Hogar, dulce hogar

Aunque la mona se vista de seda…

En marzo de 1958, la oficina meteorológica de los Estados Unidos instaló un analizador en las faldas del volcán Mauna Loa en la isla de Hawai, con el propósito de medir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Las mediciones en Mauna Loa eran enviadas para su análisis a Charles David Keeling, quien se encontraba en la Universidad de California en San Diego a cargo del proyecto.

Las primeras mediciones de dióxido de carbono de Mauna Loa dejaron perplejo a Keeling, pues mostraron variaciones en la concentración de dicho gas que le parecieron erráticas. Son embargo, una vez que tuvo a su disposición mediciones tomadas a lo largo de un año, le quedó claro que la concentración de dióxido de carbono en Mauna Loa, lejos de ser errática, oscila a lo largo del año, con máximos en mayo y mínimos en noviembre. Esto es claro en una gráfica icónica en la que se muestran dichas oscilaciones desde 1958 a la fecha, la cual está disponible en Internet. La historia de esta gráfica, declarada “Monumento Químico Histórico Nacional” por la “American Chemical Society”, está relatada en un artículo publicado por dicha sociedad que puede ser también consultado en Internet.

Cabe preguntarse a qué se debe que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera oscile con una periodicidad anual. Los expertos nos indican que dicha oscilación es debida a la actividad de fotosíntesis de las plantas. En efecto, sabemos que, mediante la actividad de fotosíntesis, las plantas toman dióxido de carbono de la atmósfera para fabricar y almacenar su alimento. Lo hacen con el concurso de la luz solar y liberando oxígeno a la atmósfera. Al mismo tiempo, como parte del proceso de respiración, las plantas consumen el alimento almacenado y liberan dióxido de carbono a la atmósfera. La respiración ocurre de manera continua, mientras que la fotosíntesis se acelera en el verano, cuando hay más luz solar, y se hace más lento en invierno, cuando dicha luz disminuye. De este modo, como un efecto neto, las plantas consumen dióxido de carbono en verano y lo liberan en invierno, dando origen a los ciclos anuales.

Además de las oscilaciones anuales, Keeling observó que la concentración promedio anual de dióxido de carbono se incrementaba año con año. Así, la gráfica de concentración muestra una curva ascendente sobre la cual, a manera de rizos, se superponen las oscilaciones anuales, que ciertamente le confieren gran atractivo visual. Más allá de lo vistoso de la curva, lo que alarma a los expertos es la tendencia de la concentración de dióxido de carbono a crecer en promedio con el transcurrir de los años, pues esto implica lo que sabemos: que dicho crecimiento tiene graves consecuencias climáticas.

Por otro lado, el dióxido de carbono no es el único gas de invernadero. Otro de ellos es el metano, que es el segundo en importancia. De hecho, el metano es un gas de invernadero hasta ochenta veces más potente que el dióxido de carbono, si bien con un tiempo de vida en la atmósfera más reducido. Además, la concentración de metano en la atmósfera está creciendo más rápidamente que la de cualquier otro gas de invernadero de importancia, de acuerdo a un artículo aparecido el pasado 10 de septiembre en la revista “Environmental Research Letters”, publicado por un grupo de investigadores encabezado por Robert Jackson de Stanford University.

Según Jackson y colaboradores, la concentración de metano en la atmósfera es ahora 2.6 veces más alta que en la época preindustrial y la más alta en los últimos 800,000 años. Además, la velocidad con la que ha crecido el metano atmosférico en los últimos cinco años es la mayor que se ha observado. Por otro lado, de acuerdo con los investigadores, hay un debate sobre las posibles causas de este incremento. El metano se origina en forma natural por la descomposición de la materia orgánica en humedales en ausencia de oxígeno, o por filtraciones geológicas en yacimientos de gas natural, que está compuesto mayormente de metano. El metano atmosférico puede ser también producto de actividades humanas, incluyendo la agricultura, la ganadería y la extracción de gas natural. De hecho, según Jackson y colaboradores, dos tercios de las emisiones de metano a la atmósfera son debidas a actividades humanas.

Concluyen Jackson y colaboradores que es necesario determinar el papel que juega cada fuente de emisión de metano a la atmósfera, si hemos de revertir el rápido incremento del metano atmosférico y mantener el clima del planeta habitable.

Por lo demás, la gráfica que muestra el incremento de metano en la atmósfera también presenta oscilaciones anuales, si bien por razones diferentes a las del dióxido de carbono, y desde este punto de vista resulta también visualmente atractiva. Aunque, sin duda, no porque la amenaza climática se presente en forma atractiva, deja de ser una amenaza.

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