Hogar, dulce hogar

Historias extraordinarias



Un comentario publicado en octubre del año pasado en la revista Pan African Medical Journal, firmado por Sylvain Diop, hizo resurgir una historia que, sin duda, resulta fascinante. Dicha historia fue relatada en la revista “Edinburg Medical Journal” en 1884 por Robert Felkin, y tuvo lugar en 1879 al oeste de la actual Uganda. Felkin, quien era en esos momentos estudiante de medicina, se encontraba en el reino Bunyoro, en donde fue testigo de una operación cesárea practicada a una joven Bunyoro.

Relata Felkin: “La paciente era una joven saludable y de buen aspecto, de unos veinte años de edad. Era su primer embarazo….Se le había suministrado abundante vino de plátano y estaba en un estado de semi-intoxicación…El operador se puso de pie en cuanto entré a la cabaña, sosteniendo su cuchillo en alto con su mano derecha y murmurando un conjuro. Después de esto se lavó las manos y lavó el abdomen de la paciente con alcohol de plátano y después con agua”…..”Seguido de esto, procedió a realizar un corte en el abdomen de la paciente y a extraer rápidamente al bebé, cauterizando los puntos de sangrado con un metal al rojo blanco y cerrando la herida con agujas de hierro”. Todo lo anterior fue realizado con una habilidad tal que una hora después de terminada la operación la paciente se veía sin molestia aparente. La operación, además, resultó todo un éxito, con la supervivencia del bebé y con las heridas de la madre completamente cerradas en once días.

De acuerdo con la descripción de Felkin, los cirujanos de Bunyoro tenían un conocimiento sofisticado que los llevó superar los problemas que presentan las cirugías: el dolor, las hemorragias, y las infecciones. Así, los cirujanos Bunyoro emborrachaban al paciente para mitigar el dolor, cauterizaban las heridas con un metal caliente, y combatían las infecciones por medio de alcohol.

Todo lo anterior es sorprendente si tomamos en cuenta que la cirugía de la época en Europa tenía poco tiempo de hacer uso de los anestésicos y de las prácticas de asepsia. De hecho, fue hasta mediados del siglo XIX cuando se demostró que, mediante el simple procedimiento de lavarse las manos antes de operar, el cirujano disminuía sensiblemente la mortalidad posterior. Antes de esto, los cirujanos ciertamente se lavaban las manos después de la operación, pero no necesariamente antes de la misma.

Si bien sin duda alguna los conocimientos de los cirujanos del reino Bunyoro, desarrollados de manera aislada, son sorprendentes, posiblemente más sorprendentes sean las conclusiones a las que llega un artículo publicado el pasado 7 de septiembre en la revista “Nature” por un grupo de investigadores encabezados por Tim Ryan Maloney de la Universidad Griffith en Australia. En dicho artículo se reporta la evidencia de la amputación quirúrgica de un pie hace 31,000 años, mucho antes de lo que se habría creído posible.

Maloney y colaboradores basan sus conclusiones en el descubrimiento, realizado en una cueva en Borneo, de los restos óseos de un niño al que le fue amputado el pie izquierdo. Dicha amputación no fue debida a un accidente sino a una operación cuidadosamente realizada, como lo demuestra el corte limpio y oblicuo de los huesos de la pierna para separar el pie. El niño amputado habría sobrevivido de seis a nueve años después de la amputación.

Antes del descubrimiento de Maloney y colaboradores, la amputación quirúrgica más antigua de la que se tenía noticia habría ocurrido hace 7,000 años. Ahora sabemos que, hace 31,000 años existían ya los suficientes conocimientos sobre anatomía, fisiología y prácticas quirúrgicas que permitieron amputar, reparar y desinfectar el pie de un niño, con un éxito tal que logró sobrevivir a la operación por varios años antes de ser inhumado. A la luz de este descubrimiento, el caso de los cirujanos Bunyoro resulta sin duda más entendible. Al mismo tiempo que nos hace preguntarnos por qué la cirugía en Europa avanzó en un inicio a un ritmo relativamente lento. Si bien ahora ha alcanzado un nivel impresionante.

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