El primer laboratorio científico de la historia

El altruismo y la química del cerebro



En el último número de la revista científica británica “Nature” se incluyó un artículo firmado por investigadores de universidades de los Estados Unidos e Irlanda en el que se reportan experimentos neurológicos diseñados para determinar el grado de rechazo que los humanos tienen por situaciones de desigualdad social. Hoy en día se considera que el altruismo y la cooperación entre humanos ha sido una condición necesaria para el desarrollo de la civilización y por lo tanto debe haberse convertido en parte de la naturaleza humana a través de un proceso evolutivo. Incluso la guerra, que ha sido una constante en el desarrollo de la civilización, se considera un reflejo de nuestra naturaleza altruista, pues –excluyendo mercenarios– no podría de otro modo conformarse un ejército para defender una causa común exponiendo a los soldados a un peligro mortal.

El estudio de referencia aporta evidencia neurológica en favor de que los seres humanos tienen efectivamente tendencias intrínsecas que los lleva a buscar disminuir las desigualdades entre personas, aun si esto representa un costo individual. La experiencia se llevó a cabo con cuarenta personas del sexo masculino sin ningún tipo de relación entre ellas. Se formaron 20 parejas y al inicio a todos los participantes les fueron entregados 30 dólares. En seguida y a fin de crear una situación de desigualdad, a uno de los miembros de cada pareja le fueron entregados 50 dólares más. El otro miembro, en cambio no recibió ninguna cantidad adicional. Se crearon así dos grupos: “ricos” y “pobres”.

Una vez en este punto se les confrontó con la posibilidad de recibir cantidades adicionales de dinero y se midió su respuesta neuronal en áreas del cerebro que se sabe responden a recompensas monetarias. Esta respuesta se determinó de manera indirecta por técnicas de resonancia magnética funcional, que detectan cambios positivos o negativos en el flujo de sangre a ciertas partes del cerebro producto de un aumento o disminución de la actividad neuronal.

El estudio demostró que los miembros ricos tuvieron una reacción positiva mayor ante la posibilidad de que hubiera una transferencia adicional de dinero a su pareja pobre, que la que mostraron ante una posible transferencia monetaria a ellos mismos. Justamente la reacción contraria fue observada entre los miembros pobres de cada pareja. La reacción general fue entonces en la dirección de disminuir la desigualdad entre ricos y pobres.

En otro estudio llevado a cabo igualmente mediante técnicas de resonancia magnética funcional por un grupo de investigadores en los Estados Unidos, Italia y Brasil, se midió la actividad neuronal que tiene lugar durante el acto de realizar una donación caritativa, poniendo de manifiesto las bases neurológicas del altruismo.

La creencia en una naturaleza altruista de la raza humana no siempre ha existido. En el siglo XIX, por ejemplo, la selección natural –postulada por Charles Darwin como el mecanismo que origina la evolución de las especies y que es sintetizada en la frase “supervivencia del más apto”– llevó al concepto de “darwinismo social” –no suscrito por Darwin– que trasladó la selección natural del ámbito biológico al social. El darwinismo social sirvió para apoyar doctrinas como el “laissez faire” que propugna por un capitalismo sin ninguna cortapisa por parte del Estado y que de manera inevitable lleva a la desigualdad social. Se usó también en la eugenesia que plantea una mejora genética dirigida de la raza humana y que sirvió de fundamento ideológico al nazismo.

Los resultados de los estudios descritos anteriormente indican que las enseñanzas éticas y morales sobre las virtudes del altruismo reflejan efectivamente a la naturaleza humana. No obstante, apuntan también a que tienen un fundamento último en la química del cerebro. El que la organización del cerebro determine el comportamiento –moral o inmoral– de un individuo tiene implicaciones religiosas y jurídicas profundas, pues pone en entredicho el concepto de libre albedrío.

No obstante, ninguna teoría o conclusión científica puede tomarse como definitiva y resultados posteriores pueden confirmarla o refutarla. Los estudios sobre la respuesta neuronal del cerebro ante disyuntivas morales, que apuntan a una naturaleza humana benevolente hacia los demás, tendrán que ser confirmados por futuros estudios. Por lo pronto, nuestra experiencia diaria –muy lejos del rigor con que se conduce una investigación científica– nos indica que si la raza humana es por naturaleza altruista, algunos de nuestros semejantes muestran un especial empeño en ocultarlo.

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