El primer laboratorio científico de la historia

Local versus central



El 4 de septiembre de 1882 entró en operación la planta “Pearl Street Station” para proporcionar energía eléctrica a la ciudad de Nueva York. Dicha planta, construida por la compañía Electric Illuminating Company de Thomas Alva Edison, fue la primera estación comercial a nivel central para generar y distribuir electricidad. El negocio de la electricidad en el siglo XIX generó intensas disputas comerciales. Una de las más conocidas es la llamada “guerra de las corrientes”, que enfrentó a Edison y la corriente continua, por un lado, y a George Westinghouse y la corriente alterna, por el otro. Recordamos que en las dos últimas décadas del siglo XIX convivían dos tecnologías eléctricas que se disputaron la supremacía: la corriente directa y la corriente alterna. En un sistema de corriente alterna, el sentido de la corriente cambia de dirección de manera alternada, mientras que en un sistema de corriente continua la corriente siempre tiene la misma dirección.

Con la corriente alterna, empleada por Westinghouse, es posible incrementar o reducir el voltaje de manera relativamente simple. Esto tiene ventajas para trasmitir la potencia eléctrica generada en la planta central hasta los usuarios, la cual experimenta menos pérdidas si la línea opera a altos voltajes. Así, en el sistema de Westinghouse, el voltaje de la línea de trasmisión se elevaba a miles de volts y se reducía hasta un nivel seguro justo antes de entregar la energía al usuario. El sistema de corriente continua empleado por Edison, en contraste, no tenía la habilidad de incrementar y reducir el voltaje de la línea de trasmisión y esto limitaba la distancia a la que podría trasmitir la energía eléctrica.

En esta situación de desventaja, Edison hizo uso de todo tipo de artimañas. Por ejemplo, buscó crear la impresión de que la corriente alterna es peligrosa y capaz de matar a una persona por accidente. Para ahondar en esta dirección, Edison hizo claro que la silla eléctrica, recién instrumentada como método de ejecución, empleaba corriente alterna, lo que probaba su letalidad. Edison mismo contribuyó al desarrollo de la silla eléctrica, como es relatado en el libro “Edison y la silla eléctrica” del autor Mark Essig. Sin embargo, al final, con todo y artimañas, la corriente alterna se impuso a la corriente directa. Así, prevaleció un modelo en el que la energía eléctrica se produce en grandes plantas centrales y se distribuye a grandes distancias por medio de líneas de trasmisión de alto voltaje.

Un modelo alternativo, que está emergiendo rápidamente, es el de la generación distribuida, en el que la energía se produce y se consume en un mismo lugar. Esto ha sido posible por el desarrollo de tecnologías para aprovechar la energía del sol o del viento, que están distribuidas sobre toda la superficie del planeta, si bien no de manera uniforme. En particular, la progresiva reducción de precios que están experimentando los paneles solares hacen cada vez más atractiva su instalación en las casas habitación.

¿Qué tan extendida será en el futuro esta tendencia y en qué medida los consumidores generarán su propia energía y no dependerán de una instalación central? Un artículo publicado el pasado 2 de noviembre en la revista “Joule” por un grupo de investigadores encabezado por Max Kleinebrahm, del Instituto de Tecnología de Karlsruhe, Alemania, buscan contestar a esta pregunta.

Kleinebrahm y colaboradores llevaron a cabo un estudio para determinar el potencial para que 41 millones de casas habitación en países de la Unión Europea, más el Reino Unido y Noruega, alcancen una independencia energética con respecto a la red pública de electricidad. Evaluaron este potencial, tanto para la época actual como para el año 2050. Para este propósito, seleccionaron 4,000 casas habitación representativas. En este sentido, hay que considerar que las regiones incluidas en el estudio incluyen áreas climáticamente variadas, desde el sur hasta el norte de Europa. En base a su estudio, los investigadores encuentran que, en la actualidad, desde un punto de vista técnico, el 53 por ciento de los 41 millones de casas habitación consideradas podrían alcanzar una independencia total con respecto a la red pública de electricidad. Proyectan, además, que en el año 2050 este número alcance el 75 por ciento.

Desde un punto de vista económico, sin embargo, para alcanzar una independencia energética total los consumidores tendrían que pagar más que lo que le pagarían a la red pública. Así, en el año 2050, hasta 2 millones de casas habitación serían totalmente independientes sí sus dueños están dispuestos a pagar 50 por ciento más de lo que pagarían de seguir conectados a la red pública.

Podríamos así esperar que, en las próximas décadas prevalecerá, si bien algo debilitado, el modelo de generación de energía eléctrica en instalaciones centrales que emergió de la guerra de las corrientes. En contraste con la silla eléctrica, que, afortunadamente, casi despareció del mapa.

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