El primer laboratorio científico de la historia

De aquí a dos mil años



Según los antiguos griegos, la gran pirámide de Guiza y los jardines colgantes de Babilonia formaban parte del grupo de las siete maravillas del mundo. No es sorprendente que los griegos se hayan maravillado con la pirámide de Guiza, una inmensa mole de piedra de 140 metros de alto y 230 metros de lado, cuya existencia podía ser constatada por cualquiera que tuviera la oportunidad de viajar a Egipto. En contraste, la existencia de los jardines colgantes de Babilonia era más incierta. De hecho, aun hoy los arqueólogos no han logrado encontrar restos de dichos jardines que prueben que existieron en algún momento de la historia. Así, pudieran ser solamente una leyenda.

O quizá la historia sea injusta con los jardines de Babilonia, que bien pudieran haber existido y su rastro haberse en el tiempo. Esto, a diferencia de la pirámide de Guiza, que ha sobrevivido miles de años, tanto por su enorme volumen, como por los grandes bloques piedra con los que fue construida. Los jardines de Babilonia, en contraste, habrían sido construidos con ladrillos y habrían resistido menos el paso de los años.

Sirva lo anterior para introducir el tema a tratar hoy: el notable desarrollo por los romanos del concreto como material de construcción, con el cual construyeron carreteras, acueductos y edificios que, sin tener el volumen de una pirámide egipcia, han perdurado por dos mil años. Es el caso del Panteón de Roma inaugurado en el año 128 d.C., el cual cuenta con la cúpula de concreto no reforzado -43 metros de diámetro- más grande del mundo.

La durabilidad del concreto desarrollado por los romanos se ha atribuido al uso en su fabricación de cenizas volcánicas del área de la bahía de Nápoles. Un artículo aparecido la semana pasada en la revista “Science Advances”, sin embargo, apunta en otra dirección. Dicho artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Linda Seymour del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Como apuntan Seymour y colaboradores en su artículo, en contraste con sus contrapartes modernas, el concreto desarrollado por los romanos en la antigüedad se ha mantenido estable en una variedad de climas, en zonas sísmicas, e incluso en contacto con el agua de mar. Para investigar el origen de la longevidad del concreto romano, los investigadores se enfocaron en pequeños depósitos blancos de tamaño milimétrico que son ubicuos en los concretos romanos y que no se encuentran en sus contrapartes modernas.

Dichos depósitos se han atribuido a la fabricación descuidada del concreto por los romanos. Seymour y colaboradores, sin embargo, encuentran que están formados de varias formas de carbonato de calcio y que, lejos de resultar de una manipulación poco cuidadosa, son producto del proceso de fabricación del concreto empleado por los romanos, en el que se mezcla cal viva en lugar de cal apagada.

Por otro lado, y más importante, Seymour y colaboradores concluyen que en las inclusiones de carbonato de calcio se encuentra el secreto de la longevidad de los concretos romanos. Es decir, cuando el concreto envejece y se forman grietas que lo debilitan, el carbonato de calcio reacciona con el agua y llena dichas grietas impidiendo su propagación. Se obtiene así un concreto longevo con propiedades de autosanación.

Además de que nuestros descendientes en un futuro lejano encuentren pruebas irrefutables de que en nuestro tiempo fuimos capaces de construir edificios capaces de permanecer en pie por miles de años -conviviendo con la pirámide de Guiza, pero sin alcanzar sus dimensiones- ¿qué otro beneficio podría derivarse de un concreto con propiedades de autosanación? Se sabe que la industria de fabricación de concreto es altamente contaminante y que contribuye con un 8 por ciento de las emisiones de gases de invernadero a la atmósfera, y en este sentido, Seymour y colaboradores sostienen que en la medida en que se fabriquen concretos más duraderos se incrementaría la longevidad de las construcciones y se reduciría el ritmo de emisión de gases de invernadero a la atmósfera. Lo que es indispensable si queremos que en el futuro alguien se maraville de nuestras construcciones.

Comentarios

  1. Mi pregunta es, ¿si no es el concreto, entonces cuál material se podría utilizar en la construcción para que se mantenga firme los próximos 1000 años y las futuras generaciones puedan admirar lo que hoy se construyó?

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    1. Interesantisimo, muchas derivaciones del concepto, principio, ambición o comprobación, que en cada ámbito de la química incluso quimiorganica muestra no solo inquietudes o muestras, evidencias,, ya hay tecnologías que ofrecen autosanamiento en materiales como la pintura de superficies, hasta la de los autos, (no enderezan choques), a fin de cuentas no deja de sorprender que se haya tecnificado desde hace tiempo, eso sí ahora con mucho mayor conocimiento,

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