El primer laboratorio científico de la historia

Un dispositivo multiusos, con excepciones



El paso peatonal de Shibuya en Tokio tiene fama de ser el más concurrido del mundo. En la red Internet no es difícil encontrar videos en los que es posible observar una multitud de peatones en espera de que los semáforos les permitan cruzar a la acera de enfrente. Una vez que esto sucede, y a través de cinco pasos señalados en el pavimento con líneas blancas, los peatones de lanzan a alcanzar su objetivo, entrecruzándose sin interferir con los que vienen en sentido opuesto.

Las multitudes que cruzan por el paso peatonal de Shibuya -miles de personas a la vez, según la Wikipedia- reflejan la alta movilidad de la población de Tokio y el hecho que Shibuya es una de las principales estaciones de la extensa red de trenes urbanos y suburbanos de esta ciudad. Habría que mencionar que las aglomeraciones en Shibuya no son únicas en Tokio -una ciudad cuya área metropolitana es en población la primera o segunda más grande del mundo- y constituyen más la regla que la excepción.

Por lo anterior, no causa sorpresa el artículo aparecido esta semana en la revista “Science Advances” en el que se analizan situaciones como las que se presentan en el paso peatonal de Shibuya, con la circunstancia de que algunas de las personas que cruzan la calle podrían ir distraídas tecleando un mensaje en su teléfono móvil.

El artículo de referencia fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Hisashi Murakami de la Universidad de Tokio, y en el mismo se reportan los resultados de un estudio llevado a cabo con dos grupos de 47 estudiantes cada uno, que caminan en sentidos contrarios e ingresan y se cruzan en un pasillo de 3 metros de ancho y 10 metros de largo. Los experimentos se llevaron a cabo con cuatro condiciones. En la primera se les pidió a tres de los elementos de uno de los grupos, seleccionados al azar, que hicieran uso de sus teléfonos móviles durante el experimento y se les colocó en las tres posiciones delanteras al ingresar el grupo al pasillo. De manera específica, se les pidió que teclearan un mensaje y mantuvieran fija la vista sobre su teléfono la mayor parte del tiempo. En otros dos experimentos se seleccionaron también tres personas al azar para hacer uso de sus teléfonos móviles, pero se les colocó en la parte media del grupo en un caso y en la parte trasera del mismo en el otro. Finalmente, en un cuarto experimento ningún participante hizo uso de su teléfono móvil.

Los experimentos fueron filmados y los resultados pueden ser consultados libremente en la página electrónica de “Science Advances”. De acuerdo con Murakami y colaboradores, al entrar dos grupos en contacto, las personas que los encabezan toman decisiones sobre el camino a seguir para evitar colisiones, basadas en una evaluación de los movimientos de la persona que tienen enfrente, mientras que los que vienen atrás simplemente les siguen. Así, en el video correspondiente al experimento en el que no se hace uso de teléfonos móviles, se observa que al hacer contacto los dos grupos se dividen de manera fluida en tres filas que se entrecruzan de manera alternada.

En contraste, en el experimento en el que los tres participantes a la cabeza caminan distraídos con su teléfono celular y sólo ven hacia adelante una fracción del tiempo, les cuesta trabajo evaluar los movimientos futuros de la persona que tienen enfrente y la interacción es mucho más desordenada. Esto hace que al grupo le tome más tiempo formar filas y retrase su salida del pasillo. La desorientación, además, no ocurre solamente con aquellos que usan sus teléfonos, sino también con los líderes del otro grupo, que tienen dificultades para evaluar los movimientos futuros de los líderes distraídos y tomar decisiones en consecuencia. En los casos en los que los distraídos se insertan en la mitad y al final del grupo, los resultados son intermedios entre los dos casos anteriores.

Así, los resultados de Murakami y colaboradores nos muestran que hay ocasiones en las que caminar compartiendo nuestra atención con un teléfono móvil no es lo más recomendable. Esto quizá no es de sorprender. Como posiblemente sí lo sea enterarnos que al caminar distraídos tecleando un mensaje podríamos también resultar inconvenientes para aquellos con los que interactuamos, quienes pudieran tener dificultades para predecir nuestros movimientos inmediatos. Habría así tiempos para usar nuestro teléfono móvil para consultar y enviar mensajes escritos, para enterarnos de las últimas noticias, para saber si lloverá el día de mañana, para tomar fotografías, para grabar mensajes de voz, para tomar clase en línea y, por supuesto, para hablar por teléfono. Pero quizá no para escribir un mensaje cuando cruzamos por un paso peatonal en horas pico.

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