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Como sabemos, a raíz de su divorcio de Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena, Enrique VIII rompió con la Iglesia Católica y que este rompimiento lo llevó a confiscar los bienes de los monasterios. Esto liberó tierras con depósitos de carbón que pudieron así explotarse en forma más eficiente. Como consecuencia, la disponibilidad de carbón, aunada a la escasez de madera como combustible, llevó a la sustitución paulatina de la leña por el primero. Dos siglos después, como también sabemos, se desarrolló en Inglaterra una revolución industrial que estuvo basada en el carbón como fuente de energía. Así, en forma retardada, Enrique VIII contribuyó al auge de la quema de carbón, que aun hoy subiste, y que ha contribuido de manera sustancial a la contaminación atmosférica y al cambio climático.
Habría que reconocer, no obstante, que el carbón combustible ha tenido también efectos positivos, dado que el incremento en la generación de energía -a la que se han sumado muchas otras fuentes, aparte del carbón- y el progreso de la civilización están íntimamente relacionados. Y es en este contexto, en el que se están llevando a cabo grandes esfuerzos para desarrollar fuentes de energía menos contaminantes que aquellas basadas en combustibles fósiles.
Por otro lado, habría que señalar que, hasta fechas muy recientes, hemos dependido en gran medida del Sol como fuente de energía. No solamente la madera que se usó como combustible desde tiempos inmemoriales y que es producto de la actividad solar -a través de la fotosíntesis-, sino también los combustibles fósiles, producto de vegetales sepultados hace cientos de millones de años. El viento, que ha sido usado en el pasado y sobre todo en el presente como una fuente de energía, es también, en último término, producto de la actividad solar. Igualmente lo son la energía gravitacional contenida en una represa que es usada para generar electricidad en una planta hidroeléctrica y la energía que produce un panel solar.
No toda la energía que consumimos, sin embargo, proviene del Sol. Es el caso de la energía nuclear, que se obtiene mediante la desintegración controlada de ciertos elementos químicos. También es el caso de la energía geotérmica que aprovecha el calor del interior de la Tierra para generar energía eléctrica o energía en forma de calor. En este sentido, habría que recordar que la temperatura del subsuelo aumenta con la profundidad.
Una planta de electricidad geotérmica puede aprovechar fluidos a alta temperatura que de manera natural emergen de las profundidades de la Tierra. A falta de esto, los ingenieros y científicos están desarrollando técnicas para inyectar agua al subsuelo por un pozo hasta alcanzar un nivel de roca caliente, para después extraerla como agua a alta temperatura por un segundo pozo. Si la temperatura del agua extraída es lo suficientemente elevada -mayor a los 100 grados centígrados-, el vapor generado puede ser usado para mover una turbina y un generador de electricidad. Todo esto, por supuesto, asumiendo que el agua inyectada por el primer pozo es canalizada por el segundo pozo hasta la superficie, lo cual no está garantizado pues podría fugarse por grietas no detectadas.
En un artículo aparecido este mes de julio en la sección de noticias de la revista “Science”, firmado por Warren Cornwall, se describe un proyecto financiado con 218 millones de dólares por el Departamento de Energía de los Estados Unidos, el cual pretende desarrollar técnicas para inyectar agua al subsuelo y extraerla con una temperatura lo suficientemente elevada para generar electricidad. El proyecto se está llevando a cabo el desierto de Utah, y de tener éxito, se daría un gran paso para el desarrollo de una fuente renovable de energía, prácticamente inagotable, no contaminante, y de gran magnitud. En este respecto, los investigadores calculan que bajo el subsuelo de los Estados Unidos hay la suficiente roca caliente para generar cinco veces la energía eléctrica consumida por este país. Además, a diferencia de las energías solar y eólica, la fuente geotérmica sería independiente del Sol, de las intermitencias características de dichas energías, y sin la potencial contaminación de una planta nuclear.
Dicho todo lo anterior, habría que ser indulgente con Enrique VIII por su contribución a contaminar el planeta, que tuvo, después de todo, un aspecto positivo, y que confiamos esté en vías de mitigación. Todo lo contrario, sin embargo, en lo que respecta a su manía de decapitar esposas.
Interesante
Central hidroeléctrica
Departamento de Energía de los Estados Unidos
Energía geotérmica
Energía nuclear
Enrique VIII de Inglaterra
Iglesia católica
Madera
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San Luis Potosí
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Comentarios
Que notable y sorprendente hallazgo, sin tener a la mano datos y cuentas para apreciar las dimensiones del impacto y los proyectos resultantes ciertamente que es una inversión necesaria, el patrocinar la investigación, mucho más que invertir en nuevas refinerías,,,
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