El primer laboratorio científico de la historia

Una consecuencia inesperada



El 18 de mayo de 1854 partió de Inglaterra rumbo al ártico la expedición encabezada por John Franklin, con la misión de encontrar el llamado Paso del Noroeste, que conectaría a los océanos Atlántico y Pacífico por un laberinto de canales helados entre las islas al norte de Canadá. Como sabemos, la expedición, que estaba compuesta por los barcos Erebus y Terror y una tripulación de 129 hombres entre oficiales y marineros, tuvo un final trágico y nunca regreso a Inglaterra. No lo hicieron ni los barcos ni los expedicionarios, que murieron todos en el intento.

La expedición fue avistada por última vez por barcos balleneros el 22 de julio en la bahía de Baffin y después desapareció al quedar los barcos atrapados en el hielo. Solo hasta fechas recientes se descubrieron los restos de los barcos hundidos en el ártico canadiense. En el año 2014 se encontró al Erebus y en 2016 al Terror. En cuanto a los tripulantes, se sabe ahora que, desesperados después de pasar dos inviernos atrapados en el hielo, decidieron abandonar los barcos y caminar hacia el sur tratando de alcanzar territorio continental canadiense. Sin embargo, no alcanzaron su objetivo y todos murieron en el camino. Se unieron así a los 24 tripulantes, incluyendo al capitán Franklin, que habían ya fallecido durante la larga espera.

Por lo demás, sabemos ahora que, de un modo u otro, la expedición muy probablemente no hubiera logrado encontrar el paso buscado, por el hielo que bloqueba la navegación entre las islas del ártico canadiense. De hecho, habría de transcurrir más de medio siglo antes de que el noruego Roald Amundsen lograra cruzarlo por primera vez en 1906, en una travesía que le tomó tres años.

Si Franklin hubiera intentado realizar su búsqueda del Paso del Noroeste en la época actual -abordado una máquina del tiempo, por ejemplo-, habría encontrado mucho menos obstáculos, debido a que el cambio climático está ocasionando una disminución paulatina del volumen de hielo ártico lo que facilita el tránsito marino.

Con relación a esto último, un artículo aparecido el pasado 5 de marzo en la revista “Nature Reviews Earth and Environment”, hace una revisión del conocimiento que los expertos tienen acerca de la pérdida de hielo que está sufriendo el océano Ártico por el cambio climático y concluyen que podría haber ocasiones durante el verano en los que el océano Ártico esté libre de hielo antes de que termine la presente década. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Alexandra Jahn de la Universidad de Colorado en Boulder.

Habría que precisar que para Jahn y colaboradores un océano ártico libre de hielo no implica que el mar esté completamente desprovisto de hielo. En su lugar, para ellos el océano está libre de hielo cuando su superficie recubierta con hielo sea inferior a un millón de kilómetros cuadrados, equivalente a la mitad de la extensión territorial de nuestro país. Para poner esto en perspectiva, habría que señalar que millón de kilómetros cuadrados es apenas un 20 por ciento de la superficie del océano Ártico que estaba recubierta con hielo en el verano en la década de 1980.

Como señalan Jahn y colaboradores: “El hielo marino del Ártico ha disminuido sustancialmente desde el comienzo de las observaciones por satélite en 1978, y se prevé que continúe haciéndolo en el futuro. De hecho, podrían ocurrir condiciones sin hielo en el mes de septiembre en las décadas de 2020 o 2030, y a mediados del siglo presente es probable que sí ocurran, independientemente de cual fuera el escenario de emisión de gases de invernadero. Se espera que entre 2035 y 2067 se produzcan condiciones consistentemente sin hielo, lo que implica una transición a un Ártico frecuentemente libre de hielo. Esto, en un escenario de altas emisiones, con un pequeño retraso posible en escenarios de menores emisiones”.

Si bien las predicciones que puedan hacer los expertos sobre algo tan complejo como es el cambio climático y el efecto preciso que pueda tener sobre el hielo ártico, es un hecho que el volumen de dicho hielo está disminuyendo. Y que dicha disminución ha tenido una consecuencia inesperada: está dificultando las labores de investigación que está llevando a cabo la agencia gubernamental canadiense Parks Canadá con los restos del Erebus y el Terror para desvelar los misterios que todavía encierran acerca de la malograda expedición de John Franklin. En efecto, de acuerdo con un reporte del periódico británico The Guardian, “El trabajo con los restos de los barcos hundidos es particularmente urgente, pues, al estar en aguas poco profundas, están siendo azotados y maltratados por las tormentas cada vez más severas a medida que el cambio climático se apodera de la región”.

Así, de manera por demás inesperada, el exceso de hielo en el Ártico hace 180 años dio al traste con la expedición de Franklin, mientras que ahora, el poco hielo dificulta averiguar los detalles de cómo ocurrió el desastre.

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