Encuentros cercanos cien mil años atrás

Geoingeniería solar



En su poema “Oscuridad”, Lord Byron describe un mundo apocalíptico en el que,

“El brillante sol se apagaba, y los astros

Vagaban diluyéndose por el espacio eterno,

Sin rayos, sin rutas y la helada tierra

Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;”

Byron escribió “Oscuridad” en 1816, año conocido como “El año que no tuvo verano”, que fue particularmente frío por una disminución de la radiación solar que alcanzó la superficie de la tierra. Este fenómeno fue debido a la erupción del volcán Tambora un año antes.

El 5 de abril de 1815, el volcán Tambora, localizado, en la isla Sumbawa, en el sur de Indonesia, entró en erupción, alcanzando un máximo de actividad el 10 de abril, cuando ocurrió lo que fue la mayor explosión volcánica registrada en la historia, escuchada a miles de kilómetros de distancia. Antes de esta explosión, el volcán tenía una altura de 4,300 metros sobre el nivel del mar, misma que se redujo a 2,850 metros después de la explosión.

La erupción del volcán Tambora lanzó a la atmósfera enormes cantidades de dióxido de azufre que originaron pequeñas gotas de ácido sulfúrico que permanecieron suspendidas en la estratósfera por largo tiempo. Estas gotas actuaron como una capa que reflejó parcialmente la radiación solar que disminuyó su intensidad al llegar a la superficie de nuestro planeta. Con esto, se provocó un descenso de temperatura en Europa y Norteamérica. Efectos similares se han producido con otras erupciones volcánicas. Por ejemplo, la erupción del volcán Krakatoa en agosto de 1883 produjo una disminución de 0.4 grados centígrados en el hemisferio norte, mientras que la erupción del volcán Pinatubo en junio de 1991 tuvo efectos similares a lo largo de varios meses.

La disminución de temperatura que ha provocado la emisión de gases a la atmósfera durante las erupciones volcánicas ha inspirado a algunos científicos que han propuesto inyectar artificialmente aerosoles en la atmósfera como un medio para contrarrestar el calentamiento global. En 2017, David Keith y Frank Keutch de Harvard University, hicieron públicos sus planes para estudiar la propagación de aerosoles en la atmósfera. Para esto, propusieron elevar un globo y una góndola suspendida con una carga de varios kilogramos de aerosoles hasta una altitud de 20 kilómetros. Una vez alcanzada esta altitud, liberarían la carga y el globo, equipado con los instrumentos de medición adecuados, descendería a través de la nube de partículas para estudiar su dispersión en la atmósfera. Este proyecto serviría como antecedente para proyectos posteriores de dispersión de aerosoles con fines de reducir la radiación solar.

La propuesta de Keith y Keutch, sin embargo, resultó muy controvertida. Sostuvieron sus críticos que el clima de la tierra es demasiado complejo y que reducir artificialmente la cantidad de radiación solar que llega a la tierra podría tener graves efectos secundarios de alteración del clima global que son difíciles de anticipar. Al respecto, en un artículo publicado esta semana en la revista MIT Technology Review se recogen opiniones expresadas por Jennie Stephens de Northeastern University: “El experimento planteado por Keith y Keutch fue particularmente peligroso, porque la financiación, la atención y el prestigio de Harvard confirieron legitimidad a intervenciones a escala planetaria que, en su opinión, nunca podrán gobernarse o controlarse de manera segura”.

De manera adicional, Stephens sostiene que “incluso si los investigadores tuvieran las mejores intenciones, la geoingeniería solar en última instancia sería implementada por personas o naciones con dinero y poder de la manera que más beneficie a sus intereses, incluso si eso significara consecuencias desastrosas para otras áreas. Algunas investigaciones, por ejemplo, sugieren que la geoingeniería solar podría reducir significativamente las precipitaciones en determinadas zonas y reducir los rendimientos de algunos cultivos básicos. Si bien un bloque de naciones podría decidir utilizar la geoingeniería para aliviar las olas de calor, ¿qué pasaría si eso redujera los monzones de verano y los suministros de alimentos en partes de India o África occidental?”.

Las criticas recibidas por el proyecto de Keith y Keutch hicieron su efecto y Harvard University anunció el pasado mes la cancelación definitiva del proyecto. Desafortunadamente, esto posiblemente no significa que proyectos similares no se llevarán a cabo en otros centros de investigación. Si bien, posiblemente no de manera tan abierta como procedió Harvard University para evitar críticas.

En este sentido, esperemos que, después de doscientos años, nunca tengamos a un nuevo Lord escribiendo un poema apocalíptico sobre un desastre climático. Artificial. No natural.

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