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La idea es muy simple: colocar una especie de sombrilla que atenúe la radiación solar que recibe el planeta. Sobre cómo llevar esto a cabo las propuestas han sido variadas, desde dispersar gases en la estratósfera que reflejen la radiación solar, hasta colocar una pantalla entre la Tierra y el Sol que obstaculice el paso de los rayos solares. En un artículo aparecido esta semana en la revista Plos Climate se ofrece una propuesta más. El artículo fue publicado por un equipo de investigadores encabezado por Benjamin Bromley de la Universidad de Utah en los Estados Unidos.
La propuesta de Bromley y colaboradores consiste en colocar una nube de polvo en el llamado punto L1 de Lagrange, localizado a aproximadamente 1.5 millones de kilómetros de la Tierra a lo largo de la línea que une al Sol y a la Tierra. En este punto, las fuerzas de atracción de la Tierra y el Sol sobre un objeto se combinan para hacer que la velocidad de translación de dicho objeto alrededor del Sol sea igual a la velocidad de translación de nuestro planeta. De este modo, la nube de polvo estaría colocada permanentemente entre la Tierra y el Sol.
Como discuten Bromley y colaboradores, para atenuar un 1.8 por ciento de la radiación solar la nube deberá contener más de diez millones de toneladas de polvo. Anticipan, además, que la nube tenderá a esparcirse -entre otras cosas, por el choque con los rayos del Sol- por lo que tendrá que ser continuamente recompuesta. ¿De dónde se tomaría el polvo necesario para esto? Los autores del artículo proponen que sea de la Luna. Argumentan que llevarlo desde la Luna implicaría un menor gasto de energía en comparación con llevarlo desde la Tierra, dada su menor fuerza de gravedad. Además, Bromley y colaboradores encuentran que los granos de polvo lunar tienen el tamaño adecuado para dispersar la radiación del Sol. Así, para mantener en forma el escudo solar, el polvo lunar sería periódicamente lanzado desde la superficie de la Luna hasta el punto de Lagrange
La propuesta de Bromley y colaboradores, sin embargo, se clasifica dentro del campo de la geoingeniería solar que tiene muchos críticos. En este sentido, una carta abierta lanzada en enero de 2020 por 60 expertos del clima de todo el mundo y actualmente respaldada por más de 570 científicos, hace un llamado para la firma de un acuerdo para no usar la geoingeniería solar. En el encabezado de dicha carta podemos leer: “Hacemos un llamado a Gobiernos, Naciones Unidas y otros actores a una acción política inmediata para prevenir la normalización de la geoingeniería solar como opción en política climática. Los gobiernos y las Naciones Unidas deben velar por un control político eficaz, restringiendo el desarrollo de las tecnologías de geoingeniería solar a escala global. Específicamente, llamamos a un Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar”.
Los firmantes aducen en su carta abierta que los intentos de cambiar la temperatura del planeta provocarían cambios en el clima global que los científicos con el conocimiento actual no pueden anticipar. Los impactos “variarán según las regiones, y existen incertidumbres sobre los efectos en los patrones climáticos, la agricultura y la provisión de las necesidades básicas de alimentos y agua”. Apuntan también que la posibilidad de mitigar el cambio climático por medio de la geoingeniería solar podría ser usado como un argumento para retrasar las políticas de reducción de los combustibles fósiles.
Así, el intento por cambiar artificialmente el clima del planeta podría resultar en un remedio peor que la enfermedad. Al margen de que las propuestas para llevar esto a cabo -involucrando incluso mundos fuera del nuestro- estén en plena floración.
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