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La conclusión de Bollinger y Gillinham se deriva de un estudio de las instalaciones solares domésticas en el área de la bahía de San Francisco, California, que se extiende hasta el Valle del Silicio al sur de la bahía. Se encuentra que dichas instalaciones solares se hacen más densas en ciertos puntos geográficos. Las mayores concentraciones de paneles solares, además, no necesariamente corresponden a las áreas con una mayor densidad de población. Esto podría ser indicativo de brotes de “epidemias” de paneles solares que han surgido en áreas específicas. Al igual que en una epidemia real, los paneles solares se multiplicarían por contagio.
El contagio podría ser por una vía visual: un propietario decide instalar un sistema solar en su casa después de ver uno instalado en algún lugar en los alrededores. Podría igualmente haberlo decidido por otra vía: por ejemplo, después de que su vecino le hablara de las virtudes de los paneles solares que tiene instalados en su casa.
La visión anterior se refuerza si se comparan las distribuciones geográficas de los paneles solares de los años 2003 y 2006. En efecto, se encuentra que si bien hubo un crecimiento en el número total de sistemas solares instalados en el área, la concentración desigual de paneles observada en 2003 se mantuvo en 2006 con la misma distribución geográfica. Las concentraciones encontradas en 2006 fueron, sin embargo, más acusadas que las de 2003, lo que indica un avance en la epidemia. Así, en cuanto mayor es el número de sistemas solares instalados, mayor es la velocidad con la que se instalan sistemas nuevos y con esto, la epidemia sigue su curso ascendente.
El estado de California tiene instalada una capacidad de generación de energía eléctrica fotovoltaica –o sea, por medio de paneles solares– de alrededor de 1500 megavatios, la mayor parte en los techos de casas particulares. Existen planes para incrementar esta capacidad –que es aproximadamente igual a la de la planta nuclear de Laguna Verde en el estado de Veracruz– hasta 3000 megavatios en 2016.
El rápido crecimiento que está experimentando la capacidad solar de California es debido, por un lado, a la abundancia de recursos solares por su clima seco y, por el otro, a los incentivos gubernamentales para que los californianos instalen paneles solares en el techo de sus casas y autogeneren parte de la energía eléctrica que consumen.
Con un sistema solar doméstico, la energía eléctrica en exceso generada durante el día es inyectada a la red eléctrica externa, mientras en las horas sin sol, la electricidad requerida es provista por la compañía eléctrica. La energía entregada a la red externa cuenta de manera positiva para el propietario de la vivienda, que de esta manera ve reducida su factura por consumo de electricidad.
La proliferación de instalaciones solares domésticas ha sido limitada por la inversión necesaria para instalar el sistema solar. El precio de los paneles solares, sin embargo, se ha mantenido en descenso en los últimos años, reduciendo el monto de dicha inversión. Aunado a esto, en el caso de California los incentivos gubernamentales han proporcionado vías de infección para la propagación de la epidemia de paneles solares documentada por Bollinger y Gillinham.
Por otro lado, esta epidemia resulta positiva, pues ayuda a disminuir la generación de gases de invernadero que han provocando el cambio climático que afecta actualmente a nuestro planeta.
No es, sin embargo, la única epidemia tecnológica de la que somos testigos. Lejos de esto tenemos numerosos ejemplos. Uno de los más notorios es la epidemia de teléfonos celulares que se ha incrementado sin freno en los últimos años. Una de las vías de infección para esta epidemia, que debía ser la única, es la necesidad de contar con un medio de comunicación más conveniente que el teléfono fijo. Existen, no obstante, otras vías de propagación, como es la imitación de otras personas que ya cuentan con un teléfono celular.
Otro ejemplo, de consecuencias más graves para la vida citadina, es la epidemia de automóviles que amenaza con ahogar nuestras calles y que tiene igualmente en la imitación a una de sus vías de infección.
El artículo de Bollinger y Gillinham señala que nuestra decisión para instalar un sistema generador de electricidad solar en nuestra casa puede estar influenciada por el hecho que nuestro vecino cuente ya con uno es su casa. La imitación sería pues también una de las vías de propagación de la epidemia de paneles solares. Al contrario de otras epidemias, no obstante, ésta es bienvenida.
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