, son propiedad de toda la humanidad.

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