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Otro biocombustible de uso extendido, –aunque no en la medida del etanol– es el biodiesel obtenido a partir de semillas oleaginosas como el girasol y la soya. La producción de biodiesel está también en aumento y en 2007 el 7% de la producción mundial de oleaginosas se dedicaba a su producción.
Los biocombustibles son una opción que en principio luce muy atractiva como fuente de energía, por ser renovable y por no enfrentar por lo tanto un futuro agotamiento como es el caso de los combustibles fósiles. Los biocombustibles fueron, ciertamente, una opción energética atractiva para Brasil en las décadas de los años setenta y ochenta, cuando este país enfrentó la crisis petrolera. De hecho, Brasil estableció su programa de sustitución de gasolina por etanol, que tan exitoso le ha resultado, precisamente por esta crisis. Los biocombustibles son también muy atractivos por ser no contaminantes del medio ambiente –o al menos en un grado menor en que lo son los combustibles fósiles.
No todo es, sin embargo, miel sobre hojuelas en cuanto a los biocombustibles. Por ejemplo, según una publicación del Banco Mundial de julio de 2008, el incremento en la producción de etanol registrada en los últimos años fue la principal causa del aumento del precio de los alimentos que hizo crisis el año pasado. Según dicha publicación, la demanda de maíz en los Estados Unidos para la producción de alcohol ocasionó que tierras dedicadas al cultivo de soya migraran al cultivo de maíz, ocasionando una escasez de soya y un consecuente aumento en su precio. De la misma manera, respondiendo al incremento en la demanda de aceite vegetal para la producción de biodiesel, países exportadores de trigo como Argentina, Canadá y la Unión Europea disminuyeron la superficie agrícola destinada este a cereal para dedicarla al cultivo de semillas oleaginosas, lo que también llevó a un aumento en el precio del trigo.
La producción de biocombustibles para transportación está en competencia con la producción de alimentos. Esto se hace patente si tomamos en cuenta que para producir 100 litros de bioetanol –apenas lo necesario para que un automóvil recorra algunos cientos de kilómetros– son necesarios unos 250 kilogramos de maíz, es decir lo que consumiría una persona en un año.
Para hacer las cosas peores en el panorama de los bioenergéticos, en un artículo publicado por Robert Service el pasado 23 de octubre en la revista Science de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, se menciona la posibilidad de que una expansión masiva de la producción de maíz en los Estados Unidos para biocombustibles, demande de una cantidad tal de agua para irrigación que genere problemas de escasez del líquido en ciertos lugares. Service señala que los biocombustibles requieren para su producción de volúmenes de agua considerablemente mayores a los demandados por otros medios de generación de energía. Además, se tiene el problema de contaminación del agua por fertilizantes y pesticidas agrícolas, contaminación que llega hasta el Golfo de México vía el Río Misisipi. De este modo, sin bien los biocombustibles contribuirían a resolver el problema energético en los Estados Unidos, crearían por otro lado un problema de abasto y contaminación de agua.
La experiencia brasileña, no obstante, ha mostrado que si es posible desarrollar una industria de bioetanol autosustentable. A diferencia de la industria norteamericana basada en el maíz, Brasil fabrica su etanol a partir de la caña de azúcar. Esta diferencia, de entrada es una ventaja, pues el rendimiento en la producción de etanol por hectárea de caña de azúcar es más del doble del correspondiente rendimiento para el maíz.
Todas las fuentes de energía alternativas los combustibles fósiles tienen ventajas y desventajas y en este respecto los biocombustibles no son la excepción. En el futuro, sin embargo, aparecerán sin duda bioenergéticos que superarán algunos que los problemas actuales. Está en curso, por ejemplo, el desarrollo de biocombustibles fabricados a partir de aquellas partes de las plantas ricas en celulosa que no se aprovechan actualmente en la industria del bioetanol. De esta manera podrá aumentarse su producción sin incrementar ni la superficie cultivada ni el agua para irrigación.
Lo que si es seguro, sin embargo, es que la sustitución de los combustibles fósiles no se hará con base en una sola tecnología, sino con tecnologías diversas basadas en el sol, el viento y los biocombustibles, entre muchas otras fuentes de energía.
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