El primer laboratorio científico de la historia

La fuerza de la costumbre



En diciembre de 2016, arqueólogos alemanes descubrieron en Schöningen, norte de Alemania, un objeto por demás interesante: una vara de madera de unos 64 centímetros de largo, ligeramente curvada y terminada en punta en ambos extremos, y con una sección transversal que es aproximadamente circular en su parte media y que se aplana hacia los extremos. Los arqueólogos concluyeron que dicho objeto fue un arma de caza empleada para matar o aturdir a animales y que habría podido ser arrojada hasta una distancia de unos cien metros. De acuerdo a sus descubridores, el objeto encontrado en Schöningen es el arma de caza más antigua de la que se tenga noticia, fabricada y usada por la especie antecesora del neandertal hace unos 300,000 años.

Por cientos de miles de años, en una etapa de cazadores-recolectores, nuestro género recurrió a la caza de animales para hacerse de comida. Con el transcurrir del tiempo, sin embargo, se desarrolló la ganadería -hace unos diez mil años- y no hubo ya necesidad de cazar animales salvajes. En su lugar, se domesticaron algunas especies y se les mantuvo en cautiverio, sacrificando animales según fuera necesario. Así las cosas, en la actualidad en el mundo se sacrifican diariamente 130 millones de pollos y 4 millones de puercos. Estos números, además, están aumentado rápidamente, pues mientras que en los últimos cincuenta años la población del mundo se ha doblado, el consumo de carne se ha triplicado.

Por lo demás, podría ser que en un futuro cambiemos nuevamente la forma de obtener carne para alimentarnos, la cual no provendría del sacrificio de especies vivientes sino de procesos de cultivo, en forma análoga a como cultivamos plantas en un campo agrícola. Como una indicación de que esto no es ya más un tópico de la ciencia ficción sino algo factible, la semana que hoy termina nos enteramos por los medios de comunicación que la empresa estadounidense “Eat Just” logró que la agencia de alimentos de Singapur aprobara para su venta carne cultivada de pollo, obtenida sin el sacrificio de animales vivos. Esta es la primera ocasión que una agencia gubernamental aprueba el consumo de carne cultivada.

Para fabricar su producto, bautizado como “chicken bits”, “Eat Just” combina carne cultivada en un biorreactor de 1,200 litros con componentes de origen vegetal. Las células necesarias para iniciar el proceso de cultivo son obtenidas de animales vivos, sin sacrificar al donador. Los nutrientes necesarios para el crecimiento de las células son de origen vegetal.  

Todo esto es sin duda impresionante, pero cabe preguntarse ¿saben diferente los “chicken bits” cultivados que aquellos obtenidos por medios más tradicionales? Según el periódico británico “The Guardian”, la respuesta de “Eat Just” es: “Por supuesto que saben diferente. Pero esperamos que a través de una comunicación transparente con los consumidores sobre lo que es el producto y cómo se compara con la carne convencional, seremos capaces de ganar. Pero no hay seguridad”.

De la compañía que comercializa los “chicken bits” esperaríamos, por supuesto, una opinión positiva acerca de su producto. Para tener más elementos de juicio, no obstante, habría que considerar más puntos de vista. Uno de estos lo encontramos en un artículo publicado el pasado jueves en “The Guardian”, firmado por Jenny Kleeman, quien habría probado los “chicken bits” hace un par de años. Si bien el testimonio de Kleeman no es reciente y el producto podría haber mejorado en dos años, vale la pena considerarlo.

Según Kleeman, el pollo de “Eat Just”: “Sí, sabía a pollo: tenía el inconfundible aroma del pollo en mi lengua y en mi nariz. Tenía algo de la jugosidad de la carne animal que esperas cuando comes pollo: esa sensación pegajosa en los dientes cuando muerdes un trozo de carne. Pero tenía la consistencia de la carne procesada de calidad menor imaginable.  Esto no era un trozo de pollo, un corte de carne, sino una masa de células de pollo, abultada y presionada en forma de nugget. Me habían dicho que éste era el futuro de la comida. Pero me costaba trabajo tragarla”.

Habríamos de admitir que con el testimonio de Kleeman nuestro calificativo de “impresionante” al producto de “Eat Just” resulta quizá un poco exagerado, a menos que en los dos últimos años los “chicken bits” hayan mejorado sustancialmente. Por lo pronto, sin embargo, no tenemos mayor evidencia al respecto, y resulta complicado predecir si entraremos en el corto plazo en una tercera etapa como consumidores de carne, diferente de la que ha prevalecido en los últimos 10,000 años.

Comentarios