El primer laboratorio científico de la historia

El diablo en la tierra



No es de sorprender que el relato del historiador griego Heródoto sobre la batalla de Himera les resulte poco convincente a los historiadores modernos. Después de todo, como sabemos, la historia la hacen los vencedores, además de que la batalla de Himera ocurrió hace 2,500 años. No podríamos pues esperar que Heródoto hubiera sido rigurosamente imparcial al describir un acontecimiento que llevó a la derrota contundente de los cartagineses a manos de los ejércitos de Siracusa y Agrigento y salvó a Himera, en la costa norte de Sicilia, de la invasión de Cartago. La salvó hasta su caída y destrucción 70 años después en manos de los cartagineses en una segunda batalla de Himera, después de la cual nunca fue reconstruida.

De acuerdo con Heródoto, cuando los “bárbaros” cartagineses atacaron la colonia griega de Himera fueron derrotados por una coalición de aliados de ciudades sicilianas. Un artículo publicado esta semana en la revista en línea “PLOS ONE”, sin embargo, tiene otros datos. En efecto, dicho artículo sugiere que el ejército que derrotó a los cartagineses no estaba compuesto exclusivamente por soldados griegos, sino que incluía a mercenarios provenientes de diversos lugares, no solamente de Sicilia, sino de otras regiones alrededor del mar Mediterráneo e incluso más allá. El artículo de referencia fue publicado por un grupo de investigadores adscritos a instituciones norteamericanas, encabezados por Katherine Reinberger de la Universidad de Georgia.

¿Cómo es posible llegar a una conclusión como la que nos ofrecen los investigadores sobre un acontecimiento que ocurrió hace 2,500 años? Para entenderlo, habría primeramente que mencionar que Reinberger y colaboradores estudiaron los restos de 62 soldados de la coalición griega muertos en las batallas de Himera encontrados en 8 fosas comunes. Los investigadores estaban interesados en determinar las concentraciones de dos isótopos del elemento estroncio en el esmalte dental de las víctimas. Se sabe que estos isótopos se incorporan al cuerpo a través de la ingesta de alimentos y agua, y que sus concentraciones en el mismo son un reflejo de las concentraciones respectivas en los suelos y rocas de las regiones en donde crecieron los soldados.

De este modo, mediante la medición de la concentración de isótopos de estroncio en los dientes de los soldados muertos, Reinberger y colaboradores pudieron determinar los orígenes geográficos de los combatientes en las batallas de Himera. Y, en cuanto a la primera de estas batallas, librada en el año 480 antes de nuestra era, lo que encontraron contradice a Heródoto. De hecho, lo hace de manera frontal, pues dos tercios del ejercito que venció a los cartagineses en esta primera batalla provenían de regiones fuera de Sicilia, desde el mar Negro hasta la península Ibérica. En contraste, los investigadores encuentran que en la segunda batalla de Himera -año 409 antes de nuestra era- tres cuatros de los muertos fueron originarios de Sicilia.

Lo encontrado por Reinberger y colaboradores coincide con los relatos históricos según los cuales en la primera batalla de Himera una coalición de aliados griegos enfrentó exitosamente a los cartagineses, mientras en la segunda, la ciudad de Himera los enfrentó sola, con resultados funestos. La coalición que derrotó a Cartago hace 2,500 años, sin embargo, habría estado formada mayoritariamente por soldados mercenarios.

Como hacen notar Reinberger y colaboradores, en el periodo clásico griego, los solados mercenarios podrían haber sido vistos como la antítesis de los soldados ciudadanos griegos -hoplitas- que gozaban de prestigio social. En particular, las cambiantes lealtades de los mercenarios habrían ofendido los ideales de ciudadanía y lealtad, y Heródoto, que escribía en el periodo clásico, habría compartido las actitudes en contra de los mercenarios. No sorprendería de este modo su parcialidad al escribir sobre la composición del ejército griego que venció a los cartagineses en Himera.

Parcialidad que habría imaginado pasaría impune en los años por venir. No lo ha sido, entre otras cosas por un estudio -2,500 años después- que ha puesto de manifiesto la necesidad que hubo en su momento de incorporar mercenarios en los ejércitos de la Grecia clásica. Un estudio que empleó técnicas de laboratorio de alta sofisticación que, seguramente, a Heródoto le habrían parecido propias del diablo.

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