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El Siglo XXI nos ha traído un crecimiento vertiginoso en el volumen de tráfico conducido a través de la red Internet, que se ha convertido en una herramienta de primera necesidad en numerosas actividades cotidianas. Internet, con su enorme capacidad para trasmitir información, ha modificado nuestros hábitos y costumbres y facilitado numerosas tareas, algunas de las cuales de otro modo hubieran sido imposibles de llevar a cabo. Incluso ha tenido consecuencias políticas en varias regiones del mundo –la última en Egipto, en donde el pasado viernes las redes sociales, basadas en Internet, precipitaron la dimisión del Presidente.
¿De qué dimensión es el volumen de información trasmitido por Internet? De manera más general ¿cuál es la capacidad de la sociedad actual para guardar y comunicar información? Estas preguntas son abordadas en un artículo publicado el pasado 10 de febrero en la revista “Science”, escrito por Martin Hilbert de la Escuela de Comunicación y Periodismo de la Universidad del Sur de California y Priscila López de la Universidad Abierta de Cataluña. Entre otras cosas, encuentran que si se vaciara en discos compactos toda la información de que disponíamos hasta 2007 –en libros, fotografías, videocasetes, discos duros de computadoras, discos ópticos, etc.– y se apilaran los discos grabados uno sobre el otro, se alcanzaría una altura que sobrepasaría a la Luna.
En otra conclusión, que resulta igualmente sorprendente, los autores del artículo referido estiman que durante 2007 se envió por televisión y otros medios “unidireccionales” un volumen de información –gran parte de la cual seguramente muchos estaríamos de acuerdo en que no tiene gran valor– equivalente al que resultaría si cada persona en el mundo recibiera 174 periódicos diarios –que, por supuesto, no podría leer.
Los números anteriores, además, están creciendo a ritmo acelerado. El volumen de información almacenada se duplica cada 34 meses, mientras que el volumen de información trasmitida lo hace cada 40 meses.
Hilbert y Priscila López estimaron también la capacidad de computación del mundo –por medio de la cual se transforma la información–, la que calculan crece de manera exponencial, doblándose cada 18 meses, la mitad del tiempo que le toma hacerlo a la capacidad de almacenamiento y al volumen de información trasmitida. En este sentido, Hilbert señala que más que una revolución en las comunicaciones, de la que comúnmente se habla, estamos ante una revolución en la computación.
No obstante, y a pesar de lo asombroso de los números anteriores, nuestras capacidades tecnológicas para guardar, comunicar y transformar información resultan insignificantes comparadas con las correspondientes capacidades de la Naturaleza. En efecto, en el artículo referido, los autores concluyen que el número de operaciones por segundo que pueden realizar todas las computadoras del mundo no es muy diferente al número de impulsos nerviosos ejecutados por el cerebro humano en un segundo. De la misma manera, el volumen total de información almacenada en la actualidad en el mundo es significativamente menor que la información contenida en todas las moléculas de ADN de un humano. Desde el punto de vista del almacenamiento y transformación de la información, de acuerdo con Hilbert no somos entonces sino “aprendices” de la Naturaleza.
Aprendemos y avanzamos, no obstante, muy rápido –mucho más que la Naturaleza– y Hilbert estima en una entrevista publicada por la revista “Scientific American” que hacia finales del siglo actual nuestra capacidad de cómputo será equivalente a la de todos los cerebros humanos en conjunto. Estima, igualmente, que el volumen de información almacenada en el mundo equivaldrá en esos momentos al del ADN combinado de todos los seres humanos. Quedarían por verse, por supuesto, lo acertado de estas predicciones.
Al margen de especulaciones sobre el futuro tecnológico del mundo, sin embargo, Hilbert –que es un científico social– hace consideraciones interesantes en la entrevista concedida a “Scientific American”. Entre otros comentarios, señala que se están gastando en el mundo 3.5 millones de millones de dólares en mejorar nuestros actuales dispositivos para almacenar, comunicar y transformar información, al mismo tiempo que hay países de África que dedican solamente 50 dólares al año por persona en educación. Así, en el entrenamiento de una persona –una “máquina” que tiene una capacidad de procesamiento de información muy superior a la de nuestros actuales dispositivos tecnológicos– se dedican recursos que en esta perspectiva –y en otras, por supuesto– resultan absurdamente pobres.
En este respecto es muy válida la pregunta que hace Hilbert: “¿Qué pasaría con la evolución social si empezáramos finalmente a explorar las capacidades informáticas de la humanidad?”.
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