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Según el historiador romano Dion Casio, la reina Boudica era, “…una britana de la familia real, poseedora de una inteligencia superior a la que suele corresponder a las mujeres”. Esta afirmación, más allá de la inteligencia que con seguridad tenía Boudica, refleja sin duda los prejuicios que tenía Dion Casio como miembro de una sociedad patriarcal, como era la romana.
Por lo demás, y para mayores detalles, habría que mencionar que Boudica fue reina guerrera de una tribu celta en Britania, que encabezó una lucha en contra de la invasión romana en el año 60 d.C. Según Dion Casio, Boudica era, “una mujer que reunió a un ejército que ascendía a unos 120,000 hombres. Era de estatura muy alta, de aspecto aterrador, de mirada feroz, y de voz era áspera; una gran mata de pelo castaño rojizo le caía hasta las caderas; alrededor de su cuello lucía un gran collar de oro; y vestía una túnica de diversos colores sobre la que se ceñía un grueso manto con un broche. Este era su atuendo invariable”. Al final, Boudica no pudo con los romanos, fue derrotada y se habría suicidado para no caer en sus manos.
Cartimandua fue otra reina guerrera en Britania, contemporánea de Boudica, que es conocida, no por haber enfrentado a los romanos, sino por haber traicionado a Caratacus, un líder que sí se les enfrentó. Huyendo de los romanos después de haber sido derrotado, Caratacus buscó la protección de Cartimandua, quién lo recibió, pero luego lo entregó encadenado a sus enemigos. Esta acción le valió posteriormente la ayuda de Roma después de que fuera derrotada por quién fuera su esposo, al levantarse éste en armas en su contra tras su divorcio.
La emergencia de mujeres como Boudica y Cartimandua se dio en el contexto de una sociedad de la Edad de hierro en la que las mujeres habrían jugado papeles prominentes. Esto concuerda con los resultados de un artículo aparecido el pasado mes de enero en la revista “Nature”, publicado por un grupo de investigadores encabezado por Lara Cassidy de Trinity College Dublin. En dicho artículo, se reportan los resultados de una investigación genética llevado a cabo con restos de 57 personas excavados en un cementerio en el sur de Inglaterra, que estuvo en operación antes y después de la ocupación romana en el año 43 d.C.
Cassidy y colaboradores encontraron que las personas inhumadas en el cementerio constituían un grupo emparentado por la línea materna a través de múltiples generaciones. Así, la mayor parte de los miembros del grupo compartían un antecesor mujer que vivió siglos atrás. En contraste, los investigadores no encuentran un parentesco similar por la vía paterna. Esto implica que las mujeres se mantuvieron en el grupo, mientras que hombres de otros grupos, no emparentados, se les unieron para formar una pareja. El parentesco del grupo estaba entonces determinado por la población femenina.
Con relación a esto, Cassidy comenta: “Este era el cementerio de un gran grupo de parientes. Reconstruimos un árbol genealógico con muchas ramas diferentes y descubrimos que la mayoría de los miembros remontaban su linaje materno a una sola mujer, que habría vivido siglos antes. En contraste, las relaciones a través de la línea paterna eran casi inexistentes. Esto nos indica que los esposos se mudaban para unirse a las comunidades de sus esposas al casarse, y la tierra potencialmente se transmitía por línea femenina. Esta es la primera vez que se documenta este tipo de sistema en la prehistoria europea y predice el empoderamiento social y político femenino”.
Los resultados de la investigación de Cassidy y colaboradores no necesariamente implican un empoderamiento político y social femenino que llevara a un matriarcado. No obstante, se podría especular que, si la tierra la heredaban las mujeres, éstas tendrían un alto estatus social. Por otro lado, habría otras consideraciones. Como comentan Cassidy y colaboradores: “La guerra externa puede fomentar la permanencia de las mujeres en un solo lugar por la ausencia masculina. La Edad de Hierro británica fue, sin duda, una época de alta violencia social, como lo demuestra la temprana proliferación de fortificaciones, armas, restos humanos con lesiones relacionadas con la violencia y casos de conflicto intergrupal registrados por escritores romanos como Julio César y Tácito”.
Llegar a conclusiones sobre hechos ocurridos hace dos mil años presenta, por supuesto, dificultades. No obstante, Cassidy y colaboradores hacen notar que los resultados de su investigación concuerdan con las descripciones romanas de las mujeres celtas. Y en este sentido: “Aunque las representaciones clásicas de los pueblos conquistados suelen verse con escepticismo, encontramos aquí algunas verdades en la valoración que estos escritores hacen de la Gran Bretaña de la Edad de Hierro”.
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