El primer laboratorio científico de la historia

Huellas para la posteridad



Si retrocediéramos 100,000 años hacia el pasado a bordo de una máquina del tiempo nos encontraríamos con un continente europeo poblado por neandertales, lo mismo que por mamuts, rinocerontes y osos, entre otros grandes mamíferos. A los hombres modernos les tomaría todavía algunas decenas de miles de años en llegar hasta ahí después de su salida de África. Hace 100,000 años estaba aún lejos el desarrollo de la agricultura, que permitió el asentamiento de los grupos de cazadores-recolectores y con el tiempo el desarrollo de las civilizaciones. Sin duda, hace 100,000 años el mundo era muy diferente al actual.

Si, empleando nuestra máquina del tiempo, nos ahora trasladáramos 100,000 años hacia el futuro ¿con qué nos encontraríamos? Es difícil anticiparlo dado los rápidos y sorprendentes cambios que la civilización ha experimentado en los últimos doscientos años impulsados por el estudio científico de la naturaleza. No obstante, podemos quizá anticipar que nos encontraríamos con huellas de nuestro paso por el mundo, al igual que ahora tenemos huellas de nuestros antecesores decenas de miles de años atrás.

Podemos estar razonablemente seguros de esto último al menos en lo que respecta a una de nuestras actividades: la operación de reactores nucleares para la generación de energía que producen residuos que serán radioactivos hasta por cientos de miles de años.

En efecto, como sabemos, a raíz del descubrimiento de la posibilidad de desintegrar algunos átomos bombardeándolos con neutrones, fue posible desarrollar reactores nucleares para producir energía. En la actualidad, según datos de la Wikipedia, existen en el mundo 435 reactores en operación que producen alrededor del 10 por ciento de la electricidad que consume el mundo. El uso de electricidad de origen nuclear, sin embargo, varía ampliamente entre países. En Francia, por ejemplo, el 70 por ciento de la electricidad tiene origen nuclear.

La energía nuclear se clasifica como “limpia”, en el sentido que no produce gases de invernadero y por tanto se le considera como una fuente de energía adecuada para combatir el cambio climático. La energía nuclear, no obstante, está lejos de ser limpia en un sentido más amplio, pues produce desechos radiactivos, en la forma de combustible nuclear usado, que pueden ser altamente peligrosos por decenas de miles de años.

El combustible desechado en un reactor nuclear en cada operación de recambio típicamente consiste de tubos de un centímetro de diámetro y cuatro metros de largo, rellenados con pastillas de dióxido de uranio. Al ser removido del reactor, el combustible está caliente y es altamente radioactivo, por lo que debe ser reprocesado, o bien sumergido en una pileta de agua por varios años para enfriarlo y después transferirlo a un contenedor de acero sellado y almacenado en un silo de concreto. Actualmente, mas de un cuarto de millón de toneladas de desechos nucleares altamente radioactivos están almacenados en las cercanías de reactores nucleares y plantas de fabricación de armas nucleares a nivel global.

Se considera, sin embargo, que este almacenamiento es solamente temporal, en tanto se resuelve el problema de manera definitiva. En este sentido, Finlandia es uno de los países que más ha avanzado mediante la construcción de un sitio de almacenamiento subterráneo en la isla Olikiluoto en la costa oeste del país. Una descripción del sitio apareció está semana en la revista “Science”, en un artículo firmado por Seeder El Showk.

Los tubos radioactivos desechados por los reactores finlandeses serán colocados en contenedores sellados de hierro de seis metros de alto, y estos a su vez en contenedores sellados de cobre que serán recubiertos con bentonita. En el espacio entre ambos contenedores se inyectará gas argón para evitar su corrosión. Los contenedores con los desechos radiactivos serán enterrados en cerca de cien túneles a 430 metros de profundidad. El sitio está siendo construido en el subsuelo rocoso, entre dos fallas geológicas paralelas, separadas por 800 metros. Con todas estas precauciones, los finlandeses esperan que los materiales radiactivos colocados en el confinamiento -miles de contenedores- se mantengan en un aislamiento total por un espacio de 100,000 años, al final del cual habrán perdido su peligrosidad.

Así, si todo sale bien, hipotéticos arqueólogos del futuro podrían descubrir en Olikiluoto un almacén de desechos nucleares -afortunadamente ya inofensivos- producto de una tecnología que con seguridad les parecerá obsoleta. Y con este descubrimiento, posiblemente se pregunten por la razón que llevo a los primitivos habitantes de la Tierra a fabricar materiales altamente peligrosos que después tuvieron que enterrar, empleando grandes esfuerzos y cuidados, a gran profundidad.

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