El primer laboratorio científico de la historia

México y el espacio



El pasado 13 de junio la sonda japonesa Hayabusa regresó a la Tierra después de un viaje de 7 años al asteroide Itokawa. Este asteroide, que tiene la forma de un cacahuate de unos 500 metros de longitud, sigue una órbita excéntrica alrededor del Sol que lo acerca a la órbita de la Tierra y lo lleva más allá de la órbita de Marte. Aunque no se tiene todavía la certeza, se espera que la sonda haya regresado a nuestro planeta con muestras de material del asteroide. El estudio de dichas muestras daría información sobre el origen del sistema solar, pues se considera que los cuerpos celestes como el Itokawa han permanecido sin cambios desde la formación de dicho sistema, en contraste con cuerpos más grandes como la Luna o nuestro propio planeta.

Hayabusa arribó al asteroide Itokawa en septiembre de 2005, descendiendo un par de veces a su superficie a recoger muestras. Debido a la lejanía de Itokawa con la Tierra, la sonda tuvo que llevar a cabo los descensos de manera autónoma, pues las instrucciones que le pudieran haber sido enviadas desde la Tierra habrían tardado varios minutos en llegar por la lejanía a la que se encontraba, lo que hubiera imposibilitado su control desde el centro de mando.

Unas tres horas antes de ingresar a la atmósfera terrestre, la nave Hayabusa expulsó una cápsula con las muestras del asteroide, la cual descendió exitosamente en una región desértica del sur de Australia después de soportar enormes temperaturas por el rozamiento atmosférico. Pronto sabremos si en su interior la cápsula contiene efectivamente material de Itokawa.

Aunque la sonda Hayabusa experimentó una serie de fallas que le impidieron completar todos los proyectos que habían sido planeados –por ejemplo, el envío de la sonda Minerva de apenas medio kilogramo a la superficie de Itokawa para una exploración más detallada de la misma– la misión constituyó un logro impresionante de la tecnología japonesa. Hay que notar que Japón ha formado parte del club espacial desde el año de 1970, cuando puso en órbita –por sus propios medios– su primer satélite artificial. Hoy en día son diez países, y dos compañías privadas norteamericanas, los que tienen esta capacidad. El último país en ingresar al club espacial fue Irán, en el año 2009.

En una fecha no distante del regreso de Hayabusa a nuestro planeta, el 20 de abril pasado la Cámara de Diputados creó la Agencia Espacial Mexicana (AEXA). De acuerdo con el decreto de creación, publicado en la Gaceta Parlamentaria, la AEXA tendrá como objetivo la definición, promoción y articulación de las actividades espaciales en México. Como apoyo se asienta que: “Se detectaron tres vertientes de oportunidad para México en materia espacial, entre ellas se encuentran: el desarrollo del terreno lunar gracias a nuestra capacidad probada en la industria automotriz; el desarrollo en el área textil, para la construcción de hábitats lunares, y la operación nacional de sistema de GPS, en el área de pequeños satélites.” El proyecto de creación de la AEXA fue impulsado por, entre otros, el astronauta norteamericano de ascendencia mexicana José Hernández Moreno, quién viajó a la estación espacial a bordo del transbordador Discovery en agosto de 2009.

Se ha tachado a la AEXA de innecesaria y de ocurrencia exótica en un país de grandes carencias, y de que se convertirá en un elefante blanco. Ciertamente sería absurdo plantear la posibilidad de enviar en las próximas décadas con nuestros medios un astronauta al espacio o de construir una sonda equivalente a Hayabusa, algo que posiblemente ni aun los más decididos impulsores de la AEXA lo estén planteando –al menos al corto plazo. Sí se contemplan, sin embargo, cosas que de la misma manera están posiblemente fuera de nuestro alcance, incluso a un mediano plazo. No es posible pensar, por ejemplo, que la industria automotriz en México, que es básicamente maquiladora, nos constituya una ventaja para fabricar un vehiculo lunar, o que nuestra industria textil nos capacite para fabricar hábitats lunares.

La iniciativa de crear la AEXA, no obstante, resultará positiva si de ésta deriva un impulso a tecnologías que han sido desarrolladas para y por la industria espacial. En este grupo podemos incluir a las celdas para el aprovechamiento de la energía solar, a la predicción del clima por medio de satélites y al inventario de los recursos naturales del país de manera remota empleando satélites, entre otras muchas aplicaciones derivadas de la industria espacial.

Un impulso serio a las actividades espaciales en nuestro país que nos llevara en un futuro a la realización de proyectos de cierta envergadura –aun sin pretender alcanzar la sofisticación de proyectos como el de la sonda Hayabusa–, requerirá, sin embargo, de recursos considerablemente más cuantiosos que los diez millones de pesos aprobados para el primer año de operación de la AEXA. Esta cantidad será mucha si dicho proyecto resulta solamente en la creación de una oficina burocrática, y demasiado poca para que la AEXA tenga un impacto real en el desarrollo científico y tecnológico de México.

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