Encuentros cercanos cien mil años atrás

¿Ansiedad climática?



Dos de las características de los tiempos que hoy corren son el cambio climático y la disminución de las tasas de fertilidad. Como nos consta, el cambio climático se hace cada vez más presente con eventos extremos, como el huracán Otis que devastó a Acapulco el pasado mes de octubre, y la ola de calor que está en curso. Las tasas de fertilidad, por otro lado, han estado a la baja desde la segunda mitad de siglo pasado, alcanzando en muchos países valores que están incluso por debajo de los 2.1 nacimientos por mujer, que se considera es la tasa mínima necesaria para mantener un equilibrio entre los que nacen y los que mueren. Este es el caso de países como Japón, Corea del Sur, Italia y España, entre otros, que enfrentan una disminución de población en las próximas décadas.

Como sabemos, el cambio climático es debido a la emisión de gases a la atmósfera que ha llevado a un incremento de la temperatura global de 1.2 grados centígrados con respecto a sus valores preindustriales. La baja en la tasa de fertilidad, por su lado, tiene causas múltiples, incluyendo el desarrollo de los anticonceptivos en la década de los años sesenta del siglo pasado, y la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo.

En primera instancia, y debido a que obedecen a causas tan diversas, no pensaríamos que hubiera una conexión entre el cambio climático y la disminución de la tasa de fertilidad. Existe evidencia anecdótica, sin embargo, que la incertidumbre sobre lo que nos depara el cambio climático para el futuro produce un estado de ansiedad que tiene un efecto sobre los planes de las parejas para engendrar un hijo, que podría enfrentar un mundo colapsado por el desastre climático. Se han incluso inventado términos como eco-ansiedad y solastalgia. Este último, según la Wikipedia, “es un neologismo que describe una forma de angustia, estrés mental o existencial, causado por el deterioro medioambiental”.

Con el objeto de ir más allá de la evidencia anecdótica y, en su caso, establecer sobre bases sólidas la influencia que tiene el cambio climático sobre la decisión de las parejas de tener hijos, un grupo de investigadores encabezado por Hope Dillarstone del University College London, en Londres, Reino Unido, se dio a la tarea de llevar a cabo una revisión documental exhaustiva para determinar cómo y por qué las preocupaciones medioambientales pueden afectar la decisión de tener o no un hijo. Los investigadores publicaron los resultados de su trabajo el pasado mes de noviembre en la revista “PLOS CLIMATE”.

Dillarstone y colaboradores llevaron a cabo una revisión amplia de las publicaciones existentes sobre cambio climático, preocupaciones sobre salud mental y bienestar, y toma de decisiones reproductivas. Examinaron 446 documentos de los cuales escogieron 13 que corresponden a estudios realizados entre 2012 y 2022. Los estudios involucraron a 10,788 participantes y fueron llevados a cabo en los Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda y en países europeos.

Los participantes en los estudios expresaron preocupaciones sobre la calidad de vida que enfrentaría en el futuro un niño que estaría por nacer, en un mundo devastado por el cambio climático. De la misma manera, expresaron preocupación por agravar con hijos, la situación de un mundo ya de por si sobrepoblado y sobreexplotado. De acuerdo con Dillarstone y colaboradores, en 12 de los 13 estudios analizados dichas preocupaciones constituyen un fuerte incentivo para tener menos hijos o para no tener ninguno.

La investigación documental llevada a cabo por Dillarstone y colaboradores involucró fundamentalmente estudios realizados en países del llamado Norte Global, es decir los países industrializados. En estas circunstancias consideran que un estudio similar debe ser llevado a cabo con países de Sur Global, entre los que se encuentra México. Por los demás, al margen de la motivación o motivaciones de las parejas para limitar el número de hijos, el hecho es que la tasa de fertilidad se ha reducido drásticamente, tanto en países del Norte Global como del Sur Global.

Podíamos concluir que, a reserva de lo que digan los especialistas, no podríamos quizá culpar enteramente de la caída en fertilidad al cambio climático, pues ésta se inició en el siglo pasado antes de que hubiera una conciencia pública de dicho cambio. Pero si hemos de creerle a Dillarstone y colaboradores, el cambio climático no pareciera estar tampoco totalmente libre de culpa.

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