El primer laboratorio científico de la historia

Una tecnología con sus asegunes



El 24 de febrero pasado inició Rusia la invasión de Ucrania, y ese mismo día tomó control de la central nuclear de Chernóbil, en el norte del país, cerca de la frontera con Bielorrusia. Como bien recordamos, en 1986 esta central sufrió uno de los dos más graves accidentes nucleares de la historia -el otro fue el de Fukushima, en marzo de 2011-, cuando explotó uno de sus cuatro reactores nucleares, dispersando grandes cantidades de material radiactivo a la atmósfera. En la actualidad la central está inactiva, con todos sus reactores apagados y con el reactor accidentado aislado en un enorme sarcófago de 110 metros de alto. No habría así peligro de radiaciones en cuanto a los reactores mismos. En Chernóbil, sin embargo, permanecen cerca de 20,000 barras de combustible nuclear gastado que mantienen todavía niveles de radioactividad y que deben ser cuidadosamente mantenidas en aislamiento.

Con relación a esto último, habría que recordar que las barras de combustible gastado, removidas durante la recarga de un reactor nuclear, generan un calor intenso, por lo que hay que enfriarlas por varios años sumergiéndolas en piscinas de agua hasta que se reduzca su nivel de radioactividad. Las 20,000 barras de combustible gastado almacenadas en Chernóbil provocaron preocupación por la posibilidad de que quedaran expuestas al medio ambiente durante la lucha entre rusos y ucranianos por el control de la planta. Afortunadamente, según los expertos, el combustible ha reducido ya su radioactividad a niveles tales que, aun en el caso de que fallaran los sistemas de enfriamiento de las piscinas con las barras radiactivas, las temperaturas que se alcanzarían supondrían un peligro relativamente menor.

Ucrania, por otro lado, cuenta con cuatro centrales nucleares con un total de quince reactores nucleares operativos que generan aproximadamente el 50 por ciento de su energía eléctrica; al mismo tiempo que, a nivel global, Ucrania es el séptimo productor de energía nucleoeléctrica. Así, la invasión de Ucrania por Rusia constituye la primera guerra de grandes proporciones que se da en un país con una industria nuclear desarrollada, lo que abre la posibilidad novedosa de que ocurra la dispersión de contaminantes radiactivos por acciones de guerra. Esta posibilidad está comentada por Vadin Chumak, del Centro Nacional de Investigación de Medicina Radiológica de Ucrania, en una entrevista que concedió a la revista “MIT Technology Review” y que fue publicada esta semana.

Comenta Chumak que, aparte de Chernóbil, los rusos han tomado el control de la central nuclear de Zaporiyia, en el sur del país, la cual cuenta con seis reactores nucleares, más combustible gastado, el cual “es muy peligroso y contiene muchos materiales radiactivos”. Prosigue Chumak: “El combustible fresco es mucho menos peligroso que el combustible gastado. Después de que las barras de combustible trabajan por un par de años en el núcleo del reactor, acumulan una enorme cantidad de productos de fisión los cuales son muy radioactivos, tales como iodo, cesio y estroncio. Si hubiera un daño a las instalaciones que resguardan el combustible gastado en Zaporiyia, se podría producir una enorme emergencia radiológica, comparable a lo que pasó en Chernóbil”.

A la pregunta de si los reactores mismos representan un peligro, Chumak contesta: “No pienso que los reactores pudieran ser destruidos. Están alojados en edificios especiales los cuales son resistentes y muy difíciles de destruir. Esos edificios están diseñados de una manera tal que un jet jumbo de gran tamaño podría caer directamente sobre uno de ellos y aun así se mantendría en pie. El gran peligro es el combustible gastado, el cual es almacenado en instalaciones que no fueron diseñadas para ser atacadas por tanques o misiles, que es lo que Rusia está haciendo ahora”.

Si bien, visto a la distancia no esperaríamos que Rusia destruyera de manera dirigida las instalaciones nucleares de Ucrania, dado que, como país vecino, pudiera ser también afectado por la dispersión de material radiactivo, si habremos de conceder que no es posible descartar una destrucción por accidente. Así, a los peligros de una guerra, habremos de añadir los peligros que resultan de insistir en el uso de la tecnología nucleoeléctrica que genera desechos radiactivos que permanecen altamente riesgosos por muchos miles de años. Desechos que, a falta de un sitio de almacenamiento definitivo, se mantienen en instalaciones no demasiado seguras. Susceptibles de ser destruidas, por ejemplo, por un misil mal dirigido.

Comentarios

  1. ¡Qué miedo! Entre los horrores de una guerra desigual, añadir el peligro de un desastre nuclear.

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