El primer laboratorio científico de la historia

Desentrañando el pasado



Cuando un irlandés empobrecido del siglo XIX tomaba la decisión de dejar su país para probar fortuna en los Estados Unidos, Australia u otro país lejano, estaba sin duda consciente de que con mucha probabilidad jamás regresaría a su tierra ni volvería a ver a su familia. De la misma manera, sus familiares sabían que la despedida era para siempre y en ese ánimo estaban.

Buscando en internet uno aprende que en las inmediaciones del pueblo de Falcarragh en el norte de Irlanda, existe un pequeño puente de piedra llamado el “Puente de lágrimas”. Hasta ahí los familiares del emigrante solían acompañarlo en su camino hasta el puerto de Londonderry, en donde se embarcaría para iniciar su aventura en busca de una mejor vida. La familia no iba más allá del puente, de modo que ahí ocurría la despedida. Así, dadas las circunstancias, ”Puente de lágrimas” resulta sin duda un nombre acertado.

La emigración irlandesa, que existía desde el inicio del siglo XIX, se aceleró en la década de los años cuarenta de dicho siglo por la plaga que destruyó los sembradíos de papa, tubérculo del que dependía enteramente un tercio de la población para su alimentación. La hambruna que siguió a la plaga provocó la muerte de un millón de irlandeses y la emigración de otro tanto. Como consecuencia, la población de la isla, que sumaba alrededor 8.5 millones en 1845, disminuyó hasta 6.5 millones en 1852.

Se sabe que la papa es originaria de la región del lago Titicaca en la frontera entre Perú y Bolivia. Ahí fue descubierta por los conquistadores españoles quienes la llevaron a Europa en la segunda mitad del siglo XVI, convirtiéndose con el tiempo en una importante fuente de alimentos, particularmente en Irlanda.

El causante de la hambruna de la papa fue el hongo “Phytophthora infestans” que los especialistas creen es originario del Valle de Toluca. Europa permaneció aislada de este agente patógeno por cerca de tres siglos; hasta que hizo su aparición en ese continente en 1845.

Se pensaba que la hambruna de la papa fue causada por la cepa US-1 de “P. infestans”. Un artículo aparecido en línea esta semana en la revista “eLIFE”, sin embargo, desmiente esta creencia, y encuentra que la hambruna de Irlanda fue en realidad causada por una cepa –denominada HERB-1– originada en México al inicio del siglo XIX. Esta cepa se propagó a los Estados Unidos y de ahí a Europa, para finalmente desaparecer al despuntar el siglo XX.

El artículo de referencia es el resultado de un estudio genético llevado a cabo por un grupo internacional de biólogos moleculares encabezados por Kentaro Yoshida de “The Sainsbury Laboratory” en el Reino Unido, que descifró el genoma del microorganismo causante de la hambruna de la papa. El estudio fue realizado con hojas secas de plantas de papa atacadas por el hongo, las cuales fueron obtenidas de herbarios europeos.

No es clara la causa por la que desapareció la cepa de “P. infestans”, pero, de acuerdo con Yoshida, es posible que esto haya ocurrido cuando fueron creadas las primeras variedades de papa resistentes al microorganismo al inicio del siglo XX.

Si bien en el caso de la hambruna de Irlanda los hechos ocurrieron hace relativamente poco tiempo, la genética ha sido útil también para investigar hechos ocurridos en tiempos más lejanos. Este es el caso, por ejemplo, del estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores de instituciones en Europa y los Estados Unidos –publicado recientemente en la revista “Plos Pathogens”– que identificó la bacteria “Yersinia Pestis” como la causante de la llamada plaga de Justiniano, que asoló al Imperio Romano de Oriente en los siglos VI-VIII de nuestra Era. Esta conclusión fue alcanzada después de estudiar esqueletos de víctimas de la epidemia provenientes de un cementerio de la época, los cuales mostraron la presencia de ADN de “Yersinia Pestis”.

La plaga de Justiniano, según algunos, pudo causar hasta 25 millones de muertos y fue causa del debilitamiento del Imperio Romano. Siglos después, la misma bacteria causó en la Europa Medieval la epidemia conocida como la “Muerte negra”, que resultó también en decenas de millones de muertos.

Las investigaciones que desentrañaron el origen de la hambruna de Irlanda y de la plaga de Justiniano son ejemplos de cómo la genética moderna –empleando métodos que hasta hace muy poco tiempo se hubieran antojado mágicos– nos puede ayudar a desentrañar sucesos traumáticos del pasado. Conocer las causas que provocaron estos sucesos es, por supuesto, esencial para prevenirlos en el futuro. Algo que los Irlandeses del siglo XIX o los bizantinos de los siglos VI-VIII hubieran, sin duda, tenido en gran aprecio.

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