El primer laboratorio científico de la historia

Motivos de preocupación



Como uno de los mayores desastres ecológicos de los que nuestro tiempo ha sido testigo, el Mar de Aral, una vez el cuarto mayor lago de agua salada del planeta, se ha ido desecando paulatinamente hasta convertirse en dos cuerpos separados de agua y un desierto de arena tóxica. El colapso del Mar de Aral, situado entre Kazajistán y Uzbekistán, fue producido por el desvío de los ríos Sir Darya y Amu Daryia que lo alimentaban, para irrigar plantaciones de algodón. Estos ríos fueron desviados cuando Kazajistán y Uzbekistán formaban parte de la Unión Soviética. En la actualidad, la superficie del Mar de Aral es apenas un 10 por ciento de la superficie original, la cual ascendía a 65,000 kilómetros cuadrados, aproximadamente la superficie del estado de San Luis Potosí.

El Mar de Aral es, ciertamente, un caso extremo de desastre ambiental producido por la intervención humana que esperaríamos no se repitiese; al menos, no en una escala de tales dimensiones. Un artículo aparecido esta semana en la revista “Science”, sin embargo, concluye que el volumen de agua almacenada en más de la mitad de los lagos y represas a nivel global ha disminuido a lo largo de las últimas décadas. El artículo fue publicado por un grupo de investigación encabezado por Fangfang Yao, de la Universidad de Colorado en Boulder.

Como apuntan Yao y colaboradores, el volumen de agua almacenada en lagos naturales y embalses fluctúa siguiendo cambios en precipitaciones pluviales y descargas de los ríos, así como también por factores humanos como la construcción de represas y el consumo de agua. Para determinar cómo todos estos factores han influido en el volumen de agua almacenada en cuerpos de agua naturales y artificiales, Yao y colaboradores llevaron a cabo un estudio con imágenes satelitales de 1972 cuerpos de agua, que representan el 95 por ciento del volumen de agua almacenada a nivel global. De estos cuerpos de agua, 1052 son lagos naturales con áreas superficiales entre 100 y 377,000 kilómetros cuadrados, mientras que 921 son lagos artificiales con superficies entre 4 y 67,000 kilómetros cuadrados.

Con su estudio, Yao y colaboradores no solamente buscaban determinar cómo el volumen de agua almacenada a nivel global ha evolucionado en las últimas décadas, sino también identificar los factores, naturales o humanos, que han determinado dicha evolución. Haciendo uso de 250,000 fotografías satelitales recolectadas entre 1992 y 2020, los investigadores determinaron que en el 53 por ciento de los depósitos de agua a nivel global está disminuyendo el volumen del agua almacenada. En el caso de los lagos naturales, los principales factores responsables de esta disminución son el cambio climático y el consumo humano, mientras que la sedimentación es el factor principal de la degradación del volumen de agua almacenada en represas. Con base a su estudio, los investigadores concluyen que 2,000 millones de personas viven en áreas en la que se observa una tendencia significativa de disminución en el volumen de agua almacenada y que estas personas serán las más afectadas por la falta de agua en el futuro.

Yao y colaboradores también comentan que su estudio puso al descubierto una tendencia decreciente del volumen de agua almacenado en lagos tales como el Lago Salton en el sur de California y el lago Mar Chiquita en Argentina, que es el mayor lago salado en Sudamérica. Con respecto a este último, sin embargo, el diario digital Infobae recoge de declaraciones de Eduardo Pioviano, investigador del Conicet en Argentina, quien niega que el Mar Chiquita se esté desecando por causas humanas y que vaya a desaparecer. Afirma que Yao y colaboradores fundan sus conclusiones en mediciones del nivel del lago en un periodo de tiempo demasiado corto. De hecho, Pioviano espera que este nivel se incremente en cuanto cambien las condiciones climáticas.

De un modo u otro, las conclusiones de Yao y colaboradores no son demasiado alentadoras. Ciertamente, tenemos la esperanza que el futuro no nos depare desastres como el del Mar de Aral, con sus extrañas e impactantes imágenes de barcos pesqueros descansando en medio de un inmenso mar de arena contaminada por los desechos de los pesticidas empleados en los campos de algodón. Confiaríamos que las consecuencias de la escasez de agua en el futuro no alcancen niveles tan dramáticos. Pero igual, no debemos dejar de preocuparnos.

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