El primer laboratorio científico de la historia

Ventanas al pasado



Una fotografía es una ventana que nos permite echar una mirada hacia el pasado, inmediato o relativamente alejado. ¿Qué tan alejado? No más allá de 1826, año en que Joseph Nicéphore Niépce tomó en Francia, desde la ventana de su despacho, lo que se reconoce es la primera fotografía de la historia en la que se captura -y preserva para el futuro- un paisaje natural.

Al margen de su relevancia como la primera fotografía de la que tenemos noticia, ésta es de mala calidad y apenas se aprecian detalles del paisaje capturado. Más interesante, sin duda, es la fotografía Louis Daguerre de 1838 en la que se muestra con gran detalle el Boulevard du Temple de París, con la imagen de un hombre de pie y con una pierna levantada, aparentemente lustrándose las botas.

Y todavía más interesante resulta lo que es la primera fotografía “selfie” de la historia, que data de 1839. En dicha fotografía podemos ver la imagen del químico aficionado Robert Cornellius viendo hacia la cámara. La fotografía es de una calidad notable, dada la época temprana en la que fue tomada y los pocos recursos de los que dispuso el fotógrafo. Nos transporta un par de siglos hacia el pasado y nos muestra a una persona tal como era en vida.

Desafortunadamente no podemos ir mucho más hacia el pasado y recuperar imágenes de personas fallecidas en tiempos más antiguos. Tenemos, por supuesto, pinturas y esculturas de personas que vivieron hace cientos e incluso miles de años, pero en las cuales el artista imprimió sus puntos de vista, lo que podría hacer que reflejaran una realidad distorsionada.

Por otro lado, si bien no existen fotografías de personas con más de dos siglos de antigüedad, las técnicas analíticas desarrolladas por la ciencia moderna nos permiten en algunos casos obtener información de personas fallecidas hace bastante más tiempo. Quizá no a un grado tal de obtener imágenes fidedignas de cómo lucían en vida, pero sí de otras circunstancias que marcaron su paso por este mundo.

Es el caso de personas que después de muertas fueron momificadas, como fue una práctica común en el antiguo Egipto durante más de dos milenios. Durante el proceso de momificación se removía la humedad de los tejidos orgánicos para evitar la putrefacción y se envolvía el cuerpo con vendas impregnadas con resinas. Con esto nos han llegado a través de los siglos restos humanos que de otro modo se hubieran desintegrado hace ya mucho tiempo. Así, si bien dichos restos solamente nos dan una imagen limitada de la apariencia que la persona tuvo en vida, al mismo tiempo nos permiten investigar las circunstancias por las que atravesó a lo largo de su existencia.

Las momias egipcias han sido estudiadas por medio de técnicas de rayos X, empleando métodos no invasivos. Un ejemplo notable fue publicado esta semana en la revista “Interface”, por un grupo de investigadores encabezado por Stuart Stock de la Universidad del Noroeste en el estado norteamericano de Illinois. El estudio de Stock y colaboradores se llevó a cabo con una momia de 1,900 años de antigüedad, descubierta en Hawara, Egipto, en 1911, y es notable por el uso de una instalación de investigación de gran magnitud: la Fuente Avanzada de Fotones, del Laboratorio Nacional de Argonne del Departamento de Energía de los Estados Unidos.

Empleando un potente haz de rayos X generado por la fuente de fotones, los investigadores escudriñaron el interior de la momia a través de su recubrimiento de vendas y resinas, auxiliados por un estudio previo de tomografía computarizada, por medio del cual obtuvieron una imagen del interior de la momia. Concluyeron que muy probablemente se trataba de una niña que mostraba signos traumáticos y por tanto había tenido una muerte natural. Determinaron también que fue enterrada con un amuleto de escarabajo de calcita, el cual tenía el propósito de protegerla durante su tránsito a la vida después de la muerte. Y toda esta información se obtuvo sin destruir a la momia.

Es muy difícil que pudiéramos recuperar algún día la imagen que en vida tuvo la niña de Hawara. Para empezar, la fotografía no se inventó sino hasta unos 1,800 años después de que murió. Además, la luz que en su momento reflejó la niña y con la que pudiera formarse una imagen, en el mejor de los casos abandonó nuestro planeta hace ya cerca de dos milenios y es impensable que con las técnicas de que disponemos podamos recuperarla. Tendremos así que limitarnos a la información que podemos obtener con técnicas como las empleadas por Stock y colaboradores. Al menos por el momento.

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