El primer laboratorio científico de la historia

Ciencia y género



“¿Pero acaso la mujer está condenada a no recibir educación filosófica y científica? ¿Por qué no recibirla si la naturaleza que se complació en hacerla su obra de arte más perfecta, la dotó también de inteligencia? Eminentes pensadores han creído que más débil físicamente que el hombre, y teniendo en la naturaleza una función que la absorbe toda, la mujer sufriría por la instrucción los efectos del surmenage intelectual más fácilmente que aquel, lo cual traería a la larga la esterilidad, la degeneración de la raza y su extinción.”

El anterior párrafo fue tomado de la transcripción del discurso pronunciado por el Dr. Antonio F. López –descubierta por la Lic. Lucía Delgado Oviedo en los archivos bibliotecarios de la UASLP– durante una ceremonia de premiación de alumnos llevada a cabo en el año de 1901 en el Instituto Científico y Literario de San Luís Potosí, en la que estuvo presente el Gobernador del Estado. El Dr. Antonio López, que fue Director de dicho Instituto de 1901 a 1907, no dejó duda de lo que pensaba al respecto cuando párrafos más adelante afirmó: “De todo esto se deduce que a la mujer se le dará la instrucción lo más basta posible proporcionalmente a su resistencia cerebral, para no llegar al surmenage”.

De una lectura completa del discurso de referencia queda claro que el Dr. Antonio López era una persona culta, versado en la filosofía positivista en boga en México en aquel tiempo. Como tal, estaba convencido que la Ciencia era la llave para resolver todos nuestros problemas. Refiriéndose a esta última, reconoce que el primer paso del método científico consiste en: “observar los hechos con precisión despojándose de todo prejuicio”. No obstante, al igual que Aristóteles quién afirmaba que las mujeres tienen menos dientes que los hombres, de manera prejuiciosa concluyó que la relativa debilidad muscular de las mujeres en comparación con la de los hombres se extendía al cerebro.

Afortunadamente, no todas las mujeres estuvieron de acuerdo con este tipo de opiniones. Un ejemplo prototípico al respecto es Marie Curie, quién recibió el premio Nobel de Física en el año de 1903 –más o menos en la época del discurso referido – y el premio Nobel de Química ocho años más tarde, convirtiéndose en la primera persona –hombre o mujer– en recibir dos veces un premio Nobel.

Otro ejemplo a destacar, ocurrido medio siglo después y que tiene el ingrediente adicional de haber sido repetidamente puesto en el contexto de la discriminación de género, es el de la química británica Rosalind Franklin, quién tuvo una participación decisiva en el revelación del “secreto de la vida”, es decir en el descubrimiento de la estructura molecular del ADN, que ha sido considerado como el más importante del siglo XX.

En el año de 1953, Rosalind Franklin era investigadora del King´s College de la Universidad de Londres y estaba dedicada al estudio del ADN empleando rayos x. El King´s College en esa época era una institución conservadora que practicaba la discriminación de género –tenía, por ejemplo, un comedor exclusivo para hombres– y con la cual Franklin no se identificó. Además, casi a su llegada al laboratorio en 1951 entró en conflicto con Maurice Wilkins, director asistente del mismo, quién aparentemente malinterpretó su contratación asumiendo que venia a trabajar como asistente suyo.

Al inicio de la década de los cincuenta varios laboratorios de investigación en el mundo competían por ser los primeros en revelar la estructura de la molécula de ADN, entre ellos el de King´s College. Los ganadores fueron Francis Crick y James Watson de la Universidad de Cambridge, a los cuales, juntamente con Wilkins, les fue otorgado el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1962. Franklin no fue incluida pues había muerto en 1958 a los 37 años, víctima de cáncer de ovario, y por reglamento el premio Nobel no puede ser otorgado de manera póstuma.

Watson y Crick, sin embargo, han sido sujetos a muchas críticas debido a que la inspiración para su descubrimiento les llegó después de observar la fotografía de un experimento de rayos x de ADN obtenido por Franklin. Esto en si no tiene nada de incorrecto. El problema fue, no obstante, que la fotografía les fue mostrada por Wilkins sin el conocimiento de Franklin. Watson y Crack, además, no reconocieron este hecho sino hasta años después.

La temprana muerte de Rosalind Franklin y las circunstancias que rodearon al descubrimiento de la estructura del ADN, la han convertido en un ícono de los grupos feministas. Esto fue, además, fomentado por el libro “La doble hélice” publicado” por James Watson en 1968, cuando Rosalind ya había muerto, en donde se refiere a ella como “Rosy” –un sobrenombre que no tuvo en vida– y como una investigadora que no sabía interpretar sus propios experimentos.

Quizá nos parezcan sorprendentes los conceptos referidos al inicio de este artículo. Debemos, sin embargo, juzgarlos a la luz de la discriminación de género prevaleciente hace cien años y de la que encontramos restos en el caso de Rosalind Franklin y en el hecho de que una universidad como el King´s College tuviera comedores exclusivos para hombres hace apenas medio siglo. Aún hoy está discriminación persiste, con lo que el mundo se priva de la mitad de la inteligencia humana.

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