El primer laboratorio científico de la historia

Un costo inevitable



Con la declaración de emergencia sanitaria que emitió la Organización Mundial de la Salud el 30 de enero de 2020, el uso de los cubrebocas se incrementó rápidamente como un medio para limitar la trasmisión del coronavirus. Al mismo tiempo, sin embargo, los cubrebocas desechados se constituyeron en una fuente de contaminación por materiales plásticos cuyos efectos podrían trascender a los de la pandemia. En ese sentido, un artículo publicado el pasado mes de diciembre en la revista “Nature Sustainability” documenta el incremento en el número de cubrebocas desechados como basura en lugares públicos a lo largo de un periodo de 14 meses, entre septiembre de 2019 -antes de la aparición de la pandemia- y octubre de 2020. La investigación se llevó a cabo en 11 países en tres continentes, incluyendo a Australia, Alemania y los Estados Unidos, y demostró que en el periodo de estudio el número de cubrebocas-basura se incrementó más de 80 veces.

El problema ambiental que representa el uso de cubrebocas puede ponerse en perspectiva si consideramos que en la actualidad se desecha mensualmente la asombrosa cifra de más cien mil millones de cubrebocas, según un artículo publicado en marzo de 2021 en la revista “Frontiers of Enviromental Sciences and Engineering”. Es decir, se desechan unos tres millones de cubrebocas cada minuto, los cuales se suman al agudo problema de contaminación ambiental por plásticos que sufre el planeta.

Con respecto a esto último, los expertos distinguen entre contaminación por macroplásticos, microplásticos -fragmentos de plástico con dimensiones entre 5 milímetros y una milésima de milímetro- y nanoplásticos, con dimensiones inferiores a una milésima de milímetro. Igualmente, los científicos saben que los macroplásticos se degradan de manera continua en fragmentos más pequeños por la acción del medio ambiente, particularmente por la componente ultravioleta de la radiación solar. Los nanoplásticos preocupan de manera particular a los especialistas pues se piensa que, por su pequeño tamaño, podrían ser más tóxicos y podrían dispersarse más ampliamente en el medio ambiente.

Esto último, desafortunadamente acaba de comprobarse, como lo reporta un artículo aparecido esta semana en la revista “Environmental Research”, firmado por un grupo de investigadores encabezado por Dusan Materic de la Universidad de Utrecht. En efecto, según lo documentan en su artículo Materic y colaboradores, estudios llevados a cabo en Groenlandia y en la Antártida encontraron la presencia de nanoplásticos en ambas latitudes. En Groenlandia encontraron nanoplásticos a lo largo de una columna de hielo de 14 metros de longitud, que corresponde a hielo depositado desde 1965 a la fecha, lo que demuestra que la dispersión de nanoplásticos hacia la región ártica no es un fenómeno nuevo, sino que ha ocurrido a lo largo de los últimos cincuenta años. En la Antártida, en el otro extremo del mundo, Materic y colaboradores encontraron en el hielo oceánico concentraciones de nanoplásticos cuatro veces más grandes que los encontrados en Groenlandia.

Cabe preguntarse por el origen de los nanoplásticos encontrados en las regiones polares. Al respecto, encuentran los investigadores que, tanto en Groenlandia como en la Antártida, alrededor del cincuenta por ciento de los nanoplásticos son de polietileno, que es usado en bolsas y empaques de plástico. En Groenlandia, la segunda y tercera componentes de nanoplásticos es polvo de llanta -aproximadamente un 25 por ciento- y PET -20 por ciento-, el cual es un plástico usado en la industria textil y para fabricación de botellas. En la Antártida, en contraste, no se encontró polvo de llanta y cerca del 30 por ciento de los nanoplásticos son de polipropileno, que es un plástico con una amplia gama de aplicaciones.

Los resultados de Materic y colaboradores confirman que ningún lugar de nuestro planeta, por más alejado que esté de los centros urbanos, está libre de contaminación plástica. En particular, estos investigadores demuestran por vez primera que los nanoplásticos han llegado hasta las regiones más apartadas del mundo. ¿Cuáles son las consecuencias de la contaminación por nanoplásticos para nuestra salud? Al respecto, Materic y colaboradores no ofrecen información concluyente, pero comentan que los nanoplásticos pueden tener “un efecto tóxico para los organismos marinos, afectando su crecimiento, induciendo un retraso en su crecimiento, generando malformaciones y cambios subcelulares”.

En todo este contexto, queda claro que, si bien los cubrebocas han sido una herramienta básica para lidiar con la pandemia de coronavirus, al mismo tiempo se han constituido en una fuente de contaminación ambiental por macroplásticos, microplásticos y nanoplásticos, capaz de invadir todo el planeta. Lo que es, por supuesto, una manifestación más de que nada es gratis y de que todo tiene un costo.

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