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Como sabemos, la avidez por el oro y la plata era algo común entre los conquistadores españoles, y esto es lo que posiblemente explique el hallazgo arqueológico -y macabro- reportado en un artículo aparecido esta semana en la revista “Antiquity”. Dicho artículo fue publicado por un grupo internacional de investigadores encabezado por Jacob Bongers de East Anglia University en el Reino Unido.
En su artículo, Bongers y colaboradores reportan los resultados de una investigación llevada a cabo con restos humanos descubiertos en el valle de Chincha, en la costa peruana, aproximadamente 200 kilómetros al sur de Lima. Dicho valle fue dominado por el pueblo chincha entre los años 1000 y 1400 de nuestra era, pero se encontraba integrado al imperio Inca a la llegada de los conquistadores españoles. De manera específica, los investigadores estudiaron 79 ejemplares de lo que llamaron “vertebras en postes”, que consisten en grupos de vertebras humanas ensartadas en cañas. Dichos ejemplares fueron recuperados en 20 sitios mortuorios conocidos como chullpas.
Por medio de dataciones por radio carbón, estiman los investigadores que las vertebras corresponden a personas fallecidas entre los años 1520 y 1550 de nuestra era, mientras que las cañas en las que fueron ensartadas habrían sido cultivadas entre los años 1550 y 1590. De este modo, las vértebras habrían sido ensambladas y vueltas a enterrar en sus tumbas, decenas de años después de la muerte de las personas a las que pertenecieron. Habría que hacer notar que el primer periodo coincide con el arribo de los españoles a Perú, lo mismo que con las epidemias y hambrunas que se sabe que ocurrieron en este país a inicios del siglo XVI.
Consideran Bongers y colaboradores que el desfase de épocas entre la muerte de una persona y el uso de sus huesos para ensamblar un arreglo de “vértebras en postes”, posiblemente indique que las tumbas originales fueron saqueadas por colonizadores europeos con la intención de robar los objetos de oro y plata que pudieran contener. De hecho, como hacen notar los investigadores, se sabe que el saqueo de tumbas era una práctica extendida en la región chincha.
Por otro lado, la violación de tumbas y la dispersión de los restos mortuorios que trae como consecuencia habría contrastado con la actitud del pueblo chincha, que daba gran valor a la integridad del cuerpo humano. Así, ensamblar vértebras en cañas era una forma de reunir nuevamente los restos humanos dispersados por los colonizadores europeos ávidos de oro y plata.
Como comentan Bolgers y colaboradores, el alto valor que los pueblos andinos daban a la integridad del cuerpo humano puede ser apreciada por el hecho que, en los sacrificios rituales de infantes llevados a cabo por los incas, la muerte se producía por métodos “no sangrientos”, ya sea por ahogamiento, estrangulamiento o entierro en vida.
En la misma dirección, se afirma que, al enfrentar su condena de muerte, atado a un poste y enfrente de una pila de leña, a Atahualpa se le dieron dos opciones: morir quemado, o convertirse al cristianismo y morir por estrangulamiento -garrote vil-. Atahualpa escogió está última opción, aparentemente porque si muriera en la hoguera su cuerpo perdería toda su integridad al convertirse en ceniza. Atahualpa fue bautizado con el nombre de Francisco -en honor a Pizarro- tras lo cual murió estrangulado; con el cuerpo íntegro, sin embargo.
Todo lo anterior nos revela lo mucho que ha cambiado el mundo en quinientos años. Si bien, quizá no tanto en cuanto al aprecio por el oro.
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