El primer laboratorio científico de la historia

Impacto social de la investigación científica



La noticia científica de la semana fue sin duda el descubrimiento del color que en vida lució el dinosaurio “Sinosauropterix”, que habitó la provincia de Liaoning en el norte de China hace unos 120 millones de años. En un artículo aparecido el pasado 24 de enero en la revista Nature, un grupo de investigadores del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Beijing, China y de la Universidad de Bristol en el Reino Unido, reportaron haber encontrado evidencia científica que indica que el Sinosauropterix –del tamaño de un gato pequeño– tenía plumas de colores café rojizo. En referencia a este reporte, en días pasados pudimos ver en los medios impresos dibujos que nos mostraban como podrían haber lucido estos dinosaurios: caminando en dos patas y con una cola muy larga adornada con anillos de colores naranja y blanco.

Al igual que sus parientes más conocidos, el Velociraptor y el Tiranosaurio Rex, el dinosaurio Sinosauropterix pertenece al suborden de los Terópodos. Éstos son los antecesores evolutivos de las aves modernas y existe controversia sobre si, al igual que éstas, estaba cubierto de plumas. En el artículo referido de Nature, se sostiene que un análisis por microscopía electrónica del fósil estudiado muestra que el Sinosauropterix definitivamente sí tenía plumas.

Éstas, no obstante, eran tan pequeñas que no le servían para volar, lo que tiene implicaciones científicas importantes pues resultaría que evolutivamente las plumas de las aves no surgieron con el propósito de ayudarlas a volar –ya que el Sinosauropterix no lo hacía–, sino con algún otro motivo; como un aislante térmico para protegerlas del frío, o como un atractivo visual para conseguir pareja, por ejemplo.

Otra noticia científica importante aparecida en esta semana fue el anuncio hecho por la NASA de que renunciaba a liberar a la sonda “Spirit” de la trampa de arena en la que cayó en la superficie del planeta Marte el pasado mes de mayo. El Spirit, juntamente con su gemelo “Opportunity”, ha estado explorando la superficie de Marte desde que arribaron en enero de 2004. Ambas sondas fueron diseñadas para moverse sobre la superficie del planeta y así lo hicieron por varios años: el Opportunity recorrió cerca de 19 kilómetros, mientras que el Spirit lo hizo por casi 8 kilómetros antes de quedar inmovilizado. De todas las misiones a la superficie de Marte, la de las sondas Spirit y Opportunity ha sido la más larga y exitosa, enviando a la Tierra una gran cantidad de datos de valor científico que han contribuido a incrementar considerablemente nuestro acervo de conocimientos sobre Marte.

Cabe preguntarse sobre los beneficios sociales que aportan investigaciones como las anteriormente referidas. ¿Por qué habría de importarnos lo que sucedió en nuestro planeta hace más de cien millones de años o lo que ocurra o deje de ocurrir en un planeta a cientos de millones de kilómetros de la Tierra? Esta pregunta es importante dado los grandes recursos que puede consumir un proyecto científico –la misión que puso a las sondas Spirit y Opportunity en la superficie de Marte, por ejemplo, tuvo un costo de 850 millones de dólares. La respuesta a la pregunta anterior es que cualquier conocimiento científico que acumulemos tiene una utilidad práctica potencial, que podría hacerse efectiva en un tiempo más o menos corto.

Tomemos, por ejemplo, el desarrollo de lo que hoy conocemos como la Mecánica Cuántica, ocurrido en las primeras décadas del siglo XX y que cambió por completo nuestras ideas acerca de la estructura atómica de los materiales. Aunque en su momento la Mecánica Cuántica no prometía aplicaciones prácticas, a la postre llevó, entre otras muchas cosas, al desarrollo del transistor que produjo la revolución en computación y telecomunicaciones que han cambiado drásticamente el mundo en el que vivimos. Gracias a las computadoras, por ejemplo, es posible predecir el clima con varios días de anticipación y también diseñar mejores aviones. Igualmente, la unión de las computadoras con las telecomunicaciones por fibra óptica ha posibilitado el desarrollo de la red Internet. A quienes vivimos la transición entre las eras pre y post Internet, nos cuesta trabajo entender como pudimos vivir sin esta red de comunicación.

La inversión en ciencia y tecnología, sin embargo, no puede ser ilimitada, aun en los países ricos. El Presidente Obama, por ejemplo, acaba de cancelar el proyectado regreso de los Estados Unidos a la Luna. En los países en desarrollo como es el nuestro, las inversiones en ciencia y tecnología deben ser aun más cuidadosamente aplicadas. Todo nuevo conocimiento científico tiene posibilidades potenciales de desarrollar tecnología, pero es obvio que los tiempos involucrados para que esto suceda dependerán de la naturaleza de dicho conocimiento. Una investigación destinada, por ejemplo, a optimizar la eficiencia de una celda solar podrá tener un impacto tecnológico en un plazo de tiempo menor al que tendría un estudio de naturaleza más básica.

Las anteriores consideraciones, no obstante, resultan sólo de importancia relativa para nuestro país, que invierte sólo el 0.4 % de producto interno bruto en ciencia y tecnología, Esta inversión está muy por debajo, no solamente de los países industrializados, sino también de algunos en desarrollo.

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