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Según la Sociedad de la Tierra Plana, de manera poco sorprendente, la Tierra es plana. Habría que señalar, por supuesto, que dicha sociedad no podría sostener que la Tierra es perfectamente plana, pues sabemos, más allá de toda duda, de valles que podemos cruzar y montañas que podemos escalar. No obstante, dejando de lado estos detalles, la Sociedad de la Tierra Plana sostiene que la Tierra tiene la forma de un disco centrado en el Polo Norte y rodeado por un muro de hielo. Una visión muy alejada de la convencional, según la cual la Tierra tiene una forma aproximadamente esférica.
Se dice a veces que la idea de una Tierra plana fue desechada después de que Sebastián Elcano logró darle la vuelta navegando hacia el oeste. En realidad, la idea de una Tierra esférica es mucho más antigua. Así, hace más de dos mil años, Eratóstenes pudo incluso medir su curvatura. Para este propósito, midió al mediodía durante el solsticio de verano, la longitud de la sombra proyectada por una vara colocada de manera vertical en Alejandría, en la costa mediterránea. Eratóstenes sabía que al mediodía de ese mismo día no se proyectaba ninguna sombra en Siena, en el sur de Egipto. Así, a partir de la longitud de la sombra de la vara, y conociendo la distancia entre Alejandría y Siena pudo determinar el radio de la tierra con una exactitud notable para su tiempo.
Si bien resulta sorprendente que después de dos mil años haya todavía quien ponga en duda la esfericidad de la Tierra, habría que reconocer que tenemos pocas evidencias de esta esfericidad. Ciertamente, las fotografías de la Tierra tomadas desde de la Luna muestran una tierra esférica. Esta evidencia, sin embargo, no es de primera mano y no falta quien afirme que las fotografías son falsas. En sentido estricto, los únicos que tienen una evidencia directa de que la Tierra es esférica son los pocos que han logrado elevarse suficientemente sobre su superficie. Los demás tenemos que aceptar las evidencias indirectas que, por otro lado, son abrumadoras.
Las ideas acerca de una tierra plana se clasifican en el grupo de las llamadas teorías de conspiración, que lo mismo rechazan que los norteamericanos hayan llegado a la superficie de la Luna, o que las torres gemelas hayan sido derribadas por terroristas árabes. Algunas teorías de conspiración son inocuas, como lo es la creencia en una Tierra plana. Otras pueden ser peligrosas, como las que provocan el rechazo a las vacunas. En este contexto, las teorías de conspiración han sido motivo de estudios con el fin de entender qué es lo que motiva a una persona para sostener opiniones con poco fundamento, y con esto encontrar maneras de combatir dichas teorías.
Un ejemplo de esto es el artículo aparecido esta semana en la revista “Science”, en el que se describen los resultados de una investigación llevada a cabo para determinar la utilidad de los chats de inteligencia artificial para cambiar las opiniones de los creyentes en teorías de conspiración. El artículo fue publicado por un grupo de investigadores encabezado por Thomas Costello, del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Los expertos saben que las opiniones de los creyentes en dichas teorías pueden estar firmemente establecidas y son difíciles de desechar. En su investigación, Costello y colaboradores asumieron que la interacción de un chat de inteligencia artificial debidamente entrenado puede ser útil para cambiar opiniones poco fundadas, contrastándolas con abundante información.
La investigación de Costello y colaboradores involucró a más de mil participantes que sostenían diversas teorías de conspiración y que sabían que iban a interactuar con un chat de inteligencia artificial. Cada participante inició su interacción con el chat exponiéndole sus particulares opiniones. El chat elaboró una respuesta, confrontando dichas opiniones con la información de Internet. El intercambio entre el chat y el participante se extendió por tres rondas, al final de las cuales se evaluó la influencia que dicho intercambio tuvo en sus opiniones. Los investigadores encontraron que cerca del veinte por ciento de los participantes moderaron sus creencias acerca de su particular teoría de conspiración. Esta moderación, además, se mantuvo hasta por dos meses después de la prueba, lo que indica que no fue un cambio de opinión momentáneo.
Los resultados de Costello y colaboradores demuestran que las opiniones poco fundadas pueden ser cambiadas mediante la interacción con un chat de inteligencia artificial. Sin embargo, como hace notar un artículo publicado esta semana en el sito “The Conversation”, un chat podría proporcionar información falsa y llevar a nuevas teorías de conspiración. Podría, por ejemplo, hacer más común la creencia en una Tierra plana. Sería así un arma de dos filos.
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