Cambio de época

¿Qué tiene de particular el lago Crawford en Canadá? A primera vista diríamos que nada. En efecto, dicho lago, localizado cerca de la ciudad de Toronto, es de dimensiones modestas, con una superficie de apenas 2.4 hectáreas y una profundidad máxima de 24 metros. Tiene, sin embargo, una característica que lo hace especial: las aguas en su superficie no se mezclan con las aguas profundas, de modo que los sedimentos en el fondo se depositan paulatinamente sin ser perturbados. De manera adicional, anualmente se deposita de manera natural una capa de calcita en el fondo del lago que, separa los sedimentos de un año a otro. Así, la historia del medio ambiente está codificada en las capas del sedimento del lago, de la misma manera que la historia del clima está escrita en los anillos de los árboles.

Por esta característica, el lago Crawford fue escogido por un grupo internacional de investigadores como el marcador para el inicio del Antropoceno, una época geológica que seguiría al Holoceno, que se inició hace unos 12,000 años al final de la última glaciación. Según sus proponentes, el Antropoceno sería una época diferenciada del Holoceno por los cambios producidos en el clima y el medio ambiente por las actividades humanas, mismos que estarían grabados en los sedimentos del lago Crawford.

Una fecha propuesta para el inicio del Antropoceno es el año 1950, cuando el mundo vio una aceleración de la actividad industrial y de la sociedad de consumo, aunada a las pruebas nucleares que se llevaron a cabo en el marco de la Guerra Fría. En concordancia con estas actividades, los investigadores encuentran en los sedimentos del lago Crawford grandes cantidades de cenizas producto de la quema de carbón, y de metales pesados como el plomo. Detectaron también la presencia de plutonio, producto de las pruebas nucleares.

Y además de lo anterior, los investigadores encontraron microplásticos en los sedimentos del lago Crawford. Los microplásticos se definen como fragmentos de plástico menores a 5 milímetros y comúnmente son producto de la desintegración de objetos de plástico por acción de la radiación solar y de otras fuerzas naturales. Este proceso de desintegración puede producir fragmentos de plástico que no son visibles a simple vista, y que pueden ser tan pequeños que es más propio llamarlos nanoplásticos.

No es sorprendente que los investigadores hayan encontrado microplásticos en los sedimentos del lago Crawford, pues sabemos que éstos constituyen uno de los mayores problemas de contaminación que enfrenta el mundo. En este sentido, dados sus bajos costos de producción, el reciclaje del plástico no es económicamente viable y sus desechos se acumulan inexorablemente invadiendo mar, tierra y aire. Peor aún, sabemos que incluso nos han invadido a nosotros, con consecuencia todavía no conocidas.

Con relación a esto último, un artículo de investigación, todavía en etapa de evaluación por pares, reporta los resultados de un estudio llevado a cabo para investigar la presencia de microplásticos y nanoplásticos en el cuerpo humano. Dicho artículo tiene como autores a un grupo de investigadores encabezado por Alexander Nihart de la Universidad de Nuevo México.

En su estudio, Nihart y colaboradores analizaron muestras “post mortem” de tejidos de hígado, riñón y cerebro humanos. Emplearon 27 muestras obtenidas en 2016 y 24 muestras en 2024. Encuentran que, en las muestras de tejido cerebral, las concentraciones de microplásticos y nanoplásticos, predominantemente de polietileno, son de 7 a 30 veces más grandes que las respectivas concentraciones en hígado y riñón, indicando que las partículas de plástico se alojan de manera preferencial en el cerebro. De manera preliminar, Nihart y colaboradores encuentran también que la mayoría de las partículas alojadas en el cerebro es de nanoplásticos. Y de manera poco sorprendente, dado la creciente contaminación por plásticos, encuentran también que las concentraciones de partículas de plástico encontradas en las muestras de 2024 son significativamente mayores que las respectivas concentraciones de las muestras de 2016. Nihart y colaboradores concluyen que hay una urgencia por entender el impacto que los microplásticos y nanoplásticos tienen en la salud humana.

Los expertos no se han puesto todavía de acuerdo sobre si existe suficiente evidencia y hemos ya dejado el Holoceno -que estuvo marcado por el surgimiento de la agricultura y en épocas más recientes de la Revolución Industrial- y entrado en el Antropoceno. Por otro lado, estaríamos de acuerdo en que resulta un punto menor el acuerdo que pudieran alcanzar los expertos en este sentido, dada la gravedad de la situación que enfrentamos por la contaminación del mundo. Iniciada en el Holoceno, pero agravada en al Antropoceno. Asumiendo que realmente éste existe.

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